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Que sea fácil




Me hice la canchera con eso de "mucho ejercicio, mente serena". Minga "mente serena", y menos mal que el post de ayer lo había escrito con lo último que me quedaba el domingo de reserva energética. Ayer lunes me desperté y no podía ni moverme. Pfff. No les miento, habré estado unos 50 minutos o más para corregir el escrito. Bueno, corregir, quiero decir, decidir nimiedades como si ponía "nenas", "niñas" o "crías" y otro tipo de estupideces.
Era tal el cansancio corporal que mi mente, lejos de desentenderse de lo enredado al cuete, se terminaría complicando con lo mínimo. "Cuerpo, mente", me dio la lata Mosca Muerta, "¿desde cuándo tanto empeño en dividirlos?"
En fin, confieso, pues, que tuve que abandonar el trabajo y volver a casa, a llenar la bañera, como el sábado, y recién después de otros 30 minutos respirando conscientemente, pude volver un poco a mí misma, al eje.
Confieso también que hoy tenía pensado subir un video, pero viendo la poca resistencia de mi cuerpo, me convencí: "confesate. Que sea fácil. Ya es tiempo de volver a hacerlo".
Confieso, en lo general, que estoy teniendo que dar un par de volantazos en mi vida, que asumir cambios, cierres y aperturas a lo nuevo, y vieran cómo todas las teorías "se me desvanecen en el aire". Me aparece un julepe, un apego a lo conocido que me hace dar cuenta de que ya pasé los 30 años, y no es que haya perdido confianza en la vida (¿o sí?), sino que me volví -perdón por este término tan poco feliz- "realista" (o acaso menos afecta a fantasías).
Confieso que en este momento estoy tomando un café y escribiendo el post en una libreta, la que me regaló Gragregri, porque dejé a niñas (¿nenas o crías?) en un salón de fiestas. A ambas, oh, sí, un par de padres me dijeron: "dejala también a la más chica", por Lupe. Y yo, lejos de celebrar mi sorpresiva soledad, di lugar al miedo en sus versiones más ridículas ("¿y si la enana abre la puerta del salón y se escapa?"). Confieso que me avergüenza descubrirme tan poco relajada como madre, tan lejos en la práctica de lo que pregonan mis palabras.
Confieso ahora que todo bien con los aires acondicionados en verano, pero ¡paren un poco, muchachos, regulen el frío! Parezco un payaso con sweater y bufanda, ni menciono lo pésimo que este aire es para los más chicos.
Confieso que no sólo no soporté el aire del cafecito, dándome en la nuca, sino que tampoco pude ponerme freno. Me puse de pie, pagué y ni bien salí de aquel sucucho gélido, escribí un sms a la mamá de la cumpleañera, preguntándole "¿todo bien?" Y sí, tonta, si te fuiste hace 15 minutos y le pediste a todos los adultos y también niños que te cuiden a la retoña. ¡Dejate de jod*r!
Y confieso, por último, que al final escuché a mi Mosca Muerta. Y me vine a casa, y me tiré en el sillón del living en patas, a leer un libro filosófico-político, muy atinado para esta época, de Julián Marías y de título: "Tratado sobre la convivencia".
¿Ustedes qué confiesan?

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