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A los 37 le diagnosticaron cáncer de mama y nos cuenta cómo fue transitarlo: “Analía, a lucharla”

Analía Casares cuenta cómo es vivir con esta enfermedad “incurable” en el cuerpo. Pastillas a diario, una inyección mensual y mucha actitud.


A los 37 le diagnosticaron cáncer de mama y cuenta cómo fue atravesar el tratamiento.

A los 37 le diagnosticaron cáncer de mama y cuenta cómo fue atravesar el tratamiento. - Créditos: Analía Casares.



Por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, cada 19 de octubre se celebra el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, día clave para llevar el mensaje a todas las mujeres del mundo y promover que cada vez más personas puedan accedan a controles, diagnósticos y tratamientos oportunos y efectivos.

Por eso nos pareció clave compartir la historia de Alba Analía Casares, abogada y docente de San Miguel de Tucumán, quien fue diagnosticada con cáncer de mama a los 37 años. Era junio de 2021. Se estaba poniendo crema en el cuerpo como hacía regularmente después del baño y sintió un bulto en la parte de abajo de la mama izquierda.

Me paralice un ratito y me dije 'tranquila, no tengas miedo, no debe ser nada malo'. Lo seguí de cerca durante varios días y pude sentir cómo iba cambiando de forma. Se lo comenté a mi psicóloga y me sugirió visitar a mi ginecólogo. Después de una serie de estudios (mamografía, resonancia magnética y biopsia), en octubre llegó el diagnóstico: el bultito, que en realidad eran dos pero yo solo alcancé a palpar uno, era cáncer de mama ductual tipo 2, luminal”, recordó Analía a OHLALÁ!

Si bien Analía se pudo imaginar el diagnóstico por sus antecedentes (abuela materna) la noticia la atravesó por completo: “Salía de mi trabajo con las piernas temblando, porque se dice tantas cosas sobre la enfermedad, se tiene tanto miedo y a la vez desconocimiento/desconfianza que no podía parar de llorar por la angustia que me generaba la incertidumbre de no saber qué sería de mi vida de ahí en adelante. Sumado a esto, tenía que mudarme, ergo, tenía que salir a buscar departamentos. Mi cabeza a full, la tristeza me inundaba”, continuó.

El acompañamiento psicológico, el abrazo de la familia y amigos

Antes de pensar en el tratamiento lo fundamental para Analía fue dar aviso a su círculo más íntimo. “Me senté en un bar, me pedí un latte con budín de banana y empecé a hacer las llamadas que debía hacer. Avisé a mi psicóloga -hace 8 años que hago psicoanálisis- a tres amigos y a mi hermano mayor -soy la menor de 5- y me ayudaron a resolver cómo se lo diría a mi mamá. A la tarde noche la llamé. Le dije el diagnóstico y rápidamente resalté el avance de la ciencia y lo curable de la enfermedad, la charla continuó sin sobresaltos y cuando estábamos despidiéndonos me dijo `Y bueno Analía, a lucharla”.

“Escuchar esas palabras me liberaron, sentí que podía hacer lo que yo quería. Después Úrsula, una amiga virtual, me pasó unos videos que hacen referencia al libro Un Curso de Milagros en los cuales explicaban que siempre tendremos circunstancias en nuestras vidas, las que seguramente, no nos van a gustar, pero tenemos la opción de elegir como transitarlas: desde el amor o desde el conflicto. Con toda esta info me dije a mi misma `voy a vivirlo desde el amor, desde la aceptación; no sirve de nada que contradiga esta situación porque igualmente estará y serán varios meses los que tendré que ocuparme como para estar enojada todos los días´”, detalló. 

“Analía, a lucharla”

La quimioterapia fue desde diciembre de 2021 hasta el 19 de 2022 cuando hicieron un almuerzo a modo de festejo con globos rosas y amigos. Antes de empezar el tratamiento hizo la criopreservación de óvulos y una vez terminado optó por la mastectomía bilateral. En ese tiempo aumentó 3 kg y notó su cara más hinchada por los corticoides. Además perdió su pelo y aunque le gustaba lucir su cabeza rapada se impresionó cuando se vio al espejo sin cejas. “Mirarme al espejo pelada y sin cejas fue doloroso pero siempre tuve las palabras justas de mi psicóloga, quien me recordó que se trataba de un proceso transitorio: 'Esto también pasará, Analía' me decía siempre y yo respiraba profundo e intentaba seguir. Mucha gente me alentaba con mi pelada. Una vez en la calle una chica me tomó del brazo y me dijo que se rapó porque siempre me veía por el barrio y le gustaba como me quedaba”, contó.

No solo cambió su aspecto físico, también su estado de ánimo y su energía: “Me dolía despertar un sábado/domingo y ver las historias de Instagram donde mucha gente estaba de fiesta, en bares, cines, etc., viviendo la vida y yo cansada en cama, con 37 años, con sofocones – efecto de la quimio- pudiendo estar en otra parte. La situación era rara porque mi cabeza continuaba como antes pero mi cuerpo no respondía, si bien en general levantaba pesas en el gimnasio y seguía con mis prácticas de boxeo, tenía días en los que caminaba muy lento o me pasaba todo el día en cama, cansada”, expresó. 

Analía nunca dejó de repetirse que todo lo que estaba viviendo era pasajero y esa fue la clave para conseguir mantener la sonrisa hasta en sus quimioterapias: “Para mí se trataba de una renovación celular y no de un veneno. Las enfermeras se admiraban tanto de mi sonrisa y mi actitud al punto que un día me dijeron ‘¡Parece que venís a ponerte bótox!´ y efectivamente eso fue lo que me creí durante meses para sacarme de aquel lugar feo”, deslizó. 

"Analía, ¡a lucharla!"

"Analía, ¡a lucharla!" - Créditos: Analía Casares.

El día que el cáncer volvió para quedarse

Analía había respondido excelente al tratamiento, los tumores estaban desarmados por completo y los médicos la felicitaron. Sin embargo en el mes de julio comenzó a sentir dolores en la cervical, hasta ese momento desconocidos, que pusieron en alerta a su oncólogo. “A veces el cuello se me ponía rígido y hasta caminaba encorvada. Me dolía mucho la cabeza y eso me dificultaba ponerme en pie, por lo que prefería quedarme en la cama”, describió. 

En septiembre pasado, tras una serie de estudios (resonancia magnética, marcador tumoral, punción lumbar) le confirmaron que la enfermedad había vuelto. Cáncer de mama con metástasis en meninges. “Es incurable”, le explicaron. Aunque puede desaparecer por algún tiempo y volver o no, ese huésped siempre estaría ahí. 

“Actualmente puedo hacer una vida normal solo que tomando pastillas a diario y una inyección mensual y asistiendo a los controles cada 3 meses. Al principio estuve muy triste, pensé que ya me desligaba de los médicos…pero no. Eso sí, no me considero una persona enferma sino que soy una persona que vive la vida de otro modo, saboreando, sintiendo, mirando y olfateando más lento, sin prisa”.

“Mi tratamiento fue exitoso, pero sin embargo fui nuevamente diagnosticada. Tenía que ser así, esta experiencia tenía que tocarme y acá estoy para vivirla. Considero fundamental el enfoque íntegro de mi cuerpo para tratar el diagnostico. Pienso que nos enfermamos a nosotros mismos, por ende, también podemos sanarnos y es en este sentido que estoy segura de mi capacidad para generarme bienestar”.

“Para mí la vida es como ir a la facultad, donde tenés materias que te pueden gustar o no, pero tenés que estudiarlas, analizarlas, reflexionarlas y rendir los exámenes te gusten o no. Son muchos años los que podés pasar en la facultad…entonces la pregunta que me hice fue ´¿Soy capaz de disfrutar esos años o no?´ y después de varios momentos de soledad y llanto tomé el toro por las astas. ¡Ahora considero que estoy rindiendo un muy buen examen oral y vengo dominando el tema de este materión!”, concluyó sin perder el sentido del humor. 

 

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