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Ovarios




Dado que el viernes una de ustedes me preguntaba a qué me dedicaba exactamente, hablando del terreno vocacional/profesional, hoy me propongo confiarles algunos detalles de mi recorrido, del comienzo del mismo, que en casi 2 años de blog han quedado milagrosamente velados. No porque sean escandalosos ni nada similar (bueno, alguno que otro de seguro me ruboriza, y también a ustedes) sino porque el motivo de nuestra charla tiene que ver con mi presente, y sobre todo -o justamente por ello- con mi rol de mamá.
Cuando les contaba que a la salida del cine sentí la certeza de mi vocación, no quise significar que era la primera vez que me caía la ficha, ni que al día de la fecha no me hubiera ocupado del tema. Digamos que tras casi 4 años de Koh-i-noor emocional, de correr la coneja, de hacer malabares y atar mucho con alambre, volví a confirmar una dirección por la que hace más o menos una década me había decidido o jugado.
Desde siempre supe que quería pensar y hacer pensar, reflexionar sobre la vida, sobre el sentido de ésta. Por ello, pese a la resistencia de mis viejos, al terminar el secundario elegí cursar Filosofía. Pero claro, después de unos años, la versión académica de la Filosofía, más parecida a un vicio de erudición que a una actividad provocadora y llena de vida, me estaba enloqueciendo. Es justo aclarar que en esa época, desde mis 17 a mis 20 viví -de rebote- una serie de desencuentros familiares difíciles, que también hicieron lo suyo para que la joven hiper-intelectual en la que me estaba convirtiendo entrara en pánico. Literalmente.
"¿Qué quiero hacer además de pasármela pensando?", me replanteé en ese momento. "Además de pensar, quiero sentir...". Okey, sí, esto también lo sabía. "Y quiero contarles a otras personas algo. O sea, comunicar". ¿Pero qué exactamente? Y entonces tuve otra certeza que al día de hoy agradezco haber escuchado: necesito vivencias. Sólo eso. Necesito vivir mucho, porque ahí está el contenido sobre el que me interesa ir a fondo.
Por ello, y porque el exceso de teoría me estaba haciendo daño, teniendo apenas 20 años y siendo sólo espectadora de 2 programas de tevé (eran los 2 únicos programas que me sacaban de la zombie intelectual que leía a Kant), que eran "CQC" y "El Rayo", decidí tomarme un taxi e irme a la productora que los hacía, Cuatro Cabezas.
Y luego de esperar casi 1 hora en la esquina contraria a la puerta, con el corazón saliéndome por los poros, casi como si estuviera por cometer un asesinato, finalmente me mandé. Justo en el instante en que 3 tipos estaban saliendo. No faltó mucho para que, entre ellos, reconociera a Andy K ni para que, de la nada, le tirara: "no sé ni jota de televisión, pero estudio Filosofía y quiero filosofar con hechos" (hoy agregaría: con imágenes). Y no recuerdo qué otra estupidez. Lo cierto es que a los 2 o 3 meses de aquel arrebato, luego de algunas idas y vueltas virtuales, empecé mi camino en una productora de contenidos que me daría las primeras herramientas para, como yo quería, poder contar algo, "historias" (creo que fui la primer "productora de historias" de Cuatro Cabezas) con imagen y sonido.
Ese fue sólo el comienzo, después vinieron giros y vueltas que hacen de mi recorrido más un laberinto que una línea recta. Pero como es lunes y no quiero que los caracteres se me vayan al diablo, vamos a detenernos en ese mismo inicio (que ya seguiremos desarrollando). No sé si alguna vez volví a tener tantos ovarios.
¿En qué momento tuvieron la certeza de lo que querían hacer vocacionalmente en esta vida? ¿Qué fue lo más jugado que hicieron por ello?

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