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Estoy ligeramente dificultada. Bueno, lo de ligeramente es un eufemismo, pero confieso que me da culpa asumirme y exponerme "dificultada" por problemas que quizás -en términos más objetivos- no son un drama.
La incógnita laboral, la partida de Claudia (hoy es su último día), la no tan sencilla búsqueda de su reemplazo y otras cuestiones personales que prefiero, por ahora, guardarme.
También confieso que estos últimos días me está costando conectar con mis hijas. Le dije el otro día a Fede: "Cuando duermen las extraño, pero cuando están despiertan, no las soporto casi". Sí, ya sé, suena fuerte, y en parte estoy exagerando, pero créanme que están hechas dos traviesas despiadadas, insaciables, insurrectas.
Sí, ya sé, no son ellas, es la mezcla. La combinación de dificultades que se potencian y me quitan toda paciencia cuando estoy en casa.
"Es increíble", me digo por momentos, "es increíble que la maternidad esté tan mal conceptualizada. No digo que no sea una Maravilla, pero también, mamma mía, también es de lo más sombría."
Y no es cuestión de endiablar a los tiranos (aunque inevitablemente lo hagamos), sino de hacerse cargo del propio diablo, de la fiera que teníamos bien guardada y que recién ahora, frente a nuestros dulces retoños, se nos muestra.
Deberíamos poder canalizarla y redireccionarla hacia nuestras metas, no?
Poner toda esa agresividad al servicio de nuestra vocación y trabajo, al servicio de buenas causas, y agarrate Catalina (agárrense muchachos, agárrense hombres en Babia) porque detrás de estas madres hiper comprensivas... también hay mujeres asumiéndose intensas, aguerridas, ácidas, dispuestas a sortear todas las dificultades y como nunca... como nunca: llenas de vida.
¿Qué piensan?

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