Tango, pasta y cerveza en la Pequeña Estambul
El barrio Neukölln, de fuerte presencia turca, atrae con una ecléctica oferta de restaurantes y bares, en la ciudad alemana
12 de julio de 2015
BERLÍN.- Cuando la noche cae en esta ciudad, aparecen los fantasmas. Si de día Berlín puede parecer un poco rústica o demasiado ecléctica en comparación con otras ultra pintorescas capitales europeas, de noche es cuando todo se vuelve un poco más tenebroso. Las calles son oscuras. Hay poca luminaria pública, hasta la mismísima Alexanderplatz.Y preguntar un dato a un berlinés puede resultar una experiencia complicada. A veces no contestan, otras son tan serios que su respuesta parece un reto. Y en la mayoría de los casos no logramos entendernos. Por eso, aprovechar la noche en la capital alemana puede volverse cuesta arriba.
¿Lo típico? Ir a los bares en la zona de Mitte, a la orilla del río Spree, sentarse en las reposeras de los improvisados jardines delanteros, tomar una Berliner rubia y pedir currywurst o bratwurts (salchichitas cortadas con mostaza y salsa de curry, y salchichas a la parrilla, respectivamente). Pero si bien ese plan no está nada mal, otro Berlín, más audaz y menos turístico, también es posible.
Aconsejados por una amiga que vive en Berlín hace casi dos años, decidimos dar una vuelta por Neukölln, el nuevo barrio alternativo que se está poniendo de moda. Poblado desde los años 70 por inmigrantes, es desde entonces una especie de reducto entre popular y bohemio al que se conoce como Pequeña Estambul por la fuerte presencia de la cultura turca en las calles, muy transitadas y comerciales de día y bastante desiertas por la noche.
Inmortalizado por David Bowie y Brian Eno en Neuköln, tema instrumental con el que lo homenajearon en el disco Heroes, es un barrio de gran atractivo para los jóvenes. Incluso desde la época de la Guerra Fría, cuando Berlín estaba dividida en cuatros zonas de ocupación: la oriental y soviética separada por un muro de las tres restantes, a cargo cada una de las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
Lleno de vida y grafitis, estuvo a cargo de la administración estadounidense y desde entonces ofrece originales atractivos. Uno de los principales es el mercado turco de Maybachufer donde se vende de todo: desde telas hasta comida preparada, pasando por frutas, verduras, especies y panes, y también pantuflas, chalinas y carteras. Barato y muy llamativo, con una visita de una mañana se puede recorrer entero y tener un panorama de lo que significa la inmigración turca en Berlín.
Otro imperdible de Neukölln es el museo homónimo dedicado a la multiculturalidad del barrio. Con exposiciones temporales de objetos de uso cotidiano como vajilla, utensilios de cocina o muebles, es un auténtico museo urbano de estilo interactivo.
Además Neukölln, aunque de apariencia es áspero, cuenta con muy interesantes propuestas gastronómicas y nocturnas. Una de ellas fue la que probamos, sin tenerlo previsto, una noche oscurísima y helada durante el último otoño berlinés. Nos adentramos por la calle Hobrechtstrasse y ante nuestra sorpresa, los bolichitos se sucedían uno tras otro. Bar Mama, nos indicaron, es uno de los clásicos. Con una estética algo trash, sillones y mesas de distintos tamaños, ambiente penumbroso, baño graffiteado y la posibilidad de tomar cerveza checa no pasteurizada; ideal para socializar ya que el volumen de la música no es tan alto. A muy pocos metros está Fuks, de una onda similar y con jazz de fondo. Y muy cerca Major, que con un estilo más barroco ofrece, además de tragos y cervezas, comida rápida bastante gustosa y económica.
Al final de la calle Hobrechtstrasse, donde se topa con el Landwehrkanal, encontramos el lugar ideal para despedirnos de la ciudad. Se llama Café Jacques, tiene un aire afrancesado y ocupa toda la esquina. Hay que atravesar una especie de telón mediante la cual se ingresa a una nueva escena donde el ambiente es reservado. musicalizado con jazz. Pocas mesas, velas y una carta escueta en pizarras que cuelgan de las paredes: cuscús, sorrentinos rellenos con queso de cabra, rigoletti, ravioles de cordero y, de postre, strudel de manzana (¡recomendadísimo!) y crème brûlée. Y si tiene la misma suerte que nosotros, una banda callejera entonará Por una cabeza, de Gardel y Le Pera. Broche de oro imborrable para la última noche de dos argentinos en Berlín.