Explorá tu orgasmo

Cuando la excitación llega alto, a lo más alto del viaje, todas (¡o casi todas!) sabemos qué pasa. Explosivo o discreto, knockeante o calmo, al final de ese camino hay una liberación. Como si se tratara de un cuento, con introducción, nudo y desenlace, recorriéndolo sola o acompañada, el camino del placer es puro instinto. Aunque nadie te enseñe a hacerlo (de hecho, nadie te enseña), tu cuerpo, tu biología y tu mismo deseo se disponen hacia una meta en común: el momento en que la tensión contenida en tu cuerpo se vuelve intolerable y entonces...

Listo. Reset. Liberación. La petit mort –o "pequeña muerte"–, como llaman los franceses al orgasmo femenino, es, paradójicamente, una de las expresiones vitales más contundentes. Genera en nosotras, a nivel biológico, un cóctel hormonal que supera el de cualquier happy hour y, cuando es vivido plenamente, una paleta de emociones adorables. Puede ser un placer ondulante, efímero y volátil, y también podemos profundizar en él, observarlo más de cerca y tratar de entender nuestra naturaleza en el modo en que aparece, desaparece y ¡vuelve a aparecer!

Un orgasmo se produce cuando la zona genital se colma de sangre gracias a la excitación previa. Cuando esto pasa, los canales se saturan y debe comenzar la descongestión de la zona. Ese minisegundo en que eso sucede es el clímax sexual. Luego, el cuerpo se encarga de hacer circular, mediante pequeñas contracciones, el torrente hacia otros cauces, y deja una increíble sensación de liberación. Nuestra zona es mucho más amplia e irregular que la de los hombres. Esto, lógicamente, hace que a la mujer le tome más tiempo que a ellos llegar al orgasmo (ver "Númerooooh"). Durante ese tiempo, lo que una chica necesita son caricias, estímulos, erotismo. No necesariamente promesas de amor eterno (¡ni chamuyo!). Aunque con otros tiempos, la lógica del placer sexual es la misma. Ahora, si te lo estás preguntando, sí, la cabeza también es importante.

Un orgasmo es, de algún modo, el encuentro de la fricción correcta con la fantasía indicada. ¿Por qué? Porque es la fantasía, lo que te produce cierta persona o situación, lo que te lleva a buscar con más intensidad ese roce que intuís cómo terminará. El cerebro es el órgano sexual más importante. Lo que te contás a vos misma en tu cabeza (¡tu croqueta!), lo que el otro te provoca y la situación que inducís es lo que disminuirá o amplificará todo lo que estás sintiendo en tu cuerpo. Es lo que te hará ir en búsqueda de ese momento. Por eso diferentes personas "te dan" diferentes orgasmos, diferentes fantasías te hacen sentir cosas distintas. Algunas personas pueden incluso provocarse orgasmos sin necesidad de tocarse o ser tocadas, simplemente recibiendo estímulos en otras partes de sus cuerpos o contrayendo sus músculos de determinadas maneras. En esos casos, la mayoría de las veces, las ganas lo son todo. Ahora, ¿son esos orgasmos mejores que otros?

Aunque puedan ser más o menos intensos, no existe un orgasmo de primera marca y otros de segunda mano o de outlet. Para los expertos, cada uno de estos pequeños episodios de placer vale. Sean fuertes o blandos, borrosos o shockeantes, la diferencia entre ellos hace a la gran gama de colores que puede contener nuestra sexualidad. Porno mediante, muchas nos obsesionamos con alcanzar estados de trance, ver fuegos artificiales o lograr prácticas posibles pero más complejas, como la eyaculación femenina a través del estímulo del punto G o los orgasmos encadenados, la famosa multiorgasmia. Lo cierto es que, si bien es verdad que todas tenemos el potencial para lograr estas cosas (no existen cuerpos fallados), el grado de excitación, la energía extra de la que disponga tu cuerpo, tu estado emocional y hasta la técnica harán de esa petit mort algo más o menos petit. No te preocupes, se trata de una mort de todas formas, y eso es lo que vale.

-Genera felicidad: la búsqueda de placer es natural y está asociada a nuestra vitalidad y a nuestra plenitud. Las sensaciones confortables que produce un orgasmo hacen biena todo el sistema corporal, ya que se liberan tensiones y suben las defensas, entre otras cosas.

-Mejora nuestra fertilidad: aquellas mujeres que alcanzan el clímax durante el sexo tienen más chances de quedar embarazada, gracias a los movimientos musculares que alinean el útero con el canal vaginal, lo cual permite una entrada más directa. Además, genera un contexto y una temperatura más aptos para que los espermatozoides se desplacen, los ayuda en su viaje ascendente hacia el óvulo. De alguna forma, mientras vos la pasás bomba, tu cuerpo "succiona" el esperma que quiere retener para crear un bebé.

-Mantiene el aparato reproductor y ¡nuestro ánimo! saludables: tener sexo sin llegar al orgasmo con asiduidad puede traerle problemas a una chica también. En nosotras, la congestión de la zona sin la posterior liberación que implica el orgasmo provoca algo llamado pesadez pelviana, que puede dar lugar a la vulvovaginitis, una inflamación muy molesta que va acompañada de hipersensibilidad. Y hablando de hipersensibilidad, ni hablar del mal humor que nos sobreviene cuando hay una energía contenida, no encausada. Las "malcogidas" no son, por supuesto, exclusividad de las mujeres, sino que es un mal que nos acoge a todos (¡cuac!) cuando hay una tensión no liberada en nuestro sistema. Muchas veces se canaliza en el sexo con "final feliz", pero también danzando, creando, soñando, meditando.

-Nos conecta con lo sagrado: es curioso, pero todos los terapeutas sexuales coinciden en que la capacidad de tener un orgasmo implica necesariamente un "dejarse ir", una pérdida de control que es requisito para que el éxtasis llegue. Este dejarse ir nos exige autenticidad. No hay manera de entregarse al momento presente –y el orgasmo es puro presente– si estás metiendo panza, sacando cola o pensando con qué técnica vas a impresionar a tu compañero. Mucho menos si no estás cómoda con tu propio cuerpo o tu pareja de ese momento. Por eso, la aceptación y la humildad que exige la entrega construyen un puente hacia el otro y también hacia nuestras propias emociones.

Así, cada orgasmo también puede disfrutarse como unos instantes de meditación, en los que todo se apaga –cuando no existen los pendientes de la oficina, ni las cuentas por pagar, ni los enrosques del día– y tenemos el privilegio de gozar de una conexión íntima con nosotras mismas.

Para el tantra, su poder radica en que limpia el cuerpo, como un baño energético que despeja el sistema corporal de la energía atascada y de la tensión profunda y mueve emociones adormecidas en nuestro interior. Por eso, este espacio de silencio es un elixir a medida que nos revitaliza, nos sube la autoestima y nos alinea con nuestro costado más salvaje y ancestral, que siempre es un terreno fértil para profundizar.

Basta con rastrear las autobiografías de mujeres como Simone de Beauvoir, Frida Khalo o Victoria Ocampo, quienes supieron empoderar a las mujeres de sus épocas con la certeza de que se puede extraer el deseo sexual sin connotaciones necesariamente románticas. Se trata, ni más ni menos, de nuestro derecho erótico. Son nuestra libertad interior y nuestros prejuicios los que pueden condicionar nuestro acceso a este.

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