El lunes por la mañana recibí una noticia vía sms. De una mamá de un compañero de la sala de China. Me decía en pocas líneas que a la seño la habían ascendido y que a partir de ese mismo día los chicos tendrían una suplente. De entrada no tenía más información que ésa, ni tampoco crédito en mi celular para llamar a la mamá y que me explique cómo sería la movida.
¿Qué hice? Mandé un email al resto de la clase expresando mi inquietud: "¿no les parece desafortunado que efectúen AHORA ese cambio?" Cambio que me alegraba por la seño, pero que me hacía ruido se implementara sin previo-aviso, de esa manera. En seguida recibí algunas respuestas de otras madres: "uh, yo no sabía nada, cómo, qué, cuándo".
Nadie sabía nada. Y yo seguía sin entender, me costaba pensar que fuera una decisión tomada por una persona, sonaba más a norma que a otra cosa. Tampoco quería despotricar contra el jardín, una institución que había sido impecable (conmigo) en todo momento. Ahora eso sí, entre nos, esa mañana me sentí angustiada.
Pensaba en lo difícil que había sido para mi hija darse a su señorita, los meses que le había llevado a ella romper el hielo, poder hablarle. Porque a pesar de que China ya se comunicara lo más bien con la maestra de 3, cuando empezó este año hubo que empezar de cero, y recién hace un par de meses, la retoña soltó la lengua.
Fueron varias las veces que a la salida le preguntaba: "¿Y? ¿Le hablaste hoy a la seño?" Y ella dele negar con la cabeza, hasta que un día, con entusiasmo, me tira: "sí, mami, le pedí el agua". Más todavía, hace poco me había emocionado descubrirla yendo a darle un beso porque sí, espontáneamente...
"Y ahora tiene que soltarla".
Finalmente, por la tarde, la tarde del lunes, la directora me terminaría de explicar la complejidad de la situación: que era una oportunidad importante (en otro jardín), que en principio serían 20 días de licencia, pero que quizás no vuelva, que los niños se adaptan, que la maestra estaba contenta.
Salvo la mamá de Magui, nadie expresaba mucha pena, todos parecían tomárselo sabiamente a la ligera. Pasé de sentirme angustiada a una tonta. "Bueno, ya fue, es así, qué tanto lío", me convencí (después me jacto de no ser copiona). Y no le puse más atención al asunto, hasta ayer a la tarde que, estando en casa con mi abuela, ésta le pregunta a China: ¿y? ¿Cómo se llama tu señorita?
Y China contestó: Patricia (por la maestra que se fue).
Entonces, recién entonces, se me dio por preguntarle: ¿Chini, y la nueva?
-No sé
-¿Pero hablás con la seño nueva?
Y entonces con una sonrisa apucherada me dijo:
-Yo le quiero hablar a Patricia.
Uf, me emocionaron y dolieron esas palabras.
Y sí, entiendo que ese desapego sería inevitable a fin de año, pero todo el ritual de final de clases y vacaciones, lo harían más ameno. De este otro modo, todavía (me) cuesta.
...
Como fuere, gracias por todo, seño.
Vamos a extrañarte.
¿Cuánto se encariñan ustedes con las maestras de sus hijos? ¿Recuerdan algún corte (vincular) que les haya sido más difícil de lo esperable?
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