
Llegamos a Ravenna desde Bolonia, con la comodidad de los trenes italianos. Iniciamos nuestro recorrido desde la estación, descubriendo a cada paso una ciudad que guarda en sus entrañas un tesoro de arte, historia y cultura, que se remonta a su antiguo origen y a un glorioso pasado.
Entre los siglos V y VIII fue sucesivamente capital del Imperio Romano de Occidente, de Teodorico, rey de los Ostrogodos, y del Imperio Bizantino en Europa. El esplendor de ese período dejó huellas considerables, que pudimos observar al transitar sus estrechas y sinuosas callecitas, invadidas de ciclistas que la recorren de un lado a otro.
Lo que nos llevó a recorrerla fue la tumba de Dante Alighieri, el poeta, cuya obra maestra, la Divina comedia, fue fundamental en la transición del pensamiento medieval al renacentista.
El mausoleo, en el Centro Dantesco, fue construido por el arquitecto Camillo Morigia en 1780. En su interior brilla la luz de una pequeña lámpara votiva, cuyo óleo es ofrecido por la Comuna de Florencia, con una ceremonia que se repite cada año en su memoria, en septiembre, conmemorándose actualmente el 691 aniversario de su muerte.
Ravenna está al norte de Italia, en la región de la Emilia-Romaña, a pocos kilometros del Adriático, con hermosas playas en el verdor de la famosa Costa Romañola.
Así como el Dante escogió esta ciudad luego de su exilio, también nosotros la elegimos para nutrir nuestros conocimientos de viajeros curiosos.
Sara Szwom Pitasny
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