Skansen, en Estocolmo, es el más antiguo museo al aire libre del mundo, según afirman los suecos. Lo visitan miles de personas anualmente. Es el paseo ideal para un día de sol, sobre todo si se está acompañado por chicos. Skansen inauguró la tradición de los parques en los que se reconstruye la historia de la vida cotidiana de una nación. St. Fagans, en Cardiff, la capital de Gales (del que ya nos ocupamos en esta misma columna), es una de las instituciones de este tipo.
El profesor de lenguas nórdicas Arthur Hazelius fundó Skansen en 1891. El académico había notado durante sus viajes por Suecia que la cultura popular tradicional se estaba perdiendo por efecto de la industrialización. Buscó entonces salvar las viejas costumbres y tuvo la brillante idea de crear un museo del comportamiento. En sus comienzos, Skansen estaba consagrado a la vida rural, pero entre 1930 y 1940 se creó como complemento un sector urbano compuesto por casas que van desde fines del siglo XVIII hasta la Primera Guerra Mundial.
Entre las viviendas que se pueden visitar se halla la del propio Arthur Hazelius, cuyas partes más antiguas se remontan al siglo XVIII. En realidad, el edificio fue levantado como un pabellón de placer por el conde Carl Frölich; más tarde la construcción se convirtió en una manufactura de seda. Completamente renovado en 1803, pasó a ser una vivienda común en 1820. El coronel, y más tarde general, Hazelius, padre del creador del museo, se instaló allí en 1831. Dos años después, en 1833, nacía su hijo Arthur.
Como Hazelius estaba muy interesado en la cultura lapona, se ocupó de que estuviera representada en su museo; por eso montó el campamento lapón. En otras épocas, los montañeses de Laponia debían seguir los desplazamientos de sus rebaños de renos. Pasaban entonces algunos meses de la primavera y del otoño en las bajas montañas en campamentos semejantes al que se ve en Skansen. Se trata de una choza cubierta por ramas. En el suelo, también hay ramas; un fuego arde entre piedras, en el centro del refugio; el humo sale del recinto por la abertura que está en lo alto. En la parte superior de la cabaña, se guardan los víveres y la ropa.
Una de las construcciones más antiguas de Skansen es la llamada casa de Bollnäs. Servía para los días de fiesta, para las grandes ocasiones, o para alojar a huéspedes importantes. El resto del año, los propietarios vivían en un hogar común. Esta casa de fiestas fue decorada en 1786 por el artista Jonas Hermann, que pintó los muros y el techo con motivos bíblicos. El estilo es barroco y hasta rococó.
La mayoría de los complejos agrícolas en exhibiciónen Skansenson granjas de todas las latitudes de Suecia y de todas las épocas. Hazelius, desde el comienzo, quiso que los edificios, desmontados de sus respectivos lugares de origen y reconstruidos a pocos minutos del centro de Estocolmo, estuvieran rodeados de un ámbito lo más parecido posible a su primitiva realidad, por lo tanto hasta allí se llevó a los típicos animales domésticos de cada región, así como las plantas y la fauna salvaje correspondientes. En una de las colinas de Skansen se alza la Bredablick, una torre de ladrillo rojo, de 30 metros de alto, erigida entre 1874 y 1975. Un naturópata de moda, el doctor Westfelt, médico de la Corte, había hecho levantar la torre en las alturas de Tallbacken, a la manera de un belvedere italiano donde funcionaría un establecimiento termal. Westfelt suponía que el aire serrano, los pinares y el agua mineral, sumados a la vista que se gozaba desde la torre, exaltarían las almas y mejorarían la salud. En 1892, Hazelius adquirió el terreno para incorporarlo a Skansen. Hoy se tiene desde allí un espléndido panorama del parque.
La granja de Delsbo da una buena imagen de la morada de un campesino de 1850 en la región de Hälsingland. Otra de las construcciones que llama la atención es el campanario de Häsjo, de 21 metros de alto, réplica del original, construido en 1778. Las campanas proceden de la capilla de la reina Hedvig Eleonora, del castillo de Ulriksdal. Para los amantes de las compras, los distintos artesanos que trabajan en los talleres y tiendas conservados milagrosamente por Hazelius venden sus productos in situ: objetos de vidrio, de madera, telas (del molino de lino), y también exquisiteces gastronómicas. Toda Suecia resumida en 150 edificios y unas decenas de hectáreas.
Hugo Beccacece
Copyright © 1998 La Nación | Todos los derechos reservados