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Mindful writing: ¿qué es y cómo puede ayudarte para conectar más con vos misma?

Escribir para conectarte con vos y tus sensaciones del presente. Esa es la propuesta de esta técnica creativa para soltar la mano y dejarte llevar.


mindful-principal.png - Créditos: Getty



En su último libro, Esta historia ya no está disponible, el escritor Pedro Mairal desliza una definición posible del mindful writing: “Hay que soltar unas frases escritas, incluso sin conexión entre sí, sin coherencia, que salga la palabra para afuera, sacar el verbo de la asfixia hacia el aire. Con angustia o felicidad, pero que salga”. Básicamente se trata de eso: de crear un puente invisible entre nuestras manos y nuestras emociones, y bajar al papel todo eso que nos pasa. Acá y ahora.

También podría pensarse como una práctica creativa para documentarnos a nosotros mismos y observar a qué le estamos prestando atención hoy. ¿Qué vi hoy que llamó mi atención? ¿Qué escuché? ¿Qué hice hoy que podría ser el inicio de una historia o de un despertar personal? O incluso podríamos ir más profundo y preguntarnos: ¿quién estoy siendo hoy cuando escribo esto? ¿Qué quiero vaciar de mi cabeza o de mi corazón en esta hoja en blanco? Probablemente, si sostenés la práctica en el tiempo, empieces a descubrir versiones tuyas desconocidas. Quizás aparezcan personajes, ideas o recuerdos guardados. Seguramente sea, al principio, un misterio para vos misma. Pero también puede ser una puerta, amplia y generosa, a muchas facetas tuyas que creías olvidadas.

Consultamos a la escritora y docente Jazmín Carballo para que nos compartiera algunos disparadores y ejercicios concretos para empezar a soltar la mano y entregarte a lo que venga. Son puertas para empezar a escribir, sin parar, sin pensar mucho y lanzarte como si fuera un juego.

PROPUESTA 1. ¿Qué hay adentro de mí ahora?

mindful-ilus1.png - Créditos: Camila Vila

La idea es que escribas durante unos 10 o 15 minutos con esta pregunta en tu cabeza; podés ir actualizando en cada “ahora” y traer nuevas imágenes a cada momento. Podés poner la alarma para no estar pendiente del tiempo, y si te pasás de los 15 minutos, genial. Si te aburrís o sentís que “no tenés más nada que escribir”, escribí eso y fijate qué más aparece en ese aburrimiento o en esa “nada”. Cada cosa que aparezca es bienvenida: no la pienses, escribila, dejala registrada en la hoja, sin prejuicios, o incluyéndolos.

PROPUESTA 2. La memoria de mis pies

mindful-ilus2.png - Créditos: Camila Vila

Proponete unos 10/15 min de escritura desde este disparador: ¿cuál es la memoria de tus pies, qué dirían si pudieran hablar? ¿Qué historia se desata si les das voz? ¿Cómo es que caminan, cómo pisan el suelo, con qué ritmo, con qué partes, qué sentís al pisar? ¿Qué zapatos vistieron tus pies? ¿Preferís andar descalza? ¿Qué zapatos perdiste, cuáles te hubiera gustado perder? ¿A dónde te llevan tus pies, a dónde quisieran ir y todavía no fueron? Estas son algunas preguntas para indagar, podés inventar nuevas o sumar todas las que te aparezcan, y la escritura puede empezar desde ahí y también puede irse para cualquier lado. Y está bien, para donde sea que se vaya es siempre bienvenido. También podés probar escribir la memoria de cualquier otra parte de tu cuerpo.

PROPUESTA 3. ¿A qué le estoy prestando atención?

La práctica de mindfulness es la práctica de la atención plena. Si llevamos esto al terreno de la escritura, podríamos ejercitarla diariamente: ¿a qué cosas les dedicaste atención hoy? ¿Qué viste en tu día? ¿Qué te sorprendió que no habías visto antes? ¿Qué conversaciones escuchaste? ¿Qué hiciste que te quedó resonando? Prestar atención a todo lo que hacemos, sentimos, vivimos, escuchamos y/o vimos en un día es un torrente de estímulos en los que podríamos detenernos y escribir. Elegí alguna cosa –pequeña, mínima, mundana– de tu día y escribila acá, con todos los detalles que puedas. ¿Te animás a hacer esto todos los días?

Atravesar la capa invisible

Por Jazmín Carballo. @jazmincarballo__

Actriz, escritora, docente de escritura creativa y autora de "Ningún lugar más que acá". 
 

A escribir, empiezo cuando mi grupo de amigas me rompe el corazón. Es entonces cuando mi mamá me regala mi primer cuaderno y me propone escribir lo que siento. Y con ese regalo desata el monstruo que llevo adentro. Comienzo a escribir sin parar. Escribir es el espacio donde puedo ser todas las que quiero, escribo y nadie me censura. Escribir es mi manera de compartirme, pero refugiada. Nadie me escucha si canto en la hoja, nadie mira si bailo escribiendo, nadie me critica si actúo en un cuento. Escribir es mi manera de fantasear en libertad. Años más tarde, la escritura va a crecer junto a mí y se va a transformar en ficciones.

Voy a acompañar grupos de escritura en los que hacemos eso, escribimos dejándonos llevar por lo que aparece cuando apoyamos la lapicera en la hoja, como si fuéramos testigos de nosotros mismos. En las clases, a veces, antes de ponernos a escribir tenemos que atravesar una capa invisible que nos paraliza, haciéndonos creer que no tenemos nada, que no vamos a poder, pero es en ese lanzarse a hacerlo sin saber muy bien a dónde, pero dejándonos llevar por lo que sea que acontece en ese instante, incluyendo la inercia, el miedo, la furia o la alegría, el entusiasmo, que aparece lo que no sabíamos que teníamos dentro. Una vez una alumna dijo que venía a las clases creyendo que se le iba a enseñar a escribir como se enseña una receta, a rajatabla, y se terminó dando cuenta de que ya sabía escribir, que lo que vino a aprender fue a conectarse con “eso” que ya tenía.

Escribir moviliza, implica curiosidad y espíritu lúdico, dialogar con la incertidumbre, dejar de lado la división “lindo o feo”, habitar el borde fangoso de las cosas, inventar nombres, nuevas maneras de vincularse con las palabras. Escribir sin necesitar que sirva, escribir como manera de estar en el mundo, escribir porque sí, escribir como acto de fe, coraje y fortuna. Gracias, “amigas”, por dejar de serlo; gracias, mamá, por alentarme a desarrollar mi propia voz. Gracias, escritura, por tu misterio generoso.    

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