
Me veo linda, me veo incluso radiante (acaso por el color del pelo y esos reflejos) y sin embargo, la gran mayoría de mis recuerdos de mis 4 años están teñidos de timidez y momentos en solitario.
Nunca hubiera imaginado que la vida me depararía, a través de la escritura, tanta revancha. Oh, sí, pasé de ser una encorsetada verbal (una niña callada) a ser una charlatana de la virtualidad. Bueno, una comunicadora como se supone intento, quiero ser ahora.
No tengo siquiera registros de amiguitas en esos años. Seguro las habría, pero no me quedaron "fotos" conscientes de ellas. Sí recuerdo a Ana, sí, Ana se llamaba. Una niña que viviría a unas 5 cuadras de mi casa, o a unos 500 metros aproximadamente (vivíamos en un country). Recuerdo un día en el que esta tal Ana me había invitado a su cuarto y me había pedido que me acueste sobre su cama y abra la boca, con ojos cerrados. Para luego pedirme que vuelva a cerrarla, fuertemente. Oh, sí, porque la muy turra me había metido un jabón en la boca y así lograba que yo lo mordiera. Tan tímida y correcta era que ni chisté (ni hablar de putearla o de putear al aire). Eso sí, me fui. Me fui y tomé distancia de mi amiga; su pequeña y tonta maldad había dejado una marca.
Otro recuerdo vívido de aquellos años: ponerme a conversar con una paloma. Creo que era desde el dormitorio de mi hermano que lo hacía. Abría apenas la ventana y observaba cómo la palomita, parada sobre una pérgola de madera, se rascaba sus alas:
-Palomita, no mires en tus alitas que soy una nena grande (rrande, la "g" me la comía). Acá estoy, palomita, no me busques en tus alitas que soy una nena rrrande.
No sé si la anécdota en sí misma es muy significativa (es sólo esa postal, ese soliloquio a pura ingenuidad), pero le tocó ser una de las anécdotas favoritas de mis padres. Mi papá, testigo de la escena, se ocupó todo el resto de años que le siguieron de seguir recreándola.
Después me vienen imágenes sueltas que no llegan a componer siquiera una escena. Me veo pintando las paredes de la casa, aunque no debiera, me veo soplando una torta con cara de Mickey Mouse, hecha por abuela, sin nariz (parece ser que ésta se había volado o caído en el viaje), me veo jugando con títeres de Narizota y también protestando al descubrir "mis" títeres entre mis compañeros (mi madre era la directora del jardín), me veo lloriqueando en aquel famoso acto de fin de año, no pudiendo hacerlo, me veo subida a un caballo, me veo escuchando Cantaniño, la del hermanito chiquitito, chiquito, me veo subida al colectivo escolar, subida a una bici roja... y más allá de los detalles de la circunstancia, me veo linda, sí, incluso radiante, pero siempre callada, silenciosa, muy observadora... y en lo profundo añorando el día en que poder soltarme. O como diría ahora: ex–presarme.
¿Cómo eran ustedes a sus 4 años? ¿Algún rasgo significativo de aquellos años con el que hoy día sigan "trabajando"?
PD: Me emocioné al escuchar de vuelta este tema. Supongo que se lo pasarían mucho a mi hermano. Yo era la hermanita chiquitita que pintaba las paredes, en mi caso.
En esta nota: