Me está costando expresarme. Siento que estoy bloqueada. No quiero quedarme dando vueltas por los vericuetos de mi mente, quiero escupir verdades desde el fondo, bien adentro, desde las entrañas. Estoy sentada, abro mis piernas, entrego el peso y flexiono el torso en dirección al suelo. Hace tanto que no tengo un espacio conmigo misma. Si no suena el teléfono, lloran las nenas, si no lloran las nenas, suena el timbre de la casa.
Me olvidé de qué se trataba el silencio.
Cuando era chiquita -en el colegio- la profe de folclore nos daba clases de silencio. Toda una pionera de la meditación para la época. Nos tirábamos en el piso, recuerdo mi cachete aplastado contra la cerámica fría del patio, y nada, simplemente escuchábamos. Autos, pajaritos, algún que otro grito de otros chicos.
También extraño las noches en la casa de mi viejo. Me iba a la mitad de la quebrada en la sierra, todo alrededor naturaleza, y escuchaba anonadada los millones de insectos y animales que desde sus cuevas te espiaban. Una inmensidad apabullante en la que yo, humanita, parpadeaba con muchísima más calma que en mi vida diaria.
Acá en Buenos Aires estoy tan bombardeada de ruidos, de estímulos en general. Entre Pablo, Tyrone, Unicka, las alarmas del celular, los emails, el barullo de la heladera, Austin, Tasha, las máquinas de la construcción a mitad de cuadra. ¿Qué espacio queda para mi alma? Extraño la conexión pura e intensa con Diosito santo, que a su manera -obvio- sigue estando. Pero lo extraño a él, o a mí misma, en el más vivo SILENCIO, así, a secas, sin tantas interferencias.
¿Cómo se llevan Uds. con el silencio? ¿Se lo bancan? ¿Escuchan música a diario? ¿Radio? Me asusta cuando viajo en bondi y los veo (nos veo) a todos enfrascados. ¿Apagan la tele a la hora de la cena? ¿Recuerdan algún silencio profundo y significativo de sus vidas?
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