Se fue del país con 40 dólares y hoy triunfa en Estados Unidos

Recién casada, llegó junto a su marido y su hija a pocos meses de nacer a Ein Zivan, una comuna próxima a la frontera con Siria. “Teníamos literalmente 40 dólares en el bolsillo”, recuerda.

En Hebrero solo sabía decir Shalom, miraba la televisión sin entender una palabra y no fue sencillo aprender el idioma a pesar de las raíces judías. Lo bueno, dice, es que los recibieron muy bien.

“Mi marido pasó del saco y corbata a trabajar como recolector de manzanas y yo empecé a estudiar manicura, un oficio que conocía por mi mamá y que me permitía trabajar sin necesidad de tener un gran manejo del idioma. Me convertí en emprendedora casi por accidente”. Al poco tiempo, estudió peluquería durante un año y medio: su estrategia de marketing era bien casera, ya que repartía volantes para conseguir clientes y atendía en su propia casa, que era donde podía.

El camino emprendedor no suele ser recto y el caso de Mariela no es la excepción. Hasta llegar a consolidar su marca pasaron muchos años y eso recién sucedió en Estados Unidos, donde vive actualmente, y donde sí asegura que pudo proyectar su empresa tal como ella quería.

En Israel también se ganó la vida realizando tareas de limpieza, trabajando en fábricas, fue promotora de una compañía de carnes rojas, y en sus ratos libres –que casi no tenía, pero que aún así los creaba- también fue maquilladora.  Al tiempo tuvo a su segunda hija en Israel y los horarios se complicaron todavía más: “Tuve que dejar de lado mi oficio como estilista para buscar algo que se adaptara a mi vida de madre, pero esto me llevó a más crecimiento y lleguÉ a ser gerente general de una compañía israelí de automotores”.

Luego de conocer este camino de sacrificio y movimiento, le consultamos qué cambiaría de su historia y, sin dudar, asegura que absolutamente nada.  A su vez, se considera una persona poco nostálgica y desapegada y, al recordar sus inicios, si bien los valora hoy no los añora.

“Siempre me dejé llevar, me adapté, acepté los cambios que la vida me fue poniendo por delante. Y así fueron apareciendo oportunidades, las personas y los lugares. Por eso no cambiaría absolutamente nada de mi historia. Pasé por momentos duros, perdí seres queridos, tuve que irme de mi país, viví en Israel 16 años y llegué a Estados Unidos sin saber inglés, pero todo me fue dejando una enseñanza que me convirtieron en lo que soy hoy”.

A Estados Unidos también llegó sin saber una palabra de inglés, aunque con algunas decisiones respecto a su futuro laboral más claras y conocimientos que migraron con ella. La peluquería seguía siendo la herramienta clave para que su emprendimiento creciera. Y así sucedió con los años. Actualmente tiene su propio salón de belleza, cosmética y cuidado personal, llamado Look Hair & Spa, en la ciudad de Florida, con 7 personas a cargo.

De forma paralela, Mariela está desarrollando una nueva línea de productos capilares vegana, ecológica y biodegradable -entre otros productos de cuidado capilar también bajo la marca Tara Hair Care-, y un tratamiento detox para el cabello. Así combina todos sus intereses: ofrecer productos personalizados, enseñar sobre cuidado capilar a las personas y cuidar el medioambiente. 

También nos cuenta que se está capacitando para abrir en los próximos meses una Academia de peluquería en Miami: “La educación de peluqueros suele ser bastante básica, todavía se enseña con libros de los 80, por eso pienso que hay que hacer un cambio y modernizar las capacitaciones para quienes se quieren formar en el tema”.

Mariela no para: de manera esporádica ofrece charlas para inspirar y empoderar a que otras mujeres emprendedoras se animen a desarrollar sus talentos a partir de compartir experiencias comunes. La última ocurrió el 15 de abril y fue llamada “Women with purpose”.

Entre las ganancias de tantos años de esfuerzo -no hablamos en términos monetarios-, destaca la estabilidad, un logro que surge naturalmente cuando vas creciendo en tu profesión; la fortaleza, gracias a que logró sobreponerse a muchas adversidades; y la consecuente capacidad para resolver problemas y desafíos de manera creativa y sin perder su centro.

La perseverancia, la resiliencia y la capacidad para adaptarse a lo que la vida le trajo a Mariela son, sin lugar a dudas, los pilares más visibles –y poderosos– que la sostuvieron en cada crisis vivida y la que la convirtieron en la mujer que es hoy.