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Un paseo para revivir la historia argentina

Entre Quilmes y Ensenada, algunas recorridas permiten encontrarse con vestigios de las Invasiones Inglesas




La autopista entre Buenos Aires y La Plata permite un vínculo con el lugar que eligió una flota inglesa para desembarcar el 25 de junio de 1806 en la punta de playa de la finalmente fracasada Primera Invasión Inglesa. En pocos días más se cumplirán 193 años.
Los automovilistas que llegan a la altura de Quilmes y el derivador que entronca con la avenida España, tienen hacia el Oeste, la visión de la tenue barranca que -entonces despoblada- avistaron los 1635 invasores británicos.
Si se sale de la autopista por ese desvío, la avenida España conecta con la costa, pero conviene buscar la avenida Otamendi que lleva en dirección al río por el camino que usaron nuestros antepasados veraneantes.
En esa costa fue donde las chalupas británicas aguardaron una marejada que los dejara mejor posicionados. Vivaquearon esa lluviosa noche más cerca de la barranca y apartados de lo que ya en este siglo fue una modesta costanera que en los años 40 tuvo su apogeo como balneario.
Con las aguas más claras y menos contaminadas de entonces, muchos porteños del barrio Sur -viaje en tranvía 22 mediante- aliviaron los rigores del calor. La visita a esa costanera tradicionalmente conocida como avenida Cervantes recupera algunos testimonios de la época balnearia, mientras que hacia el Norte, la avenida de Los Aromos lleva hasta el centro recreativo del Automóvil Club Argentino. En la zona hay algunas parrillas, pero es en el centro de Quilmes donde mejora la oferta gastronómica, obligado paréntesis del paseo.

Otra vez en la historia

Después de la noche lluviosa y fría, los británicos amanecieron el 26 a la vista del pueblito de la Reducción, llamado así por las tribu de los Quilmes, diezmada por una epidemia. Arriba, a la izquierda, era una mínima aldea. "Quedé inmovilizado hasta las 11 de la mañana", confesó más tarde el general Car Beresford, fastidiado por los disparos de guerrilla y el cenagoso terreno quilmeño.
El famoso regimiento 71 fue el que abrió el fuego mayor sobre la escasa defensa lugareña que se replegó hacia el Riachuelo y quemó el puente de madera -inaugurado con peaje por Gutiérrez Gálvez a fines del siglo XVIII-, una vez que se aseguraron la retirada en las barracas.

Desde la metrópoli

Si se quiere hacer un camino más nostálgico, conviene arrancar en Buenos Aires, en el templo de Santa Domingo (Belgrano y Defensa), donde hay varios vestigios de las dos invasiones inglesas.
Por lo pronto dos banderas del regimiento 71 Highlanders rendido a Santiago de Liniers -que residió a la vuelta del convento, en Venezuela 469, casa de Sarratea, familia de su segunda esposa fallecida- y otra bandera inglesa que flameó por poco tiempo en el Retiro.
Los cañonazos en la torre izquierda del templo (única existente entonces) marcados en madera, reemplazaron el metal de los disparados por los criollos durante la Segunda Invasión de 1807, cuando los ingleses ocuparon el templo. Treparon hasta con caballos y quedan aún deterioros en un descanso de mármol.
También fue morada final de los generales Belgrano, Balcarce y Zapiola y de Martín de Alzaga, héroe en 1807, pero sedicioso y ajusticiado en 1812. Otras heridas al templo llegaron el 16 de junio de 1955, durante la iconoclasta quema de las iglesias .
Para seguir el paseo por la costa de los desembarcos británicos, si se continúa en marcha por la autopista hasta el cruce Gutiérrez, debe tomarse el Camino Centenario hasta La Plata para ingresar por el camino de Punta Lara (continuación de la avenida 74) y seguir hasta la costa.
Allí abundan los camping costeros y los clubes de pesca con espigones. También los apeaderos con parrillas o comedores de menú fijo. Por la ruta costera 15 en dirección Ensenada, hay que seguir hasta el Fuerte Barragán.
Allí quedan vestigios de esa fortificación que se visita con habilitación de museo, abierto de lunes a sábados, de 9 a 12 y de 15 a 18, y domingos por la tarde (0221-4691642). Hasta el fuerte llegaron los ingleses en 1806 pero siguieron a Quilmes.
Ante la aparición de la flota en 1807, se ordenó el repliegue criollo hacia Buenos Aires y el general Whitelocke pudo operar el desembarco en la ensenada de Barragán.
Queda parte de la muralla y dentro del museo uno de los cañones de madera que simularon una mayor batería para engaño de los insistentes intentos portugueses.
El museo guarda una cama del almirante Brown y un viejo mapa con la gira de hostigamiento de Hipólito Bouchard por Filipinas, México y California, entre otros curiosos testimonios.
Francisco N. Juárez

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por Redacción OHLALÁ!

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