

VIENA.- Una explicación del encanto de Viena pasa inevitablemente por Sissi y por el vals.
El monumental palacio de Schönbrunn, en las afueras, fue el hogar de la mujer del emperador de Austria, pero ella pasó los últimos años de su vida lejos de la corte vienesa.
Una visita al magnífico edificio permite apreciar con lujo de detalles aspectos de la vida íntima y cotidiana de la emperatriz. Es difícil explicarse por qué Sissi no se quedó a vivir en este deslumbrante palacio, pródigo en habitaciones, comodidad y lujo.
La historia tiene razones de sobra al respecto. Sissi -se asegura- procuraba destacarse como persona y no como emperatriz, despreciaba la monarquía como forma de gobierno y disfrutaba del contacto que mantenía con el pueblo.
Pero Viena no sólo asombra por su lujo imperial y el encanto del viejo mundo. El amante del arte tiene para entretenerse como en Florencia o en Londres. Es una ciudad que late al ritmo de sus galerías, negocios con la última moda, restaurantes y lugares nocturnos.
En el corazón de la ciudad antigua, la catedral de San Esteban, bombardeada por los turcos en 1863 y por los rusos en 1945, es -como aseguran- el más bello edificio gótico de Austria. El campanario es el símbolo de la capital.
La gastronomía es un capítulo aparte. A su famosa pastelería se suman los platos que pueden degustarse en los beisel de la ciudad, que son algo así como fondas típicas. La cocina casera es de primera calidad. Son recomendables las albóndigas de hígado de buey y las sabrosas variaciones del gulasch húngaro.
Vino y cerveza
No es raro que en la música de Mozart perdure el aroma de la Viena del pasado, la de los cafés y los paseos por el Prater -el prado por excelencia-, la de los fastos de Schönbrunn y las tabernas donde se bebe vino y cerveza.
Con un millón 600 habitantes, la ciudad del Danubio está cerca de todo. La frontera checa sólo se encuentra a menos de 40 kilómetros y Hungría a 62 kilómetros, de modo que es factible visitar en el día ambos países.
En cuanto a lo puramente musical, en ninguna otra ciudad del mundo se representa a Mozart con mayor perfección que aquí, casi con unción religiosa.
Otro encanto de Viena pasa inevitablemente por el vals: Johann Strauss nació en octubre de 1825 y dejó que su talento musical quedara aposentado en las históricas paredes de Patretrasse 54, donde al lado funciona un local de McDonald´s.
La vieja vivienda se ha convertido en el Museo de Strauss y conserva del rey del vals algunas de sus notas, su violín Amati, un piano, así como un órgano doméstico que solía tocar de noche.
Allí, en 1867, Strauss compuso el vals Danubio Azul . Antes de crear esta canción de moda internacional e himno secreto de Austria, creó más de 300 obras. El ascenso de Strauss se produjo en las décadas en las que se construyeron los suntuosos edificios alrededor del casco antiguo.
A cien años de su muerte, las inmortales melodías de Strauss envuelven la escena vienesa. Viena es una fiesta.
El turista melómano tiene para divertirse buscando algunos de los domicilios de Strauss, los de Mozart, que fueron muchos, y los de Beethoven, no menos de 25.
A pesar de ser una metrópoli moderna. Este año se cumple el centenario de la muerte del genio musical y ciento cincuenta de la de Johanss Strauss padre.
Tanto la ópera nacional como la ópera popular ejecutarán durante todo el año composiciones de ambos músicos. Pero además de su estupendo panorama musical, la ciudad muestra un buen repertorio de cosas para ver.
Contrastes para el oído y la vista
La ciudad imperial rica en tradiciones, que adquirió su carácter en la época de la monarquía austrohúngara, muestra una arquitectura moderna y futurista, una vida muy animada, y los placeres culturales para el oído y la vista.
Es una ciudad que deslumbra con sus palacios, como Schönbrunn, Belvedere y la antigua Hofburge invita, a recorrer el laberinto de las viejas calles pintorescas que rodean la catedral gótica de San Esteban, ubicada en el corazón de Viena.
Cada domingo, en la capilla del Hofburg, el antiguo palacio imperial, los pequeños cantores de Viena interpretan obras de Mozart y de Haydn ante los sillones de terciopelo carmesí que una multitud impaciente toma por asalto.
Atravesar la ciudad en un coche de caballos es otra alternativa. Un elegante carruaje, un cochero con bombín y dos caballos forman el Fiaker, el vehículo de mayor tradición y el más romántico de Viena.
Lo conducirá por la ciudad antigua igual que en los tiempos del emperador. Se recomienda convenir con el cochero la duración y el precio de viaje.
Ninguno cobra menos de 10 dólares y el cochero se presta sin inconvenientes para la foto.
Una avenida imperial
Es insoslayable un paseo por La Ringstrasse porque antiguamente la famosa avenida del siglo XIX fue el escaparate de la monarquía.
El vasto imperio de aquel entonces mostraba su importancia en esta calle con la Opera del Estado, el Museo de Bellas Artes (en cuya visita hay que agregar el restaurante) y el Museo de Historia Natural.
Si en el recorrido se incluyen las compras, se recomiendan las zonas peatonales de la Kämtner Strasse, el Graben y el Kohlmarkt.
Elegantes tiendas de moda se mezclan con los negocios de antigüedades.
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