

En mayo del año último fue el estreno mundial de Che Quijote y Bandoneón, en Weimar, por entonces la ciudad cultural de Europa. Desde ese momento iniciamos, junto con 13 bailarines y un bandoneón, una gira de 17 meses por todo el continente, Alemania, Bélgica, Suiza y Luxemburgo, inclusive.
Finalmente, cuatro sábados atrás emprendimos el tramo final en Italia, para realizar el último mes de representaciones.
Fue fantástico, porque estas funciones no tenían que ver con las que veníamos haciendo anteriormente, siempre en las Opera o en los principales teatros de las capitales europeas. Esta vez se desarrollaron en los grandes festivales de ballet que se hacen en verano en Italia, y así conocimos pueblitos que apenas sabíamos dónde quedaban en el mapa.
Empezamos en Génova. Fue maravilloso porque el teatro estaba en el puerto, algo así como una gran planchada al aire libre sobre el agua, y a la noche podíamos ver desde el escenario cómo los barcos navegaban a nuestras espaldas. En esa ocasión, después de casi 6 meses de ausencia, Maurice Béjart asistió al espectáculo y subió con nosotros al escenario. Fue una función mágica.
De Génova nos fuimos a Civitannova y a Bassano del Grappa, un pueblito hasta entonces desconocido para mí, que sólo después de volver a Buenos Aires redescubrí en la película Yo recuerdo , de Marcello Mastroianni.
Eran tiempos de guerra, estaban de moda los tejidos con ciervitos, y el protagonista deshacía tres pulóveres viejos de la casa y se iba a este lugar donde vivían las mejores tejedoras de Italia para encargar el trabajo. Esa fue la segunda vez en mi vida que escuché el nombre de Bassano del Grappa.
Y así llegamos a Vignale, el final de esta gira. Salimos de Alessandria, viajamos 30 kilómetros entre montañas y llegamos a un pueblo ínfimo. Nos llevaron hasta una plaza enorme con cientos y cientos de sillas vacías -después supe que eran más de dos mil-, y todo nuestro público se reducía a cuatro viejitos fumando habanos en un café.
Nosotros nos preguntábamos quién iba a venir esa noche a ver Che Quijote y Bandoneón . Pero con la caída del sol, la plaza empezó a llenarse más y más, la gente acudía por todas las calles que terminaban en la plaza y nosotros no lo podíamos creer. Fue increíble. Era como si el público supiera que nos estábamos despidiendo del Che Quijote y Bandoneón , y nos acompañara en esa función terriblemente emotiva. Esa fue la despedida que tuvo la obra. En un lugar desconocido, a 30 kilómetros de Alessandria, a 100 kilómetros de Milano, y a 18 mil kilómetros de Buenos Aires.
La autora es actriz.
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