"Todos los males del hombre nacen de no saberse quedar en su casa." La advertencia pertenece a Blas Pascal (1623-1662) y, frente a la conmoción que está generando la gripe porcina, parece un buen consejo aunque él murió a los 39 años sin haber abandonado París. Dicho sea de paso, la franja de mayor riesgo está entre los chicos y ancianos, además de quienes tienen defensas bajas.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y en un mundo global resulta difícil (por no decir imposible) quedarse quietos rodeados de gente con barbijo. La gente no deja de usar computadoras por la invasión de virus ni de embarcarse en un crucero ante un grupo de piratas en Somalía que le dispara al transatlántico. Ni de tomar un avión a Nueva York después de las torres, un tren en Atocha o un subte en Londres. En Irak, lugar peligroso si los hay, arribó el primer contingente de viajeros y se reabrió el museo de Bagdad. La lista de riesgos es grande, aunque no mayor que cuando Marco Polo siguió el Camino de la Seda entre Venecia y Xian, en China.
Tengo que viajar a Miami para el próximo Pow Wow que es la reunión turística más importante de Estados Unidos a la que asistirán 5000 extranjeros. Y nadie cancela sus compromisos. Creo que si uno tiene una tarea o ya programó sus vacaciones en México, un lugar encantador, no es razonable postergarlo. Por supuesto que uno debe tomar sus recaudos, pero eso vale para cualquier lado que uno vaya, y también aunque no salgamos del barrio.
Lo escuché por TV al epidemiólogo Daniel Stamboulián, que de esto sabe mucho, y aumentó mi tranquilidad. Nada indica, hasta hoy, que puedan compararse con los casos registrados con la SARS en China, en 2004, ni mucho menos con la llamada gripe española de 1918. Sería equivocado entrar en pánico por la debacle económica actual creyéndola la de 1930.
No hay nada más contagioso que el miedo. Piense, por ejemplo, en algunas ideas que circulan masivamente para prevenirse. Evitar la gente, no darle la mano, estar siempre a más de un par de metros de otra persona, evitar los besos de bienvenida en la mejilla y de los otros que son más divertidos; por supuesto no subir a los medios de transportes colectivos ni siquiera a un taxi... Sería declarar a medio mundo en cuarentena, un estado de sitio sanitario.
El consejo que sigo, desde el jardín de infantes, es lavarme las manos antes de comer para no llevarme nada sucio a la boca. Y en los viajes agrego un toque de alcohol o desinfectante, por las dudas.
Este 2009 parece el título de una película de 1982, El año que estuvimos en peligro. Porque a los problemas serios se le agregan otros que van enganchados a los anzuelos en el espinel de un pescador. Por ejemplo, el consumo exagerado lleva al exceso de austeridad donde es peor el remedio que la enfermedad porque la recesión la sufrimos todos.
Una cancelación tiene multas o genera pleitos si no se previno. A propósito, si está por salir, consulte lo que cubre y no cubre su asistencia al viajero, porque hay causas de fuerza mayor que desbordan cualquier seguro, igual que en un terremoto. Además, hable con un experto que sepa para distinguir claramente y sin falsas alarmas entre una gripe o resfrío común y las que son peligrosas, ya que tienen algunos signos diferentes.
Hace poco, durante el castigo del dengue, Goyo, un amigo, se fue de paseo a Catamarca y empezó a estornudar y tener fiebre. No se asustó. Hizo lo que tenía que hacer. Fue al consultorio, siguió las indicaciones profilácticas y no pasó nada porque era similar a la que podía tirarlo en la cama en Buenos Aires durante este otoño primaveral.
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