Tengo agenda.
Regalo de cumple de Rossana, mi amiga.
Sólo cambié el motivo. Canjeé a Osho por Maitena. No porque tuviera algo en contra de aquél (lo leí y lo estimo), sólo que no quería casarme con su logo.
Preferí el arte de la humorista, una mujer degustando música en silencio, para sus adentros.
Bueno, vamos a ver si este año puedo.
Organizarme en papel, sí, usar la agenda como debería.
No es que no lo haya intentado, no, por el contrario. Eso vengo haciendo cada comienzo de año.
Pero me cuesta.
¿Qué ocurre? Sucede que a las 2 semanas, al mes -más o menos- de empezar a usarla, la agenda empieza a deambular por casa: me la olvido.
Entonces dejo de escribir mis anotaciones y por otro lado, como ya saben, papel en blanco liberado... tienta.
Me quiero tirar el I Ching, por poner un ejemplo, estoy ansiosa, a ver, algo, un ticket, un papel... voilà la agenda.
Otra: las nenas quieren garabatear, Lupe empieza: "papé, mamá, papé"... Y yo por dentro: "no, de ningún modo, no voy a dársela". Me lo digo en varias oportunidades, me obedezco otras tantas... hasta que llega ese día en el que ando mentalmente desordenada (no vengo usándola porque el hábito todavía no está instalado, así que tomo el olvido con naturalidad, no lo corrijo), y que con tal que ellas se entretengan un ratito: "tomen, chicas, se las presto... "
Y así, a las primeras anotaciones prolijas, manuscritas (vieran el esfuerzo que hago al principio porque la letra esté LINDA) empiezan a sumársele hexagramas del I Ching y mamarrachos (bueno, dibujos rústicos varios).
Bien artístico, sí. Pero toda la funcionalidad al diablo.
La funcionalidad que se supone debería haberle dado (no la otra, la que improviso).
¡Y ya!
No sigo hablándoles de cómo era antes, no vaya a ser que lo viejo se vuelva "atractivo" y termine boicoteándome uno de los objetivos nimios que tengo.
Para este ciclo.
Y ustedes, ¿usan agenda?
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