

LIMA (El Comercio).–Dirigirnos hacia las generosas tierras norteñas siempre es un placer, y esta vez no es una excepción. Dotadas de playas envidiables, sabrosa gastronomía y una historia que deslumbra al mundo, nuestra brújula vira hacia el sol a más de 700 kilómetros de la no tan apacible Lima.
Ahí está Chiclayo, puerta de entrada hacia tesoros indescriptibles que nos relatan la grandeza de nuestras culturas prehispánicas y que se mantienen inquebrantables en el tiempo.
Desde las misteriosas pirámides de barro, pasando por la más grande colección de piezas de oro precolombinas en nuestro país y siguiendo con el más increíble hallazgo arqueológico que se haya excavado en Occidente, este circuito se destaca en riqueza e historia.
El Señor Real
Pararse frente a uno de los museos más modernos del país impresiona. Nos referimos al de las Tumbas Reales de Sipán, en Lambayeque. Por medio de una rampa, ingresamos en este edificio piramidal, transportándonos a varios cientos de años en el pasado.
Gracias a cerámicos representativos e infografías, se puede comprender la cosmovisión de la cultura moche y su legado. Aquí observamos la primera de más de un centenar de piezas de oro: un sonajero con la imagen del dios Aia Paec. Bajamos al segundo piso y encontramos los ornamentos del imponente Señor de Sipán: estandarte, orejeras, el collar de maníes, los protectores coxales, entre otros. Cada una de las piezas habla por sí sola.
El recorrido por el museo muestra cómo se realizó la labor del grupo de arqueólogos encabezados por Walter Alva en el descubrimiento y la excavación de estas tumbas prehispánicas en 1987. Al descender al primer piso nos topamos con la reconstrucción de la tumba principal, acompañada de los auténticos restos óseos. Hacia los lados vemos al también ostentoso Viejo Señor de Sipán y otras 11 tumbas descubiertas en el mismo mausoleo del complejo arqueológico de Huaca Rajada. Una experiencia que ya dio la vuelta al mundo.
A escasos minutos se encuentra el lugar donde todo se inició: el Museo Brüning.
Desde 1921, este lugar viene develando una colección impresionante de ceramios y piezas de cobre, plata y oro que, si bien es cierto no pertenecieron sólo a una época o cultura, tienen la potestad de ofrecer a los visitantes una mirada global de lo que fue nuestro legado cultural desde hace 4000 años.
Bajamos a la Sala de Oro y encontramos una de las más importantes colecciones de orfebrería de América. Desde pectorales hasta discos de oro laminados, aquí se ubican una serie de objetos que fueron profanados en sus recintos originales y que el alemán Antonio Brüning fue adquiriendo poco a poco.
La casa de la luna
Hablar de la cultura Sicán –casa de la luna, en lengua muchik– es tal vez referirnos a una civilización inexplorada, pero no menos importante que la moche. Para descubrirlo nos dirigimos hacia la ciudad de Ferreñafe.
En el Museo Nacional de Sicán nos espera la colección más grande de piezas de oro precolombino de nuestro país, aunque éste sea un hecho injustamente opacado por el legado sipán. A través de hallazgos importantes, esta cultura, que floreció a orillas del río La Leche, ha comenzado a develar sus misterios.
Los atractivos principales de este recinto son la sala de los cerámicos y el ambiente de ajuares, con las piezas de oro que descubrió el japonés Izumi Shimada en 1991.
Siguiéndole los pasos a la cultura sicán, nos dirigimos a las pampas de Túcume para apreciar in situ lo majestuoso de las construcciones de los antiguos habitantes de estas tierras.
Con sus 26 pirámides hechas de barro y construidas a partir del siglo X de nuestra era, el camino para llegar al mirador se encuentra lleno de algarrobos y se torna agotador. Con el sol quemando la piel y los incesantes sonidos formados por el aire llegamos a Huaca Larga, la pirámide mayor dedicada a un mítico personaje llamado Naylamp. Excelente final para un viaje mágico.
Antiguo bosque de piedras
LIMA (El Comercio/GDA).– En Cumbemayo, el viento esculpió lo que la imaginación puede vislumbrar. Es que los inmensos farallones lucen majestuosos y forman un gran bosque de piedras que alberga cuevas, canales, acueductos, petroglifos y un mar de formas que semejan fabulosos personajes.
Aquí, a más de 3500 metros de altura, el viento sopla fuerte y el sol quema.
Y es donde se puede ver el canal de Cumbemayo, que ya varios cientos de años antes de Cristo transportaba artificialmente las aguas de los ríos hacia lo que hoy es la población de Cajamarca, en un recorrido de 9 kilómetros tallados en la roca.
Los sinuosos senderos llegan hasta Agua Tapada, donde el canal desaparece en el suelo para resurgir como fuente de agua. Desde ahí, el recorrido se bifurca en dos caminos: uno se dirige hacia Agua Tapada y el otro se desvía hacia el sitio arqueológico de Layzón.
Este interesante trabajo de ingeniería prehispánica lleva consigo connotaciones que están relacionadas con complejos rituales y un esmerado culto al agua.
Los antiguos pobladores de esta región apreciaron de manera casi mítica estas formaciones rocosas y el maravilloso entorno que lo rodea, escogieron uno de los parajes más impresionantes de los Andes y, sabiamente, sin distorsionar el paisaje, aprovecharon sus pendientes y rocas para elaborar lo que se considera el mayor proyecto hidráulico de su época.
Datos útiles
- Cómo llegar: desde Buenos Aires hay varios vuelos diarios a Lima, operados por Taca, Lan Perú y Aerolíneas Argentinas, con precios desde US$ 277. Desde Lima hay vuelos diarios a Cajamarca y Lambayeque por Aerocóndor.
- Dónde alojarse: la oferta hotelera es abundante y para todos los presupuestos
- En Internet: www.peru.info
Jimena Villavicencio
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