Así es la casa de Carla Quevedo, un PH transformado en refugio hedonista y creativo

La escalera anticipa las formas orgánicas que esperan arriba, en este monoambiente que tiene todo lo que Carla necesita: un espacio para dormir -y solo para eso-, un baño central que es el sueño de muchos, un rincón de trabajo que la inspira con sus vistas y un sector de lectura con dos bibliotecas para sus libros que, además, decoró a la perfección. Originalmente, en esta planta estaba la terraza.

La obra de refacción de los arquitectos Fabrizio Pugliese y Felicitas Navia, de Ohio Estudio, la convirtió en su lugar en el mundo. “Podría vivir acá arriba”, se ríe. Y es que cada pedacito tiene algo especial y responde a sus necesidades de disfrute y limpieza mental. El baño es el rincón hedonista por excelencia: “Me gusta jugar a que estoy en un hotel o un spa, todos los días -cuenta-. Pero, sobre todo, hablando de salud mental, el agua me transmite calma y me ayuda a regular mi sistema nervioso”.

En los días en que la cabeza no para, el plan perfecto se resume así: baño de inmersión, mirando el cielo, copa de vino en mano y un libro que la transporta más allá de la realidad. Todo es un win-win.  

En todos los sentidos, sobre todo, de puertas abiertas. Porque Carla ama recibir y, quienes la conocen, saben que es una gran anfitriona. Los fines de semana, según cuenta, la casa se llena de gente: le encanta cocinar y agasajar a sus invitados. “Me hace feliz que mi casa sea un lugar de encuentro -dice-. De hecho, muchos espacios están más pensados para los otros que para mí.” ¿Si se relaja cuando recibe? Ni un poquito. “¡Hasta tengo fundas de tela para los zapatos!”, se ríe. Y es que su casa suele estar siempre impecable, casi como una foto de revista. “Lo hago para no desbarrancar”, confiesa. 

Entre sus rituales para recibir: arma ramitos de flores silvestres de su jardín, enciende velas y perfuma cada rincón. El aroma de la casita hedonista es la fragancia Tabaco, de Kion, mezcla de salvia, cedro, okumal y cuero. “Marina, su dueña, me invita a su laboratorio y juego a crear fragancias -cuenta-. Le pedí que cree una que huela a madera de hogar quemándose.” Y con esa idea, Carla vuelve a sorprender.  

Carla llegó a la casa guiada por una foto del jardín. El PH no estaba en su mejor estado, pero ese verde natural en medio de la ciudad la atrapó de inmediato. “Entré y supe que era mi casa -asegura-. Es medio inexplicable, pero lo sentí energéticamente”. Antes de empezar con la obra, un colibrí la visitaba cada día en el jardín: lo llamó Pablito. Victoria Codon se encargó del paisajismo: Carla le pidió plantas nativas, como un gesto amable hacia el ecosistema, desde su lugar. Hoy, mientras escribe, la visitan mariposas de colores, como pinceladas de inspiración que lleguen de ese cielo que siempre la cautiva. 

En esta página, también: el interior del baño con azulejos que se repiten -en distintos colores- en otras escenas de la casa y crean un hilo visual que une espacios. “La deco, para mí -dice-, es muy intuitiva”, casi como un reflejo de su necesidad de generar ambientes hedonistas. “La miro y no puedo creer que sea mi casa”, dice. Carla buscaba naturaleza y libertad en plena ciudad y, claramente, lo logró. También, desde el diseño.