

Hace poco vi una película en la cual la protagonista hablaba de “señales”. “Tenés que prestarle atención a las señales”, le decía ella al personaje masculino principal. Aquella frase se instaló en mi cabeza y quedó ahí dando vueltas. A partir de ese instante, y como consecuencia de mis ganas de desafiarme laboralmente y visualizar nuevos horizontes, comencé a ver por todas partes indicios que me alentaban a perseguir esa nueva meta.
Y a los dos días me llegó un mail de parte una lectora. En la primera línea del correo vi que decía: “¿Crees en las señales? ¿Sabés cómo identificarlas?”
¿Qué estaba pasando? ¿Primero la película, después los indicios y ahora de pronto este mensaje? ¿Acaso el universo estaba complotando? Ella agregó: “Cuando deseamos realmente algo el universo conspira para que eso suceda. Si vamos por el camino correcto las señales están en todas partes, pero hay que aprender a identificarlas, es como magia, como si todo tuviera un sentido y un propósito.”
Para acompañar lo que sigue, les dejo este tema:
Sinceramente, no sé si existen las conspiraciones del universo o señales que aparecen a propósito para que descubramos algo. Pero si creo que hay cosas que comienzan a suceder cuando realmente tenemos deseos concretos.
Tal vez y para muchos, una de las cosas más difíciles en esta vida es descubrir y redescubrir quiénes somos, cuáles son nuestros dones, nuestras fortalezas. Sin mandatos. Sin presiones.
Y, tal vez, una de las fortunas más grandes de la vida sea, justamente, saber qué nos apasiona y lo que queremos hacer de nuestras vidas de corazón. A veces, tenemos todos los medios, las posibilidades y la salud, pero sin embargo no sabemos qué buscamos. Quizás, ni nos animamos siquiera a hacernos la pregunta. Por ello, creo que cuando nuestras verdaderas pasiones y capacidades se revelan, podemos considerarnos bendecidos.
Tengo la sensación de que cuando esos velos caen, y ante nosotros surgen los deseos claros, es ahí cuando aparecen las señales. Las reconocemos en el momento en el cual ya no estamos tan mareados, en el instante en el que comenzamos a descubrir nuestra esencia, nuestra identidad y entonces ahí, de pronto, comenzamos a bucear por aguas diferentes. Y ese océano tiene todas las señales; las tiene porque las queremos ver. Sabemos identificarlas porque, con mayor o menor consciencia, en el fondo sabemos qué es lo que estamos buscando.

Y así, por ejemplo, si descubrimos que la música es nuestra verdadera pasión, la veremos por todas partes, la soñaremos por las noches, nos detendremos en frases que nos alienten hacia ella y pasaremos por alto otras; frecuentaremos espacios relacionados y nos cruzaremos con personas que “casualmente” tendrán la capacidad de darnos nuevas herramientas que nos acerquen un poquito más hacia nuestra meta. Lo mismo pasaría si descubrimos que de corazón queremos bailar, pintar, ser maestros, hacer determinado deporte, escribir, ver la forma de dedicarnos a viajar más y descubrir nuevas culturas, o ser madres. Esto último es de saber popular: cuando sabemos que queremos ser mamás, vemos bebés por todos lados, notas relacionadas y personas que están sumergidas en tema. Percibiremos todas, pero todas las señales.
Vemos lo que queremos ver. Entonces, si visualizamos un deseo claro, veremos los indicios que nos lleven por ese camino. Y todo, pero todo ese fluir siempre estuvo; todas esas “señales” siempre estuvieron siendo y esperando latentes. Es la certeza de nuestras convicciones la que las hacen emerger y ahí, en ese preciso instante, como si tuviéramos una red invisible, las rescatamos y dejamos que otras dimensiones de la vida queden sumergidas.

Pero también creo que debemos estar fuertes para poder sostener la red. Sospecho que si anteponemos nuestros miedos y si estamos inseguros, aún a pesar de saber qué anhelamos e incluso si vemos las señales, esa red que supo rescatar todos los indicios de las nuevas aguas, volverá a hundirse y dejará que todas nuestras nuevas herramientas se entremezclen y se pierdan con el resto de la cotidianidad. En cambio, si priorizamos nuestras ganas a nuestros miedos, podremos ubicar todo, y con éxito, en tierra firme.
Me parece que si ese “bichito” de desafiarme laboralmente no se hubiera instalado, no lo hubiese puesto por escrito en el post anterior, la frase de la película probablemente no me habría llamado la atención y la lectora no me hubiese hecho la pregunta. La hizo porque leyó el último texto y ella también está tras la búsqueda de nuevos horizontes en el trabajo; y la hizo, a su vez, porque supo identificar la señal. En otro momento de su vida, mi escrito tal vez ni le hubiera llamado la atención.

Podemos llamarlo universo que conspira, pero creo que en el fondo somos siempre nosotros. Seres magníficos en este Planeta Tierra, que para bien o para mal, provocamos y nos dejamos provocar, nos buscamos y nos dejamos encontrar, nos identificamos y revelamos nuestra identidad.
Ustedes, ¿creen en las señales? ¿Creen en un universo que conspira?
Beso,
Cari
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