El relato ubica a los protagonistas en el pasado reciente de un resort imaginario de la Riviera Maya, cuya propuesta incluye actividades algo más extremas que las del turismo convencional.
Los secuestros formaban parte del programa de entretenimiento. Los huéspedes aceptaban tener sobresaltos de ese tipo. Aunque siempre había una dosis de riesgo, al final de la jornada los turistas disfrutaban de un tequila sunrise y, sobre todo, del pánico convertido en un recuerdo, un accidente digno de ser contado.
Los personajes de Arrecife , reciente novela de Juan Villoro, "juegan con los placeres del miedo -explicó el autor mexicano-. Quería hablar de ciertas formas de turismo extremo, en un momento en el que uno de los grandes problemas del sector es que pronto se agotan las sorpresas y hay que ir renovando los sitios para seguir atrayendo personas".
Estamos en zona guerrillera. De vez en cuando, los turistas tienen contacto con supuestos rebeldes. Se llevan algún susto y todo vuelve a la normalidad. Estoy seguro de que a muchos les gustaría tener un contacto más cabrón.
El relato es de Tony Góngora, rockstar devenido musicalizador estrella del acuario del hotel. La novela tiene formato de thriller y, según el escritor, no es un tratado sobre turismo posmoderno, sino un relato de amor, amistad y redención. Tampoco incluye la problemática del narcotráfico, aunque aparece, ineludible, como contexto. "En un país como México, con más de 50.000 muertos en cinco años por la llamada guerra del narcotráfico, cualquier atisbo de violencia es verosímil", sentenció Villoro durante la presentación del libro en Barcelona.
Los viajes extremos en la realidad van mucho más allá de propuestas como el bungee jumping. Así como los "cazadores de tornados" se acercan lo máximo posible a huracanes y otros vientos violentos, existen opciones en zonas de conflicto o de pasado macabro que vuelven también verosímiles historias como la de Diarios de Chernobyl . La película, estrenada este mes, presenta a seis viajeros que contratan a un guía de turismo extremo para que los lleve a la ciudad de Pripyat, Ucrania, cerrada desde la explosión del reactor nuclear.
Muchas agencias -reales- de esta región afectada por la radiactividad ofrecen recorridos similares en la Zona de Exclusión como parte de lo que hoy consideran un subgénero del sector: el turismo de polución. "No pasará mucho tiempo antes de que haya cruceros a través de la Isla de Basura en el Pacífico", escribió Andrew Blackwell, autor de Visit Sunny Chernobyl , en su blog de The Guardian.
Con fines educativos, ecológicos, o simplemente por morbo, hay viajeros dispuestos a pasarla mal y empresarios siempre listos para complacerlos. Lo importante es tener luego algo para contar. Y brindar en el hotel, con tequila sunrise o vodka, según el caso.
Publicado por Martín Wain
26 de agosto de 2012 | 5.53 A.M.