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 • Opinión

Sobre la película Elementos: ¿por qué nos cuesta tanto llorar?

En las vacaciones de invierno llegó al cine la película Elementos. Ahora está disponible en Disney+. La psicóloga con orientación perinatal y reproductiva Agustina Capurro reflexiona sobre la película y las emociones que despierta en chicos y grandes.


En Elementos están representados los cuatro elementos.

En Elementos están representados los cuatro elementos. - Créditos: Gentileza de Pixar



Elementos y otra vez Disney Pixar. Otra vez adultos e infancias convocados y sumergidos en historias que nos dejan pensando y sintiendo.

La película plantea un escenario de fantasía maravillosamente diverso y lleno de características y convivencias donde los personajes principales se encuentran y viven el desafío de traspasar los obstáculos de sus orígenes.

Wade es agua, trabaja como inspector del ayuntamiento que tiene a cargo la fiscalización de las cañerías de “Ciudad Elementos”. En ese rol y por accidente se encuentra con Ember, quien es fuego, y trabaja junto a su padre y madre en el negocio familiar “La fogata” destinada a la comunidad Fueguina.

 

Elementos opuestos por naturaleza. Agua que apaga Fuego, Fuego que evapora al Agua y allí, en ese entrecruzamiento que parece imposible, resulta todo.

Wade es transparente, literal y metafóricamente, todo en él se ve, pero sobre todo sus emociones: llora y llora mucho, sin pudor, sin esconderse, se le nublan los ojos, brotan pequeñas lágrimas, pero también llora con ojos cerrados y a caudales incontrolables, frente a la mirada desconcertada de Ember, pero absolutamente validada, naturalizada y acompañada por su familia. Sus pares, todos ellos agua, que juegan a evocar recuerdos e imágenes, como un ejercicio actoral de memoria emotiva, para desafiarse y medir quien llora más y más rápido, mientras se divierten y construyen momentos.

¿Es más fácil llorar en soledad?

¿Es más fácil llorar en soledad? Quizás, sí, pero ¿Por qué? Con ello rompe Wade, él llora en público.

Pienso qué incómodo es aún llorar, y digo aún, porque actualmente hablamos de emociones con más facilidad y menos vueltas, sin embargo, llorar es una barrera, como el extremo más extremo de mostrarse, de abrirse. La vulnerabilidad se despliega con menos pudor con los íntimos o con el espejo.

Cuánto retenemos el llanto aún, lo disimulamos, lo ocultamos o pedimos perdón al hacerlo, como si estuviésemos rompiendo con algún pacto tácito donde llorar traspasa el límite y entonces hay que disculparse. 

El llanto conecta con un enorme abanico de emociones y nos hace respirar entrecortado cuando está llegando, pero nos deja respirando hondo cuando se va.

Llorar entre adultos es, muchas veces, difícil. Es difícil mostrarse vulnerable, sin embargo, llorar es muchas veces por miedo, por cansancio, por tristeza, por dolor o por impotencia. Llorar no tiene horario y puede ser a la mañana, a la tarde o a la noche, pero habilitarse a llorar es un desafío, porque en nuestros renglones más inconscientes continúa inscripto el estereotipo que liga al llanto con la debilidad, y eso nos deja con menos posibilidades de entregarnos a esta conexión humana con los acontecimientos internos y externos.

Llorar es una descarga libidinal muy satisfactoria, incluso cuando está teñida de emociones no tan bellas, porque el acto de llorar libera oxitocina y endorfinas, lo cual ayuda a encontrar calma y tranquilidad luego de sostener la tensión.

Podríamos decir que llorar es una herramienta analgésica. Regula el cortisol, la hormona del estrés, aquella que ordena nuestra capacidad de afrontamiento a los eventos de la vida, es por ello que ayuda a tramitar y es muy liberador.

 

Wade llora y se conecta con lo que sucede a su alrededor de forma empática, oportuna y amorosa, se brinda de forma sensible y ello le muestra a Ember que hay otras formas, de ser, de actuar, de escucharse. La sensibilidad de Wade le ofrece a Ember desbloquearse ante el camino del deseo, la fortalece en sus habilidades menos visibles para ella. Juntos se animan a ir más allá de lo que les está destinado pese al miedo y a los mandatos.

Conectar con nuestra sensibilidad y contar con personas que encuentren en el llanto una forma de expresión, nos permite abrazar y abrazarnos, resetearnos, encontrar calma y entonces seguir, pero distintos.

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