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 • HISTORICO

Salvador levanta el telón de la alegría

En la capital del Estado de Bahía, los personajes de las novelas de Amado se pueden encontrar a la vuelta de cada esquina




SALVADOR.- La ciudad fue bautizada hace casi 500 años como San Salvador de Bahía de To dos los Santos, por haber sido descubierta un 1º de noviembre. La leyenda popular dice que tiene 365 iglesias, una para cada día del año y que se adoran a más 200 de los imperfectos dioses del candomblé.
Es la misma ciudad que le dio tanta letra a Jorge Amado para crear sus encantadores personajes, como Doña Flor o Quincas Berro D´Agua que, después de haber bebido cachaça toda su vida murió un día al probar agua.
Salvador, o Bahía como la llaman los salvadoreños, tiene espíritus alegres, inquietos e ingobernables. Razón por la que los personajes novelescos se escapan de los libros y se encuentran a la vuelta de la esquina.
Qué hay de cierto y qué de ficción es lo de menos, especialmente cuando esta terra da felicidade inspira a talentosos artistas como Caetano Veloso, Gilberto Gil, María Bethania y Gal Costa. Todos los días, la capital bahiana amanece con clima festivo, con el ritmo de los tambores frente al mar y la dulzura de las bahianas cuando invitan un bocado de acarajé.

Una postal viviente

Desde temprano, el sol descarga su furia contra el asfalto. Las avenidas que conducen al centro están llenas de autos, taxis y ómnibus. Algo difícil de imaginar cuando a un lado, en la playa, las palmeras juegan con la tibia brisa y los bahianos caminan por la rambla con total despreocupación.
Al principio, Salvador parece inabarcable, porque es la tercera ciudad más importante de Brasil, con más de tres millones de habitantes.
El casco histórico se divide en partes: ciudad baja y alta. Desde ambos lugares se obtienen vistas únicas: desde arriba se observa la profunda bahía - que abarca 54 km- y el conglomerado de tejas coloniales, y desde abajo se aprecia la suave combinación de colores pasteles de las centenarias casas enclavadas en los morros.
Si se inicia el recorrido por la ciudad baja, el Mercado Modelo es el mayor centro de arte popular de la ciudad.
Desde la mañana, bajo una glorieta, se ven distintas escuelas de capoeira en acción. Con música en vivo, hombres de abdominales marcados por los interminables shows callejeros, exhiben este arte marcial disfrazado de danza, cuyos orígenes se remontan a la época de la esclavitud.
Hoy, muchas de estas escuelas alejan a los jóvenes de las drogas y de la delincuencia con una sana filosofía de vida, y les enseñan a ganarse la vida. Los saltos acrobáticos y coordinados juegos de piernas empleados para desorientar al adversario e hinoptizan a un público siempre bien dispuesto a dejar una recompensa.
A pocos metros, dentro del mercado y en la plaza contigua abundan las artesanías locales con tejidos, bijouterie, máscaras con influencias africanas e instrumentos musicales, como el berimbau y el atabaque, comúnmente utilizados para la ceremonia del candomblé y para el acompañamiento de capoeira.
Si se quiere emprender el ascenso a la parte alta, el elevador Lacerda es el medio más utilizado por habitantes y turistas; cubre los 72 metros de desnivel, y transporta a casi 30 mil pasajeros por día. Una vez en la Plaza Tomé de Souza restan unas pocas calles adoquinadas para dar con el Largo do Pelourinho, el conjunto arquitectónico colonial más importante de América de los siglos XVII y XVIII, que fue declarado, en 1985, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Antes de llegar a la entrada, la Plaza Terreiro do Jesús expresa la religiosidad del pueblo ya que está flanqueada por cinco monumentales iglesias: la Catedral de Salvador, que fue construida con piedras traídas de Portugal; San Pedro; Santo Domingo; San Francisco, de estilo barroco brasileño, y la más rica en oro y azulejos portugueses, y un poco escondida, la Orden Tercera de San Francisco, cuya fachada plateresca fue descubierta cuando realizaron un revoque en 1930.
En esa misma plaza, los domingos por la noche el aire colonial se mezcla con ritmos afrobrasileños cuando el grupo de percusión Olodum ensaya para todo el pueblo. El escenario convoca a más de 60 músicos que hacen vibrar con sus tambores a una multitud fiel, sin distinción de raza ni edad.
Los golpes del Olodum laten en el corazón de los bahianos y contagian a sus cuerpos la fuerza del ritmo africano, que los turistas perciben cuando los graves sonidos les erizan la piel.

El frenesí brasileño

  • Cuando cae la tarde, se puede presenciar el espectáculo del Balé Folclórico de Bahía, de prestigio internacional. Por medio de la danza expresan el misticismo de este pueblo y su arraigo al continente negro. Con una extravagante puesta en escena exhiben una ceremonia de candomblé, representando las características de algunas divinidades africanas, como Ogun, Oxum, Omolu, Iansa y Oxossi. También presentan un show de capoeira, de maculelé, una samba da roda, la danza del fuego, entre otras interpretaciones. Por las noches, los bares y restaurantes distribuyen buena parte de sus mesas en las estrechas calles. Bajo las estrellas, con bossa nova de fondo, se tiene la certeza de que la magia del Pelourinho nunca se apaga.

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