Estoy muy para adentro.
Desde que tengo uso de razón, ando por la vida preguntándome el por qué de las deciciones más triviales.
Cada paso de la vida, por minúsculo que parezca, me resulta una conjunción fascinante de elecciones y siempre quise ser consciente a la hora de moverme. Ser siempre voluntad y no azar.
Este bebito que se fue me generó un vacío obvio y uno más rebuscado.
Me dejó, flotando en el espíritu la pregunta: por qué queremos tener un hijo? y luego de tenerlo, por qué queremos más?
Tengo mil respuestas posibles.
Siempre supe que quería, nunca supe por qué.
Luego de dos noches practicamente sin dormir, llegué a una precaria y controversial hipótesis:
Tenemos bebés como reemplazo del objeto de transición?
los llevamos a todos lados en brazos, en mochilitas, en guaguas.
Nos genera seguridad ir por la calle, en el bondi, en el tren con un bebito a upa, sentir amor todo el tiempo, incondicional, ilimitado.
No es acaso lo más espectacular de mundo sentir amor?
No es el amor más increíble el que nos generan los hijos?
Es eso?
Tenemos hijos por amor?
Por amor a los hijos?
Por amor al amor?
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