Escena noche. Interior dormitorio. Casa en penumbras. Cama. Madre e hijas recostadas.
-¿Qué le pedís vos, China?
-Amor y paz –responde hija de manera mecánica, articulando esas palabras sin significarlas.
Y antes de seguir los pongo aún más en contexto. Todas las noches, segundos antes de rendirnos al sueño, le pregunto a hijas qué le piden a Dios esa noche.
No lo hago para entrenarlas en una práctica pedigüeña, que imaginarán, siendo niñas, la tienen aceitada, como sí para que entren en contacto con un deseo y lo definan. En realidad, es un ejercicio que hago para mí misma. Ellas suelen tener muy a mano sus deseos, quizás sean ellas las que me estén enseñando a tener una relación cotidiana y fluida con ellos.
El caso es que, frente a la respuesta de China, no pude conmigo.
-¿Amor y paz? ¿Por qué no le pedís aritos? Si vos querés aritos.
-Ya le pedí un montón de veces aritos y no me los dio.
-Esto funciona por repetición y confianza... ¡Pedilos de nuevo!
Y mientras se lo decía, me lo recordaba:
Y sí, hay deseos que se hacen desear. Valga la redundancia. Hace tres meses hija me había pedido sus aritos. Qué digo, hace mucho más... Hace 3 meses yo acusé recibo de su pedido.
Y cuando un (objeto de) deseo se hace desear, cuando su concreción se dilata en el tiempo, es inevitable el fantasma de la imposibilidad. El miedo a que no se cumpla, a que no se pueda... (que, en este caso, no sería grave... en éste y en muchos otros).
-Vos volvé a pedirlo con ganas. Y ya vas a ver que en pocos días vas a tenerlos.
Me hice la profética porque sabía que al día siguiente venía la abuela a visitarlas. Mi madre. Y hace tiempo no las veía. Y porque sé que mi madre tiene un resto más holgado en su tarjeta de crédito que el que yo tengo.
Pero me gustó subrayarle (subrayarme, a esta altura debo aceptar que soy yo la que está aprendiendo) que para que cualquier deseo (genuino) prenda, no sólo hay que sostenerlo en el tiempo (repetirlo), sino colmarse de confianza. Que la confianza se ensanche y le dé un culazo al miedo... Conquistar la certeza de que el pedido está cocinándose.
Y basta de cháchara.
Ya se imaginan el final. Soy predecible con los finales.
Y sí, vino la abuela y le regaló unas perlitas, iguales a las que yo tenía de chica.
Y ayer, por fin, ¡por fin! (niña le tomó el gustito a eso de insistir) pudimos hacerle los agujeritos.
En casa de Clara, con Sofía (chica que la cuida y sabe hacer los agujeros).
Y estaba tan emocionada que no sólo se bancó como una lady la perforación, sino que, cuando los tenía puestos, no se animaba a mirarse al espejo.
Así la dejé en casa de su amiga, con una sonrisa irreprimible en la cara.
Ella, yo, ambas.
(Gracias, Universo).
Mi Perlita
¿Qué piensan? ¿Hay algo en su vida, no necesariamente material, que se esté haciendo desear? ¿O que se haya hecho desear mucho tiempo?
¡Muy buen fin de semana!
PD: Como siempre, para contactarse por privado, me encuentran en inessainz@msn.com o enFB
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