Palermo, entre Rosas y Sarmiento
20 de febrero de 2011
El turismo temático está en auge. No sólo se trata de disfrutar del paisaje y el tiempo libre, sino de aprender al paso. Porque no hay mejor manera de conocer una sociedad, propia o ajena, que caminar por sus ciudades. En Roma, Pekín o Buenos Aires.
Palermo es un buen ejemplo para una clase teórica peatonal.
¿Por qué se llama Sicilia la gran plaza con su lago y el Jardín Japonés que limitan las avenidas Libertador, Sarmiento, Adolfo Berro e intendente Casares? Es una pena que no tengamos los famosos concursos de Odol con Cacho Fontana, porque sería difícil acertar los motivos del bautismo municipal de 1988. Que es muy justo porque honra la tierra donde nació el capitán Giovanni Domenico Palermo, pionero de nuestros parques.
Llegó poco después de Juan de Garay cuando apenas se había levantado el fuerte y se casó con Isabel Gómez de Saravia, cuyo padre era dueño de esas tierras bajas, pajonales, en las que nadie tenía interés. Fue militar en Europa y un emprendedor en América porque cultivó vides, hortalizas y hasta trigo, y era un personaje tan popular que le españolizaron su nombre y pasó a ser conocido como Juan Domínguez Palermo.
Las cosas fueron mejorando con los siglos y la zona se fue poblando en distintas propiedades hasta que don Juan Manuel de Rosas, que había nacido en la calle Santa Lucía (actual Sarmiento) entre San Martín y Florida, pensó que era hora de levantar su propia casa. Y cuando la moda miraba al Sur, eligió el Norte para su residencia en medio de una naturaleza más parecida a la de su infancia en la estancia que bordeaba el río Salado en el límite con el desierto.
El Rosedal
Con una clara visión del futuro fue comprando tierras y le dio al lugar el nombre de Palermo de San Benito, por la advocación del santo negro que allí había tenido una ermita.
En el bañado de la Barranca estaba el caserón que pintó en acuarela Eduardo Sívori, el mismo artista que da su nombre al hermoso museo frente al Rosedal. El paisaje era una maravilla con montes de sauces, talas, ceibos y algún ombú con cañaverales y enredaderas silvestres con canales para pasear en botes, accesos para los carruajes y hasta un pequeño zoológico abierto al público. Entre 1845 y 1852, el gobernador de Buenos Aires había hecho una gigantesca tarea de diseño ambiental (paisajismo, se diría ahora) como se explica en el libro El Rosedal de Buenos Aires, que editó la Fundación YPF.
Respeto por la naturaleza
Lo singular, que tendría que sorprendernos en estos apuntes de historia al paso, es la continuidad que tuvieron estos jardines por obra del adversario de Rosas don Domingo Faustino Sarmiento, que tuvo la "genialidad de haber superado la oposición política logrando una síntesis magistral a imagen y semejanza del Central Park (Nueva York) y del Bois de Boulogne (París) juntos, un sitio de cultura en su doble acepción: cultivo de flora y de espíritu".
Personalidades políticas tan opuestas tenían el mismo respeto por la naturaleza y su preservación. Eso se refleja en el sentir popular porque aunque el nombre oficial es parque Tres de Febrero (día de la batalla de Caseros), casi toda la gente lo llama Palermo a secas.
La actual avenida Sarmiento antes era la avenida de las Palmeras y como propone Pacho O’Donnell podrían compartir el nombre los dos creadores del parque. El dormitorio de Rosas estaba en lo que es hoy la esquina del Libertador. Allí se instaló la estatua de Sarmiento realizada por Rodin, y cruzando la avenida está la ecuestre de Rosas del escultor catamarqueño Ricardo Dallia Lasta.
Nada quedó del caserón cuya demolición sólo se decidió en 1899, después de la muerte de Sarmiento en 1888. Daniel Schávelzon, arquitecto en arqueología urbana, realizó una investigación de las ruinas y rescató un ladrillón que podemos ver. Y, al lado, como otro símbolo de convivencia, un retoño del Aromo del Perdón, donde Manuelita le servía un mate pidiéndole clemencia al tatita para sus enemigos.