Para cerrar la semana, les cuento que el domingo leí una entrevista a Michael Pollan (autor de Cocinar), hecha por Soledad Barruti, que me resultó de lo más lúcida. Sí, Soledad Barruti, autora de Mal Comidos, fue a su vez entrevistada por Kariu, nuestra bloguera vecina.
No voy a reproducir la información ni las interesantes reflexiones del entrevistado (y de la entrevistadora)*, sí confesarles que mientras la leía, me encontré en varios párrafos asintiendo con mi cabeza, sintiendo que recibía las palabras (justas) para afianzar un pequeño movimiento interno.
Ya vengo contándoselos desde el año pasado. Lo saben, sí. Estoy aprendiendo a cocinar. No, no, no. Me corrijo, perdonen. Lo propiamente novedoso es que estoy encontrándole el gusto al hábito.
"A mí me relaja cocinar. A veces necesito dejar de trabajar y ponerme a cocinar algo", me explicaba Inés, amiga, el sábado. Inés es diseñadora gráfica y trabaja desde su casa, su escritorio está a metros de su cocina. Yo ya había escuchado esa asociación (cocina = relax) infinitas veces, pero recién el sábado llegué a comprenderla. A sentir afinidad con ella. De hecho, escuchaba a mi amiga con las manos en la masa (literalmente). Por la noche festejábamos su cumpleaños y yo estaba desde temprano en su casa amasando para hacer unas focaccias. Presionando con los talones de la mano hasta dejar la masa bien tirante para después plegarla sobre sí misma, una y otra vez, hasta lograr la consistencia debida (¿Se dice "consistencia"? ¿Ven? No tengo léxico de cocina).
Sí. Ya sé. Estoy grande, ya debería tener el asunto "cocinado". Será que no soy afecta a las recetas (de vida). No es que no supiera preparar algo básico, sino que durante muchos años no le encontraba ¿placer? al hecho de cortar alimentos, de pelarlos, sazonarlos, mezclarlos, batirlos, saltearlos, hervirlos. Era un trámite necesario que en ocasiones eludía comprando algo hecho. Por un tercero.
Y no es que ahora me haya agarrado la loca por cocinar elaborado y hacerme la chef, pero cuando con Inés, amiga, nos propusimos:" ¿Qué tal si, de cuando en cuando, nos juntamos las mañanas del sábado a cocinar y después almorzamos?", sentí viva la chispa. ¡Sí, juntémonos!
En esta instancia necesito tanto tocar y manipular alimentos como estar en presencia, cuerpo a cuerpo, de alguien, amigo idealmente, que vaya guiándome o diciéndome qué hacer. Como cuando era chica y jugaba a ser la Juanita de mi abuela. Mi abuela fue mi primera maestra. O como Lupe, que suele agarrar banquito de madera y lo coloca al pie de la mesada, para pararse sobre él y pedirme: "¿Mamá, puedo ayudarte?" Frena cualquier juego con su hermana con tal de manosear un rato la cebolla o de lavar una papa.
Cocinar. Preparar el alimento. Una actividad primaria, básica, que de a poco empiezo, se empieza, se vuelve (me gusta reconocerme parte de un movimiento colectivo) a valorar como Dios manda.
¿Y ustedes? ¿Le dedican tiempo a la cocina? ¿La disfrutan? ¿Qué es lo que más cocinan?
(Y disculpen si repito el tema. Es que, por suerte, el tema se repite y crece en mi vida).
Manitos de niña
*Invito a leer la nota completa, pero cito aquí parte de una respuesta:
"No compres nada que se venda como "saludable". Las comidas que realmente son saludables no tienen marketing. Los vendedores de brócoli no tienen el dinero ni siquiera para pagar el estudio que diga que el brócoli es saludable, menos la etiqueta que lo señale. La comida saludable es silenciosa, se vende sin anuncios en el sector verdulería."
Y cito una frase del libro de Michael que Soledad cita:
"Cocinar por el placer de hacerlo, y dedicarle un poco de nuestro tiempo libre, es declarar nuestra independencia de las corporaciones que tratan de convertir cada minuto que estamos despiertos en otra ocasión para consumir."
PD: Padres que quieran aportar su punto de vista, pueden escribirme a elespaciodelpapa@gmail.com
PD2: Vamos a seguir entrevistando niños y adolescentes. Incluso vamos a leerlos. Para contactarse por privado o por taller: inessainz@msn.com ¡Muy buen fin de semana!
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