

Quienes se decidan a mitigar el verano en ciernes -anunciado como el más tórrido de los últimos tiempos- y sosegarlo con escapadas de corto tramo (tanto en el tiempo de permanencia como de distancia a la City), tienen a mano un damero de establecimientos de campo que cuentan con refrescantes piscinas alistadas.
Si se elige la zona de Lobos, a un centenar de kilómetros de Buenos Aires, la sólida piscina de La Candelaria es una de las más veteranas -data de 1940 o poco menos- que agregaron sus ex propietarios -los Fraga- tiempo después de heredar la estancia y el castillo normando de 1200 metros cuadrados. Inicialmente fue de Oreste Piñeiro y su esposa, Candelaria del Mármol, y más tarde de la hija adoptiva Rebeca, de novelesca y trágica vida.
Se trata de una pileta elevada sobre el nivel del parque arbolado, de estilo deportivo reglamentario y con dos trampolines y una piscina para chicos.
Está disponible para quienes contratan un día de campo (65 pesos) con agasajo de recepción, almuerzo con bebidas, merienda y actividades, todo incluido. O se hospedan en los bungalows, en una casa de huéspedes o en los principescos dormitorios del castillo con cuatro comidas, bebidas y actividades (desde 100 pesos por día hasta 160, si se toma la mejor y principesca suite principal).
El lugar no cesa en sus mejoras y restauraciones de lujo, y sus comodidades se reservan por el 02227-494132.
Rita era una santa
Un poco más lejos de Lobos, en Carboni, la estancia Santa Rita dispone de una piscina convencional pero más moderna, a media distancia entre sus dos cascos, antiquísimos pero reciclados a un confort ponderable. Junto a la alberca, una araucaria, un roble y una magnolia -que hasta hace poco prodigó el embriagador perfume de su apurada primavera- protege a los buscadores de sombra a la manera de un refugio bucólico.
La parte reciclada del muy antiguo casco que erigieron los Carboni -entre colonial y neorrenacentista- agregó tres suites a las seis que iniciaron, en otro casco próximo, la vida turística de la antigua estancia.
Recibe el muy afable matrimonio de Franklin Nüdemberg e Isabel Duggan, asistido por su hijas. La comida es una garantía y el concepto de recepción resulta muy europeo.
Las actividades no opacan el sosiego que buscan los pasajeros menos inquietos, usuarios de un enorme bosque -de 40 hectáreas-, patrimonio parecido al intrincado monte que, también en La Candelaria, conviene atravesar en todas direcciones.
El día de campo en Santa Rita cuesta 60 pesos -más recepción, almuerzo y merienda- y 120 la pensión completa, siempre con bebidas incluidas. Los dos establecimientos de explotación agrícola ganadera atesoran un vigoroso pasado a imaginar en paseos a caballos o en carruaje, y a rescatar en las tertulias crepusculares.
Cómo se llega
A Lobos, desde la avenida General Paz y autopista Riccheri -peaje a 70 centavos- se marcha por esta última hasta Puente uno y su conexión con la autopista a Cañuelas (otro peaje de 70 centavos).
Desde la rotonda con la ruta provincial 6, se sigue por la ruta nacional 205 con peaje en Ulibelarrea (1,70 peso). Apenas se pasa junto al casco urbano de Lobos se llega al cruce elevado con ruta provincial 41.
Para llegar a La Candelaria se sigue hasta el kilómetro 115 de la 205, y a la derecha aparece el cartel de un camino consolidado hasta la tranquera.
Pero para acceder a Santa Rita se toma la 41 a la derecha por 7 kilómetros hasta que se pasan unas vías y se toma el camino a la izquierda (tierra firme) por 17 kilómetros hasta Carboni. Se cruzan las vías y se sigue por el otro flanco hasta la entrada de la estancia.
Francisco N. Juárez
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