Una mirada sobre la terapia en “Envidiosa” de Netflix: “Vicky puede ser pensada, pero no pensarse a sí misma”
¿Ya estás a full mirando Envidiosa, la nueva serie furor de Netflix? Ahondamos un poco en el modo en el que la protagonista transita sus sesiones de terapia, bajo la mirada de la psicóloga Paula Mayorga. ¿Son así los consultorios de hoy?
24 de septiembre de 2024
Lorena Vega construye a Fernanda, la psicóloga de Vicky en la serie "Envidiosa". - Créditos: Gentileza Netflix
Envidiosa es la serie del momento, porque trata de un arquetipo de la época: la soltera de 40 que mira cómo pasa el tren de la maternidad y la familia tipo, mientras sus amigas se suben y la saludan desde la ventanilla del vagón. Tren al que le era muy importante subirse, sin importar mucho ni cómo ni con quién de acompañante, para compensar una historia de abandono y exclusión que la marcó en su infancia. Y allí la vemos a Vicky - una brillante Griselda Siciliani- sumida en una angustia desbordada, compartiendo sus miserias a Fernanda- su precisa pero inconmovible terapeuta-, interpretada por otra gran actriz, Lorena Vega.
Pero lo cierto es que ni Victoria misma entiende mucho el motivo de consulta, dado que la terapia invita a reflexionar acerca de nuestra participación en nuestras propias desventuras y ella rebota cada una de las intervenciones que la terapeuta le ofrece. Pero más allá del desopilante papel de la protagonista, desde mi lugar como psicóloga, me quedé pensando en el rol y ejercicio de la psicóloga en cuestión.
¿Es un abordaje demasiado clásico del psicoanálisis el que propone "Envidiosa"?
Lorena Vega construye a Fernanda, la psicóloga de Vicky en la serie "Envidiosa". - Créditos: Gentileza Netflix
Anonimato, neutralidad y abstinencia son las reglas técnicas que el psicoanálisis clásico indicaba como el encuadre para un adecuado proceso terapéutico. Esto garantizaría la distancia óptima entre el analista y el paciente. Cada uno en su lugar, sin confusiones de rol: el paciente asocia mientras cuenta su historia y el terapeuta interpreta los motivos inconscientes que nos operan. Así es como Vicky recibe acertadísimas intervenciones en un clima llamativamente frío. Para ella, hostil, aunque no fuera la intención.
Es que el psicoanálisis, de la mano de Freud, nace en una época pacata, formalista, y victoriana. Anonimato, abstinencia y neutralidad serían los guardianes del método, aunque la pobre protagonista llorara hasta atragantarse con los mocos, o discutiera presa de la resistencia defendiéndose de las interpretaciones “dardos” de la analista.
Así también es que Fernanda, la terapeuta, se niega a contestar preguntas personales (cómo su edad y estado civil) protegiendo el anonimato del psicoanalista porque, al decir de Freud, aspira a ser un espejo opaco que solo refleja, pero que nada muestra de sí. La neutralidad tiene que ver con evitar la influencia del terapeuta sobre el paciente, evitando desviar el rumbo de sus pensamientos y asociaciones, así como evitar los juicios valorativos. Bien ahí como ideal al que aspiramos, aunque todo terapeuta es preso de sus épocas y sus teorías - aun lo que se considera "sano" o "patológico"-.
Con la abstinencia, el terapeuta se cuida de no gratificar al paciente, de modo que explore y navegue por sus propios pensamientos, sentimientos y conflictiva interna sin otro consuelo que el desentrañar la 'verdad'. Sería algo así como no aliviar el sufrimiento, ya que el dolor es el camino regio para la solución del síntoma. ¿Algunos consejos freudianos más? No tergiversar la relación terapéutica en una amistosa, eludir sugestiones o consuelos superficiales, evitar el vínculo simétrico, así como desvirtuar el rol y devenir un consejero.
Pensar al otro vs. acompañarlo emocionalmente: ¿qué buscamos en terapia hoy?
Como toda disciplina viva, el psicoanálisis se repiensa a sí mismo y el desarrollo de nuevas teorías también se acompañan de nuevas prácticas. Por ejemplo, ya no entramos a consultorios tan silenciosos, o navegamos silencios incómodos. Hoy saludamos con un beso y también rompemos el hielo hablando del clima sin que esto sea interpretado.
Sin perder la noción de asimetría - que somos dos pensando en ayudar a uno - entendemos que el diálogo puede ser natural y afable. Que la confianza surge cuando me aseguro que el otro me está entendiendo y que puede comprender con empatía mi forma de habitar el mundo, más allá de hablar de su origen.
Vicky navega sus lágrimas frente a una psicóloga que la piensa (y la piensa bien), pero que no la acompaña emocionalmente. ¿Será por eso que Vicky puede ser pensada pero no pensarse? Acompañar no es llorar con ella, por cierto, es mostrarse más sensible al dolor, para no evocar el eco de la soledad del pasado. Es hacer del espacio terapéutico un lugar seguro para bajar la guardia. Pero, si además de sus desventuras y fallidas experiencias compensatorias de una autoestima herida, la analista le agrega que es competitiva, envidiosa e incapaz de alegrarse por el éxito ajeno, ¿qué nos queda? Que además de infeliz es defectuosa. Una amargada fallada.
¿Son así los consultorios de hoy? Salvo algunas persistentes ortodoxias, ya no lo son tanto. Hoy se toman los ideales de papá Freud como una sensata advertencia, pero se transita de la mano de otros psicoanalistas que remarcan la importancia del vínculo a la hora de acompañar y esclarecer los padecimientos. Interpretar cuidando. Pensar aliviando. Descubrir acompañando.
Paula Mayorga Psicóloga y coordinadora del Equipo de Psicoterapia (epsicoterapia.com). También es docente de diversos posgrados de Psicoterapia Psicoanalítica y co-Autora de "Psicoanálisis Relacional: una nueva mirada, una nueva Práctica" (Ed. Letra Viva).