*Post escrito por Victoreta, una de las comentaristas del blog.
Me casé a los 21. Noviazgo corto, él 10 años mayor que yo. Él la tenía clarísima, todo resuelto: carrera, excelente trabajo, proyecto de familia. Yo, en la nada misma, estudiando, perdida, en permanente tensión con mis padres, haciendo de las mías. Lo conocí y vi en él la solución a todos mis problemas. Tenía un futuro armado sin poner demasiado esfuerzo de mi parte.
Me casé a los 21. Noviazgo corto, él 10 años mayor que yo. Él la tenía clarísima, todo resuelto: carrera, excelente trabajo, proyecto de familia. Yo, en la nada misma, estudiando, perdida, en permanente tensión con mis padres, haciendo de las mías. Lo conocí y vi en él la solución a todos mis problemas. Tenía un futuro armado sin poner demasiado esfuerzo de mi parte.
Lo seguí por el país, por el mundo, con cara alegre, llorando cuando me bañaba para que no vea que extrañaba, que quería volver a casa. Tuve 5 hijos en este esquema de incertidumbre, siempre sabiendo que - más tarde o más temprano - llegaría el momento de levantar campamento, con bebés, panza o lo que fuera. Fui sumisa, fiel, complaciente, solitaria. Me adapté a él, a sus costumbres, a sus ideales, a sus amigos, a su familia. O sea, hice todo lo que debía hacer al pie de la letra.
Este año, cuando nació mi quinta hija, me pasó algo que nunca antes me había pasado. Me desperté de un letargo demasiado largo y me encontré en un lugar en el que no me reconozco. Varios días me pregunté cómo llegué a esto. Estoy empezando a "rebelarme" y a decir NO, pero obviamente, es un baldazo de agua fría para mi compañero. Me mira desconociendo a la nenita sumisa con la que se casó 10 años antes. Se enoja seguido, muy seguido, se ofende, me ignora, me grita, pero a mí ya no me importa. Ya no tengo miedo de decir lo que pienso, lo que necesito, lo que quiero.
No reniego de mis decisiones, ni de mi matrimonio, ni de mi familia, pero quiero dejar de ser un ente que hace todo por los demás y pasa desapercibida por la vida. Quiero que mis hijos me admiren, que quieran ser como yo, que sepan defender su punto de vista, decir NO cuando es necesario, respetarse, escucharse. Lo lamento por mi marido que no entiende qué pasó, ni cuándo.
Tampoco niego que tenga miedo. Que "del dicho al hecho haya un largo trecho". Que no sé muy claramente adónde voy... pero si sé CÓMO, que no es poco.
¿A ustedes les pasó alguna vez esto de patear el tablero?
En esta nota: