Termas, pesca y cabalgatas

Después de pasar el imponente puente Zárate-Brazo Largo, buena ocasión para un repaso geográfico si los infantes están en edad escolar, Gualeguaychú es la primera parada. Famosa por razones ajenas al turismo, la ciudad hace un doblete de termas, ya que no de imaginación para ponerles nombre: las termas del Gualeguaychú y las termas del Guaychú ofrecen la primera propuesta de descanso. Aunque las aguas termales cubiertas o descubiertas requieren un uso controlado, para los chicos siempre hay ocasión de jugar: además son siempre bienvenidos, aquí y en los demás complejos, donde la consigna no es mostrarse, sino descansar y divertirse. Primera lección: no hay que olvidar toallones y batas para trasladarse sin frío de una pileta a otra.

Gualeguaychú, claro, no termina aquí. En el circuito de pueblos del Sur (Urdinarrain, Larroque, Gilbert y muchos otros) es posible aproximarse a las tradiciones gauchescas, o bien salir a pescar y recorrer el río en catamarán.

Colón, algo más al Norte, es un buen campamento base para recorrer El Palmar y los alrededores. Colón, que atrae a los padres con la fama de sus buenos quesos y productos artesanales, además de las plantaciones de nueces de pecán de los alrededores del pueblo, invita a embarcarse rumbo a las islas del río Uruguay, hermosas en esta temporada porque están desiertas y permiten descubrir uno de los aspectos más lindos de la región. En materia de termas tiene las propias, y a un puñado de kilómetros las de San José y Villa Elisa (atención porque su principal imán, la pileta con olas, no funciona en invierno). Cuando se requiere movimiento, en cambio, hay que recalar en La Aurora del Palmar: aquí hay actividades para pasar prácticamente todo el día, a caballo entre las palmeras y luego remando a pulmón en las aguas del arroyo El Palmar. Cuando cae el sol, temprano como manda la estación, el objetivo fue alcanzado y el asiento trasero del auto revela un par de bajas en la tropa infantil. Para los grandes puede ser un buen momento para recorrer el interesante Pueblo Liebig, ejemplo único de arquitectura industrial aún en pie.

Como el día no coincide con la partida del tren histórico desde Villa Elisa hacia el Palacio San José, el plan es hacer el recorrido en auto (el tren estuvo parado durante mucho tiempo por problemas técnicos, pero luego de una reparación total de las máquinas se pondrá en marcha nuevamente durante esta temporada de invierno). La mañana siguiente nos encuentra, entonces, cruzando el puente rumbo a Paysandú. Un alto en el duty-free local, pequeño, pero siempre atractivo, tienta a los chicos con chocolates y los incita a seguir camino, porque el GPS indica que el itinerario seguirá hacia el Norte, por las rutas uruguayas, hasta llegar a Salto. El camino es un desierto, un placer de paisajes rurales con alguna estación de servicio donde hacer un alto para reponer combustible y no mucho más: casi sin darnos cuenta estamos en el destino. ¿El objetivo? Más allá de los complejos termales de Daymán y Arapey, el Parque Acuático Termal de Salto Grande, que forma parte del complejo Horacio Quiroga. No hace falta alojarse allí para disfrutar de los toboganes abiertos y cerrados, el castillo acuático y la pileta con olas, ya que se puede acceder desde cualquier hotel de Salto con transporte gratuito. Para los niños que aún no probaron las mieles de Disney, este lugar se parece bastante a un paraíso y se resisten a abandonarlo cuando el calendario indica que es la hora de volver a cruzar la frontera.

Del otro lado, Concordia también tiene termas, pero la opción elegida es una salida de pesca partiendo del camping La Tortuga Alegre. A decir verdad, el guía tiene pericia y es un buen instructor en la primera experiencia de los noveles pescadores. Y aunque el resultado de las cañas está muy lejos de cualquier récord, la diversión supera con creces el tamaño de los peces y se convierte en uno de los grandes recuerdos del viaje.

Como todo no se puede quedaron en el tintero Federación, más al Norte, y las termas saladas de La Paz, sobre el río Paraná, de cuyos atardeceres con vista al río nos hablaron tanto que tenemos decidido volver. Porque además, también sobre el Paraná, está abriendo sus puertas Victoria del Agua, parque termal en Victoria, frente a Rosario, que promete espectacularidad y un sinfín de juegos..., por fin para todas las edades. Regresamos entonces por las orillas del Uruguay, aprovechando para conocer el Palacio San José y no sin hacer un alto en cuanta casa de regionales se precie, porque a esta altura todos los pasajeros están entusiasmados con las bolsas de naranja, los dulces artesanales, el dulce de leche y las artesanías de madera que consiguen el milagro de distraer la atención de los juegos electrónicos y llevar a buen puerto el final del viaje.

Por Pierre Dumas
Para LA NACION