
4 tóxicos que consumimos y quizá no lo sabemos
Muchas veces usamos productos y comemos alimentos que tienen materiales peligrosos para nuestra salud y para el ambiente. ¿Qué alternativas hay?
14 de julio de 2023

4 tóxicos que consumimos y no sabemos. - Créditos: Getty
Muchas veces usamos productos y comemos alimentos que tienen materiales peligrosos para nuestra salud y para el ambiente. ¿Qué alternativas hay?
1. Mercurio
¿Por qué es tóxico? El mercurio es un metal pesado altamente tóxico y contaminante que, en caso de ingesta en niveles altos, puede afectar el desarrollo cerebral y el sistema nervioso. Se libera al ambiente por la extracción de oro, la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento y llega al mar por el aire o por el subsuelo. Se introduce en la cadena alimenticia de los animales marinos, que lo absorben al respirar.
¿Cuándo lo consumimos? Al comer peces, moluscos y crustáceos (cuanto más grande sea la especie, peor, por la capacidad que tienen de almacenar el mercurio). Algunos de las más contaminados son: pez espada, tiburón, caballa y atún. Ejemplo: al comer un trozo de atún, pasa a nuestro cuerpo el mercurio que el animal incorporó en su vida, pero también el que acumuló la merluza que lo alimentó y el del krill que ingirió la merluza.
¿Hay alternativas sustentables? El impacto en nuestra salud dependerá de la cantidad que ingiramos. Podemos moderar el consumo de las especies de pescado afectadas por el mercurio y apostar por productos de proximidad. A nivel global y colectivo, se puede fomentar las energías limpias, dejar de utilizar mercurio en las minas auríferas, acabar con la minería del mercurio y eliminar productos no esenciales que lo contienen.
Una cifra para tomar conciencia. Para la OMS, el mercurio es uno de los 10 productos o grupos de productos químicos que plantean especiales problemas de salud pública.
2. Plástico
¿Por qué es tóxico? Los científicos siguen investigando los daños que provoca. Los plásticos están hechos de una compleja combinación de sustancias químicas que pueden ser tóxicas. Se detectaron más de 10.000 sustancias químicas únicas utilizadas en ellos, de las cuales más de 2400 son potencialmente preocupantes. Los desechos plásticos que generamos y que permanecen en el medio natural se van degradando y se transforman en microplásticos, que quedan retenidos en el suelo, se dispersan con el viento o llegan a ríos, lagos y mares.
¿Cuándo lo consumimos? Se sabe que consumimos el equivalente a 21 gramos de plástico al mes, es decir, aproximadamente 5 gramos a la semana (¡una tarjeta de plástico!). Los canales a través de los cuales lo ingerimos son diversos, desde los productos marinos hasta la inhalación en el aire o al comer –sin darnos cuenta– las partículas en comida empaquetada con plástico. Las microfibras son también el tipo de plástico más común, especialmente cuando se desprenden de tejidos como el náilon y el poliéster (caen de la ropa y penetran al ecosistema a través del agua de los lavarropas).
¿Hay alternativas sustentables? Cambios en nuestro estilo de vida, como tomar agua de la canilla en vez de embotellada, reducirían la cantidad de microplásticos que consumimos. Comprar productos a granel y reciclar recipientes. Otra opción es usar bolsas de tela, evitar plásticos de un solo uso y los films de plástico para envolver la comida. Además, ya se desarrollaron alternativas más ecológicas, como envoltorios hechos de cera de abeja o de silicona. Tampoco comprar botellas o recipientes de plástico (la temperatura hace que el plástico se debilite y libere sus componentes).
Una cifra para tomar conciencia. Desde 1950 se han generado 8000 millones de toneladas de plásticos, un peso equivalente a 10.000 torres Eiffel u 80 millones de ballenas azules.
3. Aluminio
¿Por qué es tóxico? Los grupos más vulnerables a los efectos tóxicos del aluminio son los fetos (el metal atraviesa la placenta), los lactantes (el metal se transfiere en la leche materna), los bebés y los niños, cuya capacidad de absorción del metal es mucho mayor que en los adultos. Los expertos también advierten que el aluminio podría estar implicado en la enfermedad de Alzheimer, junto con otras enfermedades degenerativas, aunque no hay estudios concluyentes sobre la relación entre la exposición al aluminio a través de la dieta y el Alzheimer.
¿Cuándo lo consumimos? La principal vía de exposición al aluminio es la alimentaria. El agua también representa otra fuente, aunque es minoritaria. Otras formas en que lo consumimos son los productos farmacéuticos y los cosméticos, por ejemplo, en los desodorantes o antitranspirantes. En los alimentos, se encuentra presente de manera natural (de los animales o vegetales, transferido del suelo o del agua, o añadido en la transformación de los alimentos), pero también se puede incorporar a través de algunos de los aditivos que contienen y por migración desde los utensilios de cocina y de ciertos envases.
¿Hay alternativas sustentables? En cuanto a los utensilios de cocina, algunos reemplazos pueden ser el papel encerado, sartenes de hierro fundido o acero inoxidable y, en el caso de los alimentos, una alternativa a las latas es la botella de vidrio reutilizable y las telas enceradas (ideales para transportar alimentos y envolver la comida). El aluminio también se encuentra en muchos productos de cuidado diario, desde desodorantes hasta lápices labiales y protectores solares. Vale la pena leer siempre la lista de ingredientes u optar por la cosmética natural.
Una cifra para tomar conciencia. Una persona adulta, en promedio, consume aproximadamente 7 a 9 mg de aluminio al día en los alimentos.
4. Aceite de palma
¿Por qué es tóxico? No todas las grasas y aceites vegetales son buenos para la salud y el ambiente. Hace tiempo que se estudia la relación del aceite de palma con el desarrollo de diabetes, colesterol, enfermedades cerebrovasculares y cardíacas. Esto se debe, en parte, a su alto contenido en ácidos grasos saturados (hasta un 50%). Además, su procesamiento industrial puede producir sustancias cancerígenas.
¿Cuándo lo consumimos? Está presente en muchas pastas de chocolate y bombones, papas fritas y barritas de chocolate, en los ingredientes de las galletitas, en la margarina y en los alimentos para bebés. También en detergentes, cosméticos, jabones y velas.
¿Hay alternativas sustentables? Como consumidores, somos responsables de elegir productos certificados. En el caso del aceite de palma sostenible, para adquirir el sello de la certificación, los productores deben acreditar: condiciones laborales dignas, protección de los derechos de las comunidades locales, la no deforestación de bosques, protección de la fauna salvaje, medidas contra la emisión de gases de efecto invernadero y control de la contaminación industrial.
una cifra para tomar conciencia. Se producen más de 70 millones de toneladas de aceite de palma y, como consecuencia de la deforestación, hay más de 190 especies de animales en peligro de extinción.
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