Lali en Vélez arrasó otra vez: una misa pop y el estreno de Payaso, su nuevo tema

Con unos minutos de retraso, a las 21.30 hs, las luces del colmado estadio de Vélez se apagaron y un grito unánime encendió a todo Liniers. Lali apareció vestida de negro, como si saliera de una distopía pop, y la multitud explotó. El demonio comenzaba a atender nuevamente, en una noche que se movería entre lo tecno, lo teatral y lo visceral.

Con el inicio de Lokura, track de su último disco No vayas a atender cuando el demonio llama, quedó claro que esto no era solo un recital: era una ceremonia de afirmación, deseo y desobediencia. Una fiesta con fondo oscuro, pero energía imparable. "Llenaron otro estadio, ¡cómo son lokis!", dijo al abrir su tercer recital en Vélez, hablándole directo a sus fanáticos, "Yo les prometo la mejor fiesta del pop".

El show se movió con una precisión quirúrgica. Nada quedó al azar: ni el más mínimo paso de baile, ni los alucinantes visuales que envolvían cada canción. Lali no solo cantó, bailó o posó: encarnó a cada versión de sí misma. Fue diosa, femme fatal, nena mala, ícono queer y voz del pueblo. A veces todo al mismo tiempo.

2 son 3, Obsesión, Quiénes son?, Ego y Disciplina fueron apenas algunos de los hits que dispararon coros y pogos descontrolados. A mitad del show, hubo un momento de alto voltaje: un número sensual con lap dance, blazer caído y mirada desafiante directo a cámara al ritmo de Ahora. Pero Lali dejó claro que va mucho más allá de la puesta.

Uno de los picos más altos de la noche llegó con la aparición sorpresa de Dillom, que desató una ovación inmediata. Con 33 hicieron delirar a la multitud, antes de que Lali lo despida con un contundente pedido a los responsables del estadio: "A ver si le dan la fecha, Vélez, denle la fecha al pibe!", exclamó ante la reprogramación que el músico sufrió con su concierto anunciado para el 11 de septiembre y que se suspendió por ajustes en el calendario del club.

Si hablamos de momentos especiales, uno de los más inesperados fue cuando Lali decidió reinterpretar Vencedores vencidos, el himno de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. En línea con la estética desafiante que define su último trabajo discográfico, transformó este ícono del rock nacional en una experiencia cargada de emoción.

Para la interpretación de Soy, Lali fue acompañada por un grupo de drag queens que tomaron el escenario con coreografía propia y una presencia arrolladora, mientras la bandera LGBTIQ+ se proyectó en las pantallas y también flameó sobre el público. Sin discursos grandilocuentes, el mensaje fue claro: acá nadie está solo.

Y obviamente, no podía faltar Fanático, el tema que pondría cierre al recital antes de los reclamados bonus. "Es el corazón de este álbum, es el sentido de todo esto y es el motor de este tour", dijo, y la euforia colectiva fue total.

Si bien el show es muy similar al realizado allá por el mes de mayo, sabíamos que Lali llegaría a su tercer Vélez con una gran sorpresa, porque ella misma lo venía anticipando. Y cumplió.

Finalmente se reveló el misterio que tenía a sus seguidores elucubrando todo tipo de teorías alrededor de la imagen que venía circulando de un payaso. Justamente así, Payaso, se llama el nuevo tema que estrenó sobre el escenario y que promete ser su próximo (y polémico) éxito.

Así, lo que pasó este sábado en Vélez, y que continuará con un nuevo show el domingo, no fue una repetición. Fue una reafirmación. Lali no solo consolidó su lugar como la gran performer del pop argentino: se mostró libre, dueña de una narrativa propia, capaz de jugar con los códigos de la industria sin perder el pulso callejero, feminista y afectivo que la conecta con su público, haciéndolo sentir parte de algo enorme.