Cuando escucho que empezamos a protestar por el frío, no puedo evitar retarme: agradezcamos que nos sobra abrigo y que contamos con equipos de calefacción que templan nuestros hogares.
También me recuerdo que los habitantes de mi ciudad, y de ciudades en la misma latitud o latitudes vecinas, no conocemos el frío en su versión más cruda, más descarnada, más impía.
No obstante lo anterior, reconozco que durante algunos años, los primeros de maternidad, he llegado a maldecir, a putear al frío como en mi vida maldije a alguien. Para mí frío y maternidad no combinan.
Quedé embarazada viviendo en un PH sin calefacción y con mucho piso de cerámica. Me corrijo: sí tenía una estufa, vieja, del año del ñaupa, que desprendía monóxido de carbono y a los minutos de haberla encendido, te daba dolor de cabeza. Tardamos un par de meses en hacernos de un tiro balanceado y esos meses fueron un cocktail intraducible de vómitos diarios, nauseas y un frío más bravo que el habitual (única vez que vi nevar en Buenos Aires) que hizo que frente a la palabra invierno me resintiera.
Llegué a odiarlo un par de años más tarde cuando hija mayor empezó el jardín, sala de 2 años (por la mañana), especialmente aquella madrugada en la que la retoña no podía parar de toser y tuve que levantar campamento, siendo las 4 am, para salir corriendo a una guardia. Neumonía le diagnosticaron. Casi me desmayo.
Pero por suerte, por suerte, hará unos tres años ya, con hijas ya inmunizadas, volví a tolerarlo. No llegué nunca a declararme una enamorada del frío (asombrosamente, de chica decía preferirlo al calor) pero de a poco, con mucha voluntad, voy encontrándole el gustito.
Y voy encontrándole el gusto, o la vuelta, en la medida en que me hago pequeñas propuestas.
Este año, por ejemplo, ya hace un par de semanas que me vengo diciendo: "ya que estoy disfrutando del hecho culinario, ¿qué tal si incursiono con algunas sopas? ¿Por qué no volver a cocinar aquella sopa de calabaza que hace años me enseñó mi prima? ¿Y si me animo a los guisos?"
Otro antídoto, dejar de pelearme con Lupe cuando no acepta la campera y simplemente hacer como ella: moverme. No tiene frío porque entró en calor. No tiene frío porque corre, se trepa, salta, baila, juega. Fue por ello que le di una vuelta de tuerca a mi plan de miércoles. Además de invitar a una amiga, a partir de hoy, de esta tarde, nos cruzaremos al parque. A la pista de patinaje, China y amigas, y con la bici, si llego a inflarla, la más chica.
¿Y quien suscribe? No voy a ponerme a bicicletear en una plaza, pero sí me propuse, ya que estamos, alistar mi bicicleta. Para trasladarme a mi taller, los días martes, o al de Javier, los viernes por la mañana.
¿Más ideas para calentar el invierno? Prender la tele. Rendirse al Mundial. Dar con un libro que estoy buscando y no encuentro (de Sylvia Molloy) y renovar los óleos pastel y el block de hojas para echarnos al piso y pintar, la actividad que más disfrutamos estando adentro.
Bienvenidas otras ideas.
¿Cómo vienen llevando el frío otoñal? ¿Cómo se llevan con el invierno? ¿Se les ocurren propuestas para hacerle frente?
9 de Julio del 2007. Buenos Aires se llenó de turistas. Acá sí estaba contenta.
Acá copié fotito de mi querida Nati Kiako. Una sopa de zanahoria, batata y garbanzos (Ine, tenemos que hacer ésta):
Les dejo su intro y receta: acá
¡Muy buen miércoles!
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