"Tiene alma de manguera, igual que su vieja", pensé ayer mientras la escuchaba a China diciendo "¡Hamm, hamm, melo, melo!". Sucede que Patri la malacostumbró con pastillas de menta y ahora ni bien la siente llegar, la otra va y le manguea.
Al padre le hace lo mismo y a veces nos preocupamos con mi marido (no muy en serio), porque la sentimos demasiado interesada por su "ito, ito". Regalito.
Yo no sé si estoy tan a la espera de los regalos como ella, pero sí recuerdo mi manía -desde siempre- por el mangueo. ¡Cómo me abalanzaba encima de las promotoras en Mar del Plata! No importa que el objeto fuera al cuete, o que tuviera muy groseramente una marca (estampada), a mí me encantaba que me dieran calcomanías, apoya-vasos, viseras, lo que fuera. Cuando viajábamos en avión también, siempre andaba desesperada tras el kit de aseo: con el cepillito, el antifaz, la pasta de dientes, el espejito y demás elementos. ¡Y en el colegio! Nunca jamás compraba nada, pero iba mendigando una papita por aquí, un caramelo por allá, lo que encontrara a la vista. Tenía una compañera que un poco me odiaba y más de una vez me dijo en la cara: "no, no te doy". Glup, gracias.
De adolescente fui afilando mi capacidad persuasiva y recuerdo haber convencido a un mozo de una confitería que me regalara una porción de torta en plena madrugada (volvíamos de una salida).
Con el postre me pasaba similar, nunca pedía para mí, pero siempre "un tenedorcito para picar". Jajaja.
Ahora pasó bastante la manía. A lo sumo, si voy al super y andan bandejeando algo, voy y agarro, pero en general aprendí a apreciar y de-preciar el valor de las cosas (¡para qué juntar porquerías!) y por otro lado, sobre todo con la maternidad, le encontré el gustito a dar y regalar. ¡Me encanta que me manguee mi hija!
¡¿Y ustedes qué me cuentan?!
PD: Último día para mandar fotos al mural de bebitos recién nacidos. Escríbanme a mariainessainz@gmail.com
PD2: Foto by Sofi Martín.
En esta nota: