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Natalia Oreiro: "Argentina tiene la locura que yo quiero”

A punto de estrenar su nueva peli y más plantada que nunca, charlamos con la actriz uruguaya acerca del éxito, de la madurez creativa y de cómo vive hoy alejada de la ciudad y más cerca que nunca de sus propias convicciones.


ProducciónVirginia Gandola

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ!

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ! - Créditos: Florencia Cisneros



Sonriente, luminosa y bien plantada. Pero cuando terminan los flashes, Natalia Oreiro vuelve a su modo natural. Charlamos con ella a cara lavada, mientras se tienta comiendo un chocolate –es Tauro, con ascendente Tauro– y espía, de a ratos, cómo juega en el parque su hijo Atahualpa con sus amigos y sus perros.

Pero a pesar de poder disfrutar de su casa y su intimidad, el 2023 de Nati viene con todo: el próximo 6 de julio la volveremos a ver en pantalla grande con Casi muerta, la película que protagoniza y que está dirigida por su amigo Fernán Mirás, hacia septiembre estrenará la segunda temporada de Iosi, el espía arrepentido y está con dos proyectos más de cine, uno de ellos con Benjamín Ávila, que también la dirigió en Infancia clandestina.

Nati no para, pero también se da el permiso para ir a otro ritmo, uno que le permita disfrutar del asombro y la maravilla de estar vivos.

Es uruguaya, pero se siente también Argentina. "Yo tengo algo muy uruguayo y, al mismo tiempo, tengo algo muy argentino. Uruguay es mi cuna. Llego a Uruguay y siento el aire distinto. A mí claramente me baja. Es mi origen, son mis padres, la escuela, El Cerro", cuenta. "Al mismo tiempo, hay algo que amo de la Argentina y con lo que me siento muy identificada, que somos más caóticos", dice. "Me pasó cuando llegué acá que dije: 'Esta es la locura que yo quiero'".

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ!

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ! - Créditos: Florencia Cisneros

¿En qué momento estás?

Creo que se trata de crecer y no envejecer, me parece que es la búsqueda de todas las personas. No soy de mirar mucho el pasado e intento frenar la ansiedad del futuro. Eso de estar en el presente es lo que más nos cuesta, sobre todo con la vorágine laboral en la que vivimos. Con los años una aprende a conocerse, a saber qué es lo que no le gusta, y estamos en la búsqueda de encontrar lo que realmente nos gusta. Y cuando pienso en lo que me gusta, siempre vuelvo al mismo lugar: la naturaleza, mi hijo, mi compañero. Obvio que actuar es mi pasión, pero si de verdad tengo que ser sincera conmigo, estar en la naturaleza con ellos, andar en bicicleta, ver una puesta de sol. Hoy pude ver el amanecer y me sentí una privilegiada.

Te vi muy plantada en las últimas entrevistas. ¿Qué sentís que sí y qué cosas ya no más?

La complacencia, de decir “hago esto para gustar”. Es un poco con lo que luchamos todos los humanos. Esto de “quiérannos”. No podemos gustarle a todo el mundo. Termina siendo un híbrido y está bueno jugártela con tus ideales. Y no sentir que es una utopía la intención de cambiar el mundo. Para mí eso es justicia. Intentar ir por los lugares que una cree que son sanos para el mundo que nos rodea y no salvarse sola. Porque no nos vamos a salvar solos jamás, además. Creo que a partir del hecho de convertirme en madre tuve muy presente eso. El espacio de comunidad que quiero para que mi hijo sea feliz. Y yo sé que él va a ser feliz si su madre es feliz. Y después, como mujer, seguir siendo una célula independiente de la madre, que a veces cuesta. Pero yo luché mucho cuando fui mamá para volver al trabajo rápidamente porque quería reencontrarme conmigo. Y no seguir esos mandatos familiares de “bueno, ahora ya está”.

En Casi muerta, tu personaje tiene que amigarse con la idea de la muerte. ¿Qué te pasa a vos con eso? Porque más tarde o más temprano, todos nos vamos a morir...

Yo, más que a la muerte en sí, a lo que le tengo miedo es al deterioro físico. Creo que es un poco lo que nos pasa a todos. En definitiva, ¿la muerte qué es? No sabemos. Una puede ser más espiritual, tener ciertas creencias. Nosotros no queremos ver sufrir a las personas que amamos y tampoco queremos que se vayan antes de tiempo. Pero después está la ley de la vida: cuando envejecés, envejecés y te morís. Creo que también hay que trabajar mucho eso para tratar de llegar lo mejor posible. Cuidarnos mucho, no solo con lo que comemos, sino con lo que vemos. Lo que consumimos. Porque todo eso hace un combo que te enferma si está mal direccionado.

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ!

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ! - Créditos: Florencia Cisneros

Estuviste haciendo canciones con La Delio Valdéz, con Juan Ingaramo, ¿te dieron ganas de reconectarte con la música?

Creo que la música es parte de mi vida. Me ha acompañado en todos mis momentos. Además, yo vivo escuchando música por un tema de sonidos que me atraviesan y que a veces no sé cómo procesar internamente. Entonces, cuando surge la posibilidad de cantar con algún artista, a mí me encanta porque es como la conjunción de distintas energías. Y este último año que pasó canté con La Delio, con Juan Ingaramo, con Soledad, con Lali, con Bajo Fondo. También con Ana Prada, una cantautora uruguaya que me encanta. Tengo algunas propuestas de seguir haciendo cosas y siempre está la pregunta más personal: “¿Y mi música?”. Y debo reconocer que la vida va muy rápido y a mí me gusta hacer muchas cosas. Y no encuentro tanto espacio para dedicarme a componer y a grabar un nuevo disco. Y en el fondo, debe tener que ver con qué tengo para decir. Si bien las cosas han cambiado y una puede sacar un tema, a mí me gusta que tenga un concepto, algo que se produce de cero. Y eso necesita mucho tiempo. Y encontré en los feats esa posibilidad de seguir conectada con la música.

Arrancaste Instagram en plena pandemia...

Sí... ¡y lo quiero cerrar, jaja! Es un trabajo sostenerlo. No soy de esa generación del instantáneo. Lo tengo para mi vida. Pero después digo, ¿qué quiero contar con esta foto, que compré unos tomates? A quién le importa. O mirá la puesta del sol... ¿Y abajo le pongo un texto de Nietzsche? Me cuesta un montón. Entonces, lo que trato es hacer una miniproduccción, colaboro con amigos que quiero y que hacen su arte y que me acompañan desde la foto, la luz, el maquillaje, el pelo, el vestuario, y eso para mí es entregar algo. Me cuesta lo otro, que no lo sé hacer y además es un tema de exposición, no me gusta exponerme ni a mí ni a mi familia. Cuando estoy trabajando sí. Fotos de una peli, de la conducción. Igual me divierte. Pero también hay algo que me pasa. Vos ves el Instagram, supongo que, de cualquiera, y salvo algunas fotos naturales, que tengan que ver con las plantas, vos ves una chica muy “montadita”. Yo no tengo nada que ver con eso. Porque soy yo la que eligió todo lo que está ahí, de hecho, lo estoy subiendo yo, pero en mi vida, yo me pongo el mismo pantalón de algodón, las mismas tres camisetas. Y digo, qué diferencia existe entre lo que soy y lo que muestro... ¿Por qué? Después sigo otras cuentas que me encantan y digo son supernaturales, pero yo tampoco me veo supernatural contando “bueno, vine a buscar tres huevos de las gallinas en el patio”...

Fuiste como una “ciudadana del mundo”. Por tu historia familiar y también por tu carrera.

Sí, y yo lo acepté. Una tiene que aceptar lo que le toca en la vida y yo tengo una vida hermosa. Yo me mude casi 30 veces en toda mi vida, o más. De hecho, viví en otro país también. Todos los años hacía un año en una escuela diferente y eso me dio –con el tiempo me doy cuenta– herramientas para sobreadaptarme, pero también generó que yo no tuviera un sentimiento de pertenencia genuino. Lo tengo con El Cerro, que, en definitiva, es el barrio de mis padres y de mis abuelos. Creo que transformé todo eso que podía sonar negativo en algo positivo. Mi trabajo tiene que ver con eso: los actores generamos grupos de pertenencia que duran como mucho seis meses, un año. Una película te dura dos meses. Una obra de teatro, si tiene éxito, continúa un poco más. Armás y desarmás el camarín. Es como que armás tu pequeño nido y lo desarmás. Le ponés tu energía, tu velita, tus fotitos y a tus compañeros por ahí no los volvés a ver nunca más en tu vida.

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ!

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ! - Créditos: Florencia Cisneros

 

¿Eso hace que no te aferres tanto a las cosas o a vínculos? ¿Sos de soltar fácil?

Soy muy sociable, me gusta sociabilizar, pero no soy de tener grandes intimidades. Me llevo bien con mucha gente, soy muy abierta en un punto y muy cerrada en otro. Es muy raro que yo te cuente algo personal. Y no es de desconfiada, es que soy así. Soy muy cuidadosa de mi intimidad, de las personas que están cerca de mí, y me cuesta tener muchos amigos. Pero sí tengo personas que quiero mucho, quizá no son mis amigos, pero quiero mucho.

También es el ejercicio de resguardar tu energía. Vos estás muy expuesta y hay un momento en el que tenés que aprender a abrir y cerrar.

Puede ser. Cuando nos juntamos con amigos les digo: “Hablemos de vos”. A mí me gusta mucho escuchar lo que les pasa a los demás. Y cuando me preguntan a mí, me cuesta mucho contar. Soy más feliz escuchando que contando lo que me pasa. De hecho, hice muchas veces terapia y dejé. Arranco, me copo un mes o dos, pasan tres años, vuelvo con otro, otra técnica y dejo. No me siento cómoda compartiendo algo, tratando de resolver algo que me pasa. Me gusta mucho escuchar las vivencias de los demás y tratar de acompañar solo escuchando o dando un punto de vista si se me pide. O soy re metida, les digo: “Fijate, hacé tal cosa”, en eso soy como muy hacedora, de tratar de ayudar a los demás.

En una entrevista decías esta frase: “Tardamos 2 años en aprender a hablar y 60 años en aprender a callarnos”.

Que no es mía, pero me encantó. A mí me cuesta un montón callarme. A veces me encuentro autocensurándome en situaciones y está bien que lo haga porque si no, soy como muy verborrágica. Después por ahí digo: “No, no era el espacio, no era el momento, no colabora”.

Te agarramos cerca de tu cumpleaños número 46. ¿Con qué te estás encontrando de vos en esta etapa de la vida? ¿Con qué valores, con qué mirada sobre vos misma?

Siento que pasa muy rápido. No me doy cuenta de cuándo pasé de los 20 a los 30. De los 30 a los 40. Ahora cumplí 46. Si me pongo a analizarlo, me doy cuenta de que tengo menos tolerancia a muchas cosas y tengo mucha más tolerancia a otras que de más pendeja no tenía. Se invierte esa sensación. Ahora hay cosas que antes las dejaba pasar que ya no más. Un ejemplo: en un viaje que hice hace poco con un remís, el señor era bastante adulto, y en un momento estábamos charlando y se refirió a otra persona de forma despectiva, como al pasar. Yo en otro momento hubiera dicho: “Bueno, qué me voy a pelear con el tipo este...”. Pero esta vez me re planté y le dije: “No me parece que hables así, las personas no tienen adjetivos”. Antes no sé si me enganchaba tanto. Yo tenía mi manera de pensar, sabía que quizás otros están en cualquiera, pero seguía. Ahora no me la banco, como que no dejo pasar esas cosas. Y también me pasa a la inversa: de chica por ahí me decían algo despectivo para pincharme, para hacerme saltar... Ahora me pasa que de repente alguien me dice algo así y me chupa un huevo. La otra vez, estaba en un lugar con unas personas y uno medio que me gritó. Las otras personas que estaban conmigo me decían: “No dejes que te grite”. Y yo dije: “¡Qué me importa que me grite, que haga lo que quiera!”. Porque no es importante para mí ni la persona ni lo que hace esta persona. Es como que se fue invirtiendo el orden de prioridades.

Recuerdo tu famoso comercial de tampones y digo: “Cuánta agua pasó bajo el puente”, y revolución feminista mediante, ¿cómo te encontró este proceso de trasformación que vivimos como sociedad?

Yo tenía 12 años cuando hice esa publicidad y fui consciente del efecto que causó en mí siendo una preadolescente, estaba feliz de hacerla y debo reconocer que me trajo incluso hasta Buenos Aires. Pero yo no sabía que me enfocaban la cola. Entonces, cuando sale la publicidad y eso sucede, estuve una semana sin ir al Liceo. Yo sabía que pasaba y todo el mundo me estaba mirando el culo. Fui consciente, no es que me resbaló esa situación. Pero celebro que, a mi sobrina, la hija de mi hermana, que tiene 16, ya hace muchos años que eso no le pasaría. Y a mi hijo y a las amigas de mi hijo no les va a pasar. O la sociedad va a estar mucho más atenta a que eso no suceda. Eso me parece maravilloso. Y creo que eso es posible porque hace más de 100 años que mujeres poderosas y valientes están trabajando para que eso suceda. No es de hace 10 años, es mucho más evidente porque ahora hay un movimiento muy fuerte y los medios de comunicación decidieron apoyar esta causa. Porque, entre otras cosas, más mujeres toman la palabra dentro de los medios. Pero sucede desde hace ciento y pico de años, no fuimos nosotras. A nosotras nos tocó, por suerte, acompañar ese movimiento. Yo tuve la suerte de interpretar personajes que creo que fueron feministas. En el año 98, la Cholito, el personaje que yo hacía en Muñeca brava, tenía mucho de eso. No estábamos acostumbrados a ver a una heroína de telenovela que no se dejara maltratar o pisotear, que además se vistiera de varón y que dijera lo que quisiera, enfrentando a los hombres de esa forma. Eso también reconozco que vino de una película que hizo Marilina Ross que se llamaba La Raulito, basada en una historia real. Y a su vez, en otra novela que se llamaba Rosa salvaje, que hacía Verónica Castro. Yo crecí con todo eso.

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ!

Natalia Oreiro, en diálogo con OHLALÁ! - Créditos: Florencia Cisneros

Vos tenés una comunidad muy grande que te sigue en Rusia. ¿Cómo vivís la guerra Rusia-Ucrania?

Tristísimo. Es como algo incomprensible. Sentir que estamos en esta época y que esto suceda es incomprensible. Por un lado, la desazón, la angustia, la tristeza, la sorpresa. Y por otro lado: ¿es sorpresa? No fue de un día para el otro. Yo tengo nacionalidad rusa, los amo profundamente. Son personas increíbles, estoy hablando de la gente. Ucrania y Rusia, además, son países que tienen historia en común, familia en común. Incluso, te diría más que Uruguay y Argentina. Es incomprensible y es superdoloroso. También, por otro lado, siento que cualquier cosa que yo diga es poco y es mucho, al mismo tiempo. Porque depende de cómo interpretes algo que yo pueda decir, se puede tergiversar. Entonces, cualquier cosa que alguien, de lejos, pueda opinar es poco. Porque no tiene la potencia y la historia que ellos tienen. Y al mismo tiempo, es mucho. Lo único de lo que no hay dudas es que nadie quiere que esto suceda. No puede haber alguien que quiera que esto esté pasando, y sin embargo está sucediendo. Yo he recorrido casi toda Europa del Este, en toda esta situación he hablado y he mandado videos para niñas ucranianas que están viviendo en otros países porque me conocen y cantan mis canciones. No es solamente mi vínculo con Rusia. Con Polonia, Hungría, Ucrania, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia. Yo viajé muchas veces a todos esos países.

¿Y seguís viajando?

Ahora no. Desde que comenzó la guerra no estoy viajando. Es un momento para frenar y prender una vela fuerte desde lo más profundo de mi corazón y que esta situación termine. Aunque las consecuencias van a ser enormes. Lo son y serán durante mucho tiempo.

 

Desde muy chica, tuviste una carrera en ascenso, exitosa. Pero ¿qué es el éxito hoy para vos?

Para mí, es tener tiempo de calidad para disfrutar. Que no tiene que ver con no hacer algo. Para mí, el tiempo tiene que ver con estar en el momento. Porque yo puedo tener dos meses libres, pero la cabeza es la que tiene que estar en ese lugar. Y cuando una no está con la cabeza en el lugar es cuando no tiene ese tiempo de calidad, porque está pensando en el futuro, porque eso genera ansiedad. Hay necesidades básicas que se tienen que cumplir porque si no, una no puede siquiera pensar en tener tiempo. Mucha gente tiene mucho trabajo, pero lo que no tiene es dinero, no le alcanza, entonces tampoco tiene tiempo para disfrutar en familia. Estaría bueno que todos pudieran trabajar menos horas para que todos puedan trabajar. Obviamente yo soy una privilegiada, no me falta nada. Yo trabajo porque me gusta. Pero hay algo de “no voy a trabajar, me voy a tomar”... “¡Cómo no vas a trabajar! ¿Estás loca? ¡Cómo no vas a trabajar!”. Y de repente decís: “No voy a trabajar”, pero ya la cabeza está pensando qué es lo próximo que vas a hacer...

¿Tu cabeza tiende a ir a esos lugares de ansiedad? ¿O tratás de domarla?

La verdad es que es muy poca la gente que logra no tener ansiedad en la cultura en que vivimos. Y sí hago yoga, trato de hacer meditación y mirar un amanecer, leer, escuchar música. Pero hay un momento en el que es difícil apagar el bocho. Intento no estar atravesada todo el tiempo por noticias, pero me gusta mucho informarme, entonces busco noticias. Busco actualidad. A mí me importa mucho lo que pasa. No solo en lugares donde vivo, viven mi hijo y mi pareja, sino en el mundo entero, porque somos una misma célula. Admiro a la gente que logra abstraerse y estar en el presente. Hago mucho trabajo para que eso pase y no me sale. No quiero decir con esto que estoy viviendo un momento de ansiedad. No tengo un trastorno de ansiedad. Sé lo que es eso porque he tenido gente cercana que lo vive y lo padece. Es de las cosas de las que poco se habla, la enfermedad mental, que no se trata y cada vez son más, y mucha gente termina automedicándose por situaciones que no puede resolver de otra forma. Pero sí soy consciente de que todos vivimos en una vorágine en la que pareciera que nos sacan horas al día. De repente decís: “¿Ya estamos a mitad de año?”. Y eso es la ansiedad.

¿Dónde te reencontrás con tu ser uruguaya?

Yo tengo algo muy uruguayo y, al mismo tiempo, tengo algo muy argentino. Uruguay es mi cuna. Llego a Uruguay y siento el aire distinto. A mí claramente me baja. Es mi origen, son mis padres, la escuela, El Cerro. Tengo casa en Uruguay, siempre tuve, mis padres viven ahí, viajo contantemente. Pero al mismo tiempo, hay algo que amo de la Argentina y con lo que me siento muy identificada, que somos más caóticos. “Somos”, digo... Pero es cierto que el uruguayo, por historia, por tradición, por tener la playa así como la tiene, el mate, tiene como un ritmo más pausado que una agradece. Pero lo que me pasó cuando llegué acá, dije: “Esta es la locura que yo quiero”. Este es mi flow, y al mismo tiempo, me encanta desconectarme. Me encanta vivir en Argentina. Soy una agradecida de este país. Primero, me dio lo más importante, que es mi hijo; después, mi compañero; y además, siempre me dio todas las oportunidades laborales. Y nunca hizo una diferencia. Tal es así que hice a Evita, a Gilda. Dos íconos argentos.

Creo que también nos olvidamos un poco de que sos uruguaya.

A mí me encanta eso. Es que vivo acá desde hace 30 años. Tenía 16 cuando me vine, y siempre trabajé. Mi crecimiento, en ese sentido, fue compartido. Argentina es un país hermoso. Uruguay es un país hermoso.

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