Ayer presencié una escena atípica.
Una señora mayor se había caído al piso de su balcón. Y quedó postrada, totalmente inmóvil, boca arriba.
Hubo alguien que llegó a verla -mientras caía- desde la calle, desde la vereda de enfrente, tuvo esa suerte.
Y ese alguien avisó a un X que rápidamente llamó a la policía y al SAME.
Finalmente llegaron los policías. Se colaron desde el departamento contiguo, treparon una pared y saltaron. Luego, a los minutos, cayó la ambulancia y los enfermeros.
Yo debía pasarme por el locutorio, pero no pude evitar detenerme en la escena y quedarme observándola. Éramos varios.
"Cualquiera es policía, cualquiera es doctor", sentenció una mujer a mi lado, disconforme con cómo estaban procediendo los uniformados.
"Bueno, no, no cualquiera hace eso", pensé yo. Sí, es cierto, a mí también me llamó la atención el poco involucramiento personal que tenían con la viejecita. Quitando ese detalle (era un detalle sí, estaban ayudándola en lo concreto) me hizo bien apreciar la reacción social frente a la dificultad y extrema debilidad de uno de sus miembros.
Admito que sentí tristeza al tomar conciencia de la solitaria realidad de muchos ancianos. ¿Por qué terminamos la vida así, tan disminuidos, tan poco alegres (en apariencia), cuando deberíamos estar celebrando el final de ciclo?
Pero fuera de esto, la escena me conmovió.
"¿Me estaré identificando con esa mujer mayor?" me dije a mí misma mientras volvía a casa. "¿Me habré sentido proyectada en ella, en ese súbito traspié, en ese minúsculo accidente... y estaré anhelando en lo inconsciente que alguien venga a mi rescate?"
Qué sé yo.
En principio quiero poder disfrutar de la vida, despabilarme a tiempo antes de que se me pase.
Y mientras pueda, mientras tenga la fuerza... Inés, a levantarse.
¿Qué sienten y qué piensan?
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