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Safaris de lujo

Sabi Sand, una antigua reserva privada vecina del Parque Kruger, ofrece desde campamentos con todas las comodidades hasta exclusivos lodges




SABI SAND, Sudáfrica (El Mercurio, de Santiago).- Anochece en Mpumalanga, al nordeste de Sudáfrica. Durante casi una hora hemos seguido los pasos de una hiena y un leopardo, ansiosos de que se produzca el encuentro entre ambos depredadores. Sean, nuestro ranger, nos advierte que es probable que nada suceda. De todas formas estamos nerviosos. Los animales caminan sigilosamente en la misma dirección, uno por la derecha del Land Rover que nos traslada y el otro por la izquierda. A ratos se detienen, se buscan. Desde la copa de un árbol, una lechuza entra en la escena con su siseo. El leopardo se instala en una pequeña colina para ver mejor. Entonces ocurre lo que nadie imaginó: la lechuza se lanza en picada sobre el lomo del felino y le da un picotón. El leopardo corre hasta desaparecer en algún rincón de la extensa sabana sudafricana.
Hace frío en Sabi Sand, la exclusiva reserva privada de 65.000 hectáreas que colinda con el Parque Nacional Kruger y que un día fue coto de caza. Comenzó la primavera, pero la gran lluvia que marca el fin del invierno y hace florecer todo aún no llega. Por eso los pastos y árboles, muchos en el suelo producto del paso arrasador de los elefantes (que en su etapa adulta necesitan comer más de 100 kilos diarios de cortezas, hojas y raíces), parecen muertos. Aunque no todos. El verde encandilante de algunas acacias y marulas sobresale en el enorme prado, donde impalas, cebras, rinocerontes, búfalos, jirafas y leones pastan libremente. En Sabi Sand hay 145 especies de mamíferos, 110 de reptiles, 500 de aves, 45 de peces y 30 de anfibios.
Son las 19.30 y las ranas comienzan su concierto nocturno. Mientras nos dirigimos a Singita Game Reserve, el lugar de los milagros en la lengua local shangaan, pienso que no hay mejor modo de terminar este día que con la degustación de vinos que nos espera. En una hora más estaremos en la cava de Singita Boulders, hotel cinco estrellas en que nos hospedamos y uno de los tres que la familia Bailes tiene en Sabi Sand (además de dos lodges dentro del Kruger, tres en Tanzania y uno en Zimbabwe). Habrá más de 14.000 botellas del mejor vino sudafricano. Imperdible.
Bajamos del Jeep y acordamos juntarnos con Sean a comer una vez que termine la cata. Claire (inglesa, de 30 años) y las hermanas Susie y Adrienne (estadounidenses, sesenta y tantos) toman el camino de la derecha, y yo el de la izquierda. Tengo sólo una idea fija: darme un baño.

Baño de espuma

En mi habitación de Singita Boulders se escucha de fondo a José González y su cover de Heartbeats. El iPod con que cuentan las doce suites de este lodge tiene cientos de canciones, desde ritmos africanos hasta clásicos ochenteros. Aquí, en la habitación 3, elegí Heartbeats. Y cada vez más fuerte.
En el baño, las velas blancas que alguien encendió y dispuso por todas partes crean un ambiente de relajo total. La bañera victoriana tiene agua (¡y espuma!). La temperatura es perfecta. Caigo en la cuenta de que en Singita no hay que pedir las cosas: los empleados se anticipan a tus deseos. Y sin atosigarte.
Cada vez que dejas tu habitación, alguien limpia, ordena y repone lo que hayas consumido. Si has dejado una copa de vino blanco a medio tomar, la recogen y se encargan de que la botella esté helada para cuando regreses. Por las noches, la mucama deja un chocolate y alguna lectura sobre tu cama. Y si en un momento de inspiración te dan ganas de pintar, cada habitación tiene una croquera y acuarelas para que eches a volar tu imaginación, mirando a los animales.
Cada suite de Singita Boulders y Singita Ebony, el otro lodge de la firma en Sabi Sand y el más antiguo (abrió en 1993), tiene un gran living con chimenea, un enorme baño con bañera victoriana, duchas interior y exterior, terraza y piscina propias con vista al río Sand. Cada hotel tiene capacidad para 24 huéspedes, que en su mayoría provienen de América del Norte, aunque cada vez crece más el público de Europa, Asia y América del Sur.
La diferencia entre ambos lodges está en su diseño interior, a cargo de la oficina Cécile & Boyd’s de Ciudad del Cabo. Ebony evoca al pasado -imposible no sentirse en Africa mía- con estampados florales, antigüedades en madera y detalles tribales. Boulders, en cambio, es diseño orgánico, contemporáneo, en tonos neutros. Es difícil escoger entre los dos.
Toc, toc, toc. Se interrumpe la calma en la habitación. Es mi night porter que viene a buscarme para la degustación. En ningún lodge puedes caminar solo durante la noche: aunque es poco probable, un animal podría aparecer en medio de la oscuridad.

Lodge adentro

El sommelier Chris Ford recibe a los diez huéspedes inscritos para la cata de esta noche. Chris es joven y amable, como todos los empleados del lodge (además de ser escogido como Mejor Hotel del Mundo 2008, por la revista Travel+Leisure en los últimos Readers’ Travel Awards de la revista Condé Nast Traveller, Singita obtuvo puntuación perfecta en servicios/personal). Degustamos cuatro vinos. El preferido es el shiraz 2001 de Alto Estate, por eso nos acompañará durante la comida.
A las 21.30 Sean nos espera en el comedor, impecable. La carta es escueta, pero permite hacerse una buena idea de la cocina sudafricana y sus influencias de la India y Malasia. Escojo una entrada de camarones en masa filo y, de fondo, un filete con salsa de vino, cebollas acarameladas y setas.
Sean nos cuenta que está en este lodge hace tres años y que para un ranger éste es el mejor lugar para trabajar. Que antes estuvo en Mozambique. Que con Shadrack, su tracker (a cargo de observar huellas, oír señales, seguir el movimiento de los animales), se complementan bien en el trabajo. Que nunca ha tenido que disparar su rifle.
Termina la comida. Sean es el primero en despedirse. Mañana, a las 5, estaremos otra vez en pie para realizar nuestro último safari sudafricano. Con Claire fumamos un último cigarro. Ella me pregunta: "Si tuvieras que describir este lugar en una palabra, ¿cuál escogerías?" Le advierto que mi respuesta puede sonar cursi. "Lo primero que se me viene a la cabeza es la palabra sueño. Esto es como un sueño", respondo.

La mirada de la leona

Es domingo y antes de que vengan a despertarme estoy en pie preparando mi equipaje. Son las 5, ya es de día en Mpumalanga, y en cuatro horas más vendrán a buscarme para tomar un vuelo a Johannesburgo. Aunque estoy contra el tiempo, no quiero perderme un último safari. No me conformo con la idea de no ver leones.
Susie, la norteamericana, ya ha tomado tres tazas de café. Mientras nosotros preparamos nuestras cámaras fotográficas y nos abrigamos, los rangers (casi todos hombres, blancos, altos) y sus ayudantes, los trackers (todos hombres, altos, negros), alistan los Jeeps.
Nos lanzamos a la aventura. Tenemos fe: dicen que anoche había algunos leones cerca de donde estamos. Entre Sabi Sand y el Kruger no hay barreras, los animales se mueven libre y rápidamente en más de 2 millones de hectáreas. Aunque la reserva es famosa por los frecuentes avistamientos de grandes felinos, nadie puede asegurarnos de que esta vez sí veremos alguno. Pero Shadrack está decidido a encontrarlos.
Hablando una mezcla de shangaan y afrikáans, él y Sean deciden qué caminos tomar. Van buscando señales en la naturaleza. Se bajan del Jeep. Nosotras permanecemos sentadas. Miran el suelo, parece que hay huellas, y observan los árboles, siguiendo el movimiento de los pájaros que algunas veces dan pistas sobre la ubicación de otros animales. Falsa alarma. Seguimos adelante.
Shadrack no despega la vista del suelo, desde su posición privilegiada (va adelante, en un asiento que sobresale del Jeep). Le preguntamos qué ve y contesta que hay huellas de muchos búfalos que estuvieron corriendo. "Por lo general corren cuando hay leones", dice. Parece que estamos cerca.
Le pide a Sean que pare el auto para buscar a pie. Sean no está convencido, pero Shadrack sabe lo que hace. Rifle en mano, camina sigilosamente mirando para todos lados. Entonces se detiene. Su rostro lo dice todo: una robusta leona duerme en medio de largos pastos. Otra está posada sobre una colina y nos mira. "¡Ja! Aquí estábamos", dice su mirada. Flash, flash, flash.
En el norte de Mpumalanga, la Panorama Route es uno de los recorridos más lindos de Sudáfrica, ya que atraviesa los agrietados montes Drakensburg (montañas del dragón en afrikáans), develando vistas espectaculares.
Parada obligada es God’s Window, un sector de increíbles caídas de agua. Desde un mirador se aprecian bosques nativos infinitos, el Parque Kruger y, según los más entusiastas, Mozambique.
No se pierda The Pinnacle, una formación rocosa aislada en medio de las montañas; las cuevas del eco, Echo Caves, y las cilíndricas, Bourke’s Luck Potholes. El plato de fondo es Blyde River Canyon, uno de los cañones más grandes del planeta, parte de una reserva de 27.000 hectáreas, que termina en las rocas Three Rondavels.
Los aventureros podrán saltar en bungee, hacer rafting, pasear en globo aerostático y helicóptero, o escalar. Los tures salen desde Hazyview, Graskop, Sabie y Pilgrim’s Rest, entre otros pueblos.
Andrea Vergara E.

Datos útiles

Como llegar

Dos opciones para viajar a Sudáfrica: vía São Paulo en South African Airways con tarifas desde 1700 dólares o directo en Malaysia Airlines desde 1200 dólares.

Dormir

Singita Ebony y Singita Boulders
  • La tarifa por persona, por noche en una habitación doble, es de 987 dólares (valor referencial para 2009). Incluye pensión completa, safaris en Jeep y a pie, lavandería e Internet. Excluye champagne, llamadas telefónicas, tratamientos de spa y traslado aéreo del aeropuerto de Mpumalanga al lodge. Hay paquetes especiales para la luna de miel y familias con niños mayores de 6 años (sujeto a restricciones).
Singita Castleton Camp
  • Si viaja con menores de 6 años, esta exclusiva villa colonial de Sabi Sand, con 6 suites, jardín con piscina y cancha de tenis es una alternativa. Se alquila completa para grupos: hasta 8 personas, el valor es de 2910 dólares por día. De 9 a 12 huéspedes, 3426 dólares (valores referenciales para 2009). Incluye pensión completa, safaris en Jeep y a pie, paseos en bicicleta y lavandería. Excluye llamadas telefónicas, vinos premium, champagne, tratamientos de spa y traslado aéreo del aeropuerto de Mpumalanga al lodge. Más detalles en www.singita.com
La alternativa
  • Hay opciones de alojamiento barato en el Parque Kruger y las reservas privadas aledañas. Los principales son los restcamps, pequeñas casas con varias habitaciones, baño, cocina y comedor compartido. Cuestan desde 50 dólares diarios para dos personas, sólo alojamiento (hay que llevar comida y contratar allí safaris y excursiones). Se reserva en www.sanparks.com

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por Redacción OHLALÁ!

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