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TUNEZ: vanguardia del mundo árabe

En el norte de Africa, es el país más moderno; por ley, mujeres emancipadas y monogamia




TUNEZ.- Minifaldas y túnicas, camellos, edificios, el eterno regateo de las medinas y los centros comerciales, a precio fijo. Arabe, francés, ritos musulmanes y monogamia.
En este pequeño país del norte africano los contrastes, los encuentros culturales y el sincretismo religioso son los pilares de su identidad. Y de esa mezcla surge una nación que vive con un pie en Oriente y el otro en Occidente. Los lazos con el mundo árabe se mantienen; aquí son musulmanes, pero no hacen de la religión una cuestión de Estado. Alejados de los fundamentalismos, se consolidan como el país que pudo romper las cadenas de la tradición y abrirse al cambio.
Túnez es la única nación de las 21 musulmanas en el que por ley está prohibida la poligamia, la mujer está emancipada, habilitada para pedir el divorcio y existe el voto femenino. De hecho, en el gabinete de ministros hay tres presencias femeninas, en la Universidad más del 50 por ciento de los estudiantes son chicas y hasta tienen una mujer piloto de avión.
Estos derechos llegaron a Túnez formalmente de la mano de Habib Bourguiba, uno de los grandes estadistas del país, que estudió en Francia, se casó con una francesa y quiso para su tierra los mismos derechos que vio en Europa. En 1957, luego de la independencia, que dio fin al protectorado francés, se proclamó la república y él se constituyó en el primer presidente.
Aunque los cambios tardaron en llegar, sobre todo en el interior, hacia el Sur, donde las mujeres salen poco de sus casas y siempre están tapadas de pies a cabeza. En la capital todavía quedan resabios de ese pasado no tan lejano: en los bares del centro, a toda hora del día se ven hombres que, cerveza o té a la menta mediante, ven desfilar la vida, pero casi no se ven mujeres.
Estos avances, el buen nivel de vida de un país próspero, con una economía en crecimiento, ayudaron a que Túnez se afianzara en el mercado turístico hasta convertirse en el segundo país africano más visitado, después de Sudáfrica.
Actualmente recibe alrededor de cinco millones de visitantes, la mayoría europeos en busca de las cálidas playas del Mediterráneo (en Hammamet y Sousse) y de costumbres exóticas. Aunque Túnez está apenas a una hora de vuelo de Roma, visitar un país donde el idioma oficial es el árabe, los altavoces de las mezquitas llaman a los fieles, muchas mujeres todavía prefieren usar el recatado pañuelo en la cabeza, los hombres andan de la mano como demostración de amistad y en el Sur está el mismísimo Sahara, despierta esa curiosidad que provoca lo diferente.
Son exportadores de aceite de oliva, aceitunas y dátiles. En la mesa hay que animarse a probar la harrissa, una salsita picante de pimiento rojo que hace ver las estrellas y que se come como la manteca, antes de la comida. Otra exquisitez para olvidarse de las dietas es el brik, como una gran empanada hecha con una hoja de masa muy fina y rellena con un huevo, puré de papas, perejil y atún; todo frito. También se destacan los pescados y mariscos, y el cuscús, una especie de polenta que se sirve con vegetales.

Capas de historia

El libro de la historia tunecina tiene muchos capítulos, con más de 3000 años sobre sus espaldas. Muchas civilizaciones pasaron por estas tierras y cada una en su momento dejó marcas, obras y costumbres.
Las primeras hojas están escritas por los bereberes, los habitantes iniciales de la zona, que llegaron en el 10.000 a.C. desde el Sur. Los fenicios del Este comenzaron a frecuentar la región hacia el 2000 a.C., pero fue la llegada de la reina Dido, escapando de su hermano, la que hizo grande a la zona con la fundación de la mítica Cartago, en 814 a.C., la gran rival de Roma.
El imperio cartaginés floreció y extendió sus dominios por los cuatro puntos cardinales. Hasta que en las Guerras Púnicas fue completamente destruida por Roma.
Sobre las ruinas de Cartago, en la actualidad, está el barrio donde vive la elite del país, con mansiones lujosas que miran el mar y muchas embajadas, entre ellas la argentina. Son pocas las ruinas que pueden apreciarse de aquellos años de esplendor, pero se puso en marcha un plan de rescate.
El Imperio Romano dominó la región y para mostrar su poderío construyeron en El Jem un coliseo (igual que el de Roma, pero un poco más chico), con capacidad para 30.000 espectadores. A pesar que es del año 238, el estado de conservación es asombroso. Está construido en piedra arenosa, que se obtenía en canteras cercanas y se decía que los materiales llegaban a lomo de animal por un túnel de 40 kilómetros.
Se puede visitar las mazmorras subterráneas, donde estaban los prisioneros y las fieras que peleaban en la arena. Actualmente se ofrecen espectáculos por la buena acústica que posee.
El paso de los romanos también se aprecia en los mosaicos del Museo del Bardo, en la ciudad de Túnez. Estas obras de arte, encontradas en diferentes lugares del país, son una especie de archivo de la vida romana, y en ellas se ven escenas cotidianas y de los dioses que adoraban.
El mosaico es un conjunto de piedritas muy pequeñas, pegadas una al lado de la otra, que adornaban pisos y paredes. Se ve, entre otras, una representación de la aventura de Ulises y un mosaico de Virgilio, el único del mundo.
La invasión de los musulmanes en el siglo VII marcó el futuro de la nación. Vencieron a los bizantinos y se instalaron en Kairouan, en el centro del país. Hacia el año 670 se construyó la Gran Mezquita, la más antigua del Magreb. Se puede acceder hasta el patio y a través de las enormes puertas talladas espiar la sala de oración, porque la entrada está prohibida para los que no son musulmanes. A la distancia se ve un bosque de columnas con capiteles de diseños diferentes y un mar de alfombras, donde hombres por un lado y mujeres por el otro siguen las palabras del Corán.
Kairouan es la cuarta ciudad sagrada del islamismo, después de La Meca, Medina y Jerusalém. Los tunecinos suelen llegar varias veces en su vida en peregrinación hasta esta mezquita por lo caro que cuesta ir a La Meca.
Después de desandar el pasado por los rincones de este país se descubre que precisamente las diferencias son fuentes de riqueza, que esta síntesis de civilizaciones define el perfil de un pueblo en movimiento. Con la gran influencia francesa, el espejo de Europa, pero el corazón árabe, crecen y se consolidan en el norte de Africa.

Mitos y amuletos

Si por la calle se cruza una pareja, que la chica tiene las palmas de las manos pintadas de rojo seguro que están recién casados. La costumbre marca que como símbolo de alegría y de fiesta, las novias se tiñen con henna natural las palmas de las manos y de los pies en un baile ritual.
Otra curiosidad son los amuletos que usan: la mano de Fátima, un pez o una guindilla (un pimiento rojo pequeño). Cuelgan de autos, cuellos y adornan las casas. Se cree que rechazan el mal de ojo.

Un barrio en blanco

Uno de los lugares más atractivos de Túnez, donde se siente la influencia mediterránea, es Sidi bu said, un barrio del siglo XVII, con callejuelas empinadas que cuesta bastante transitar y donde todas las construcciones están pintadas de blanco, con las ventanas en celeste pastel. Los colores tienen explicación: blanco contra el calor y celeste contra los mosquitos.
Este barrio, colgado de un acantilado, con balcones que miran el mar, es fuente de inspiración de pintores y escritores que lo adoptaron como su residencia estable. Muchos jóvenes llegan para pasear con amigos y se quedan en los barcitos, saboreando un té a la menta con piñones, fumando shisha, y disfrutando de la vista de la marina y el golfo.
Camino a Sidi bu Said, el balneario La Goleta merece una escala. En esta zona nació la bellísima Claudia Cardinale y aún tiene su casa de veraneo. Las playas simbolizan la convivencia pacífica; hay una mezquita frente a un templo judío. También un barrio cristiano. En el mar es común ver mujeres en bikini y otras, con velo y polleras largas.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 1075
Volando por Alitalia. Hasta Túnez, de ida y vuelta, con tasas e impuestos. Salidas entre el 27 de julio y el 4 de diciembre; en temporada alta, US$ 1400.
Con escalas en Roma o Milán. Con un stop, US$ 75. Informes: 4310-9999.

Alojamiento

Las ciudades más turísticas son Soussa y Hammamet, que cuentan con grandes hoteles sobre el mar, y también la capital. Un hotel cinco estrellas cuesta desde US$ 130; uno de cuatro, alrededor de 90, y uno de tres, aproximadamente 60.

Gastronomía

Las comidas típicas son el cuscús, los pescados y el cordero. Un menú, en un restarurante cuesta alrededor de US$ 25. Un té a la menta, con piñones, US$ 1,50.

Moneda

El dinar cotiza a 1,37 con respecto al dólar. Conviene manejarse con la moneda local porque los dólares no siempre son aceptados, sí, en cambio, el euro.

Vestimenta

Se puede usar short y remera sin inconvenientes, salvo en la visita a mezquitas y otros lugares religiosos, en los que se obliga a las mujeres a tener brazos y piernas cubiertos.

Souvenirs

En las medinas hay alfombras, artesanías en cuero, cerámica cobre y oro, esencias naturales de perfumes y perfumeros. También se puede traer aceite de oliva, uno de los mejores del Mediterráneo.

Más información

Embajada de Túnez. Ciudad de La Paz 3086. Atención de lunes a viernes, de 10 a 15. (4545-5149).

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por Redacción OHLALÁ!


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