
Mi esposa y yo estuvimos en Niza después de visitar varias otras ciudades de Europa y allí terminó nuestro recorrido. Fue como un broche de oro, pues nos encantó su geografía –sierras, valles, acantilados, playa y mar– para acunar a una ciudad alegre, limpia, bien urbanizada, con edificios antiguos de hermosa arquitectura, que engalanan las plazas con sus fuentes y especialmente la amplia avenida costanera sobre la renombrada Costa Azul, en la cual fueron construidos varios hoteles de renombre.
Los palacios y museos, la catedral y la Opera, entre otros edificios, embellecen la ciudad dejando al turista absorto por sus construcciones y su arquitectura. La avenida costanera, diseñada y construida para disfrutar del mar azul desde los asientos bien ubicados, o andar en bici por la bicisenda, o patinar en el ancho espacio dedicado para ello, completa lo atractivo del lugar.
La avenida Jean Médecin, que nace en la plaza De Gaulle y termina en la plaza Masséna, contiene edificios con la arquitectura similar a la que tenemos en Buenos Aires. En ella han colocado las vías de una nueva línea de tranvías con toda la infraestructura correspondiente a las paradas y protección a los usuarios. Durante nuestra estancia, un tranvía hacía su recorrido en forma experimental y con la intención de educar a los transeúntes por medio de policías en los cruces que podrían ser peligrosos.
¡Si pudiéramos tener en Buenos Aires ese tipo de transporte! Una cosa nos impactó: en los países desarrollados, las autoridades piensan y hacen las cosas para aquellos que les dieron la autoridad de administrar. Niza quedará en nuestro recuerdo como una experiencia hermosa de compartir.
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