Anoche volvimos al bolichito de los camarones.
Mientra esperábamos lo que habíamos pedido (camarones), mi marido y yo mantuvimos la siguiente conversación:
N: Che, te juego a algo.
C: Dale, a qué?
N: Te juego a que charlamos como si vos fueras un amigo mío.
C: Hecho, pero no vale hablar de minas.
N: OK (jaja)
C. Sí, jaja, qué gracioso.
N: Bueno, yo de lo que quería hablar era del bardo que es cuando tenés hijos.
C: Sí, es un bardo. Es difícil porque no tenés tiempo de nada. Tus días transcurren entre el trabajo y los niños.
N: Eso, es eso. Es la monotonía. Pero la monotonía por falta de tiempo.
C: Sí, es muy complicado porque para poder moverse de la rutina, hay que planificarlo con días de anticipación.
N: Sí, es como que la improvisación, la espontaneidad ya no existen.
C: Es eso.
N: Pero menos mal que mi mujer está así de fuerte.
C: Ah, sí?
N: Sí, no te das una idea. Así de fuerte está. Más difícil aún cuando llega la noche y no te queda otra que dormirte.
C: Ah, claro.
N: Salvo cuando estás en Punta del Este
C: Y tus chicos están con Mirti
N. Eso.
C: Pero ya pediste la comida. Si ya pediste la comida qué hacés? Suspendés y te vas a un telo uruguayo?
N. No, no, ni loco. Porque mi mujer después de los camarones se pone contenta
C: Ah, es cierto eso.
N: Pero mientras esperamos la comida, se nos da por apretar como adolescentes (porque mi mujer se puso un vestidito que Dios te salve)
C: jajajajaa, Nicolás! apretar!
N: Sí, boba, no se dice "apretar"?
C: No sé, vos te referís a esto?
Y zas, me lo apreté.