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Aros




El recuerdo que tengo de aquel momento es sumamente borroso, sensorial y fragmentario. Una semioscuridad en un día soleado, paneles de vidrio y la imagen nítida, acaso la única imagen definida, de una pistolita. No tengo registro de dolor ni de incertidumbre por si me dolería o no. Sé, ya no por lo que recuerdo sino por cuento de mi madre, que tenía 4 años. Que estábamos de vacaciones en Mar del Plata, y que ella, al igual que yo, estaba sometiéndose por primera vez a esa perforación. Todo fuera por lucir aros.
Aritos.
No puedo evitar evocar el recuerdo cuando escucho a mi hija mayor recriminándome: "Mamá, me dijiste que me ibas a hacer los agujeritos y todavía no fuimos".
Días después estamos caminando por la Avenida y en un rapto de generosidad, le pregunto: "¿Qué te gustaría que te regale?". Y ni hace falta que me responda, a los segundos ya estoy buscando una joyería o local que venda abridores. "Tiene que ser un abridor de oro", me dijo mi madre por teléfono, y le hago caso porque recuerdo que de chica cualquiera arito que no fuera de oro me infectaba los lóbulos.
"Esos están bien". Finalmente damos con unos que no sólo le gustan a China, sino que, además, están a un precio razonable. Así y todo, no los compramos. No todavía. No hasta tanto no definamos con el padre el lugar y/o persona que pueda hacer el trabajo.
Sé que hubiera sido más práctico hacerle los agujeros de recién nacida, en la misma Clínica, pero mi hija había atravesado un primer mes de vida tan extraordinariamente intervenido (los pinchazos en la mano para extraerle sangre eran diarios) que cuando "egresó" de la Neo no había hueco mental para más invasiones. Y cuando me lo preguntaban, me limitaba a dar una responder: "¿Para qué perforarle ahora la oreja cuando ella ahora sólo necesita leche, abrazo, calor, presencia? Que el día de mañana ello lo decida".
No era un tema para mí, entre otras cosas porque me hice los agujeros a los 4 años, usé las clásicas perlitas que muchas usaron, en la adolescencia me animé a unos más originales, pero de un momento al otro, no recuerdo cuándo, acaso cuando me corté el pelo bien corto, dejé de usar aros. Dejé de vestir mis orejas. Tampoco uso pulseras; prácticamente no uso accesorios.
Más de una vez me embalé en una feria o en un local a la calle, ¿para qué? Para terminar luciéndolos un par de horas y después quitármelos. Necesitar imperiosamente quitármelos. Y guardarlos en alguna de las varias cajitas de las repisas. ¿Para qué? Para que China los encuentre y me pida: "mamá, ¿puedo decorarte?" Léase: maquillarme, ponerme aros, collares de fantasía, todo lo que encuentre a mano.
Ella sí está en esos detalles. Al menos hoy con 6 años.
Dice su padre y su hermana que la última vacuna –que recibió el año pasado- fue motivo de alaridos y de llanto, y sin embargo, cuando le pregunto: "¿estás segura de que querés que te hagan los agujeros?, ella ni lo duda. Asiente con la cabeza y sus ojos brillan.
Y vieran la sonrisa que reprime cuando la empleada le muestra la oferta. Qué decirles. Me da ternura. Me da ternura que se emocione con ese pequeño detalle.
(Y bienvenidas las diferencias entre una madre y su hija).
Mujeres según China

Mujeres según China

A ésta la apodó Victoria.

A ésta la apodó Victoria.

¿Recuerdan algo de cuando ustedes se hicieron los agujeritos? ¿Usan hoy aros? ¿Le hicieron a sus hijas agujeros de recién nacida? Y ya que estamos, pregunto a madres-de-adolescentes: ¿qué harían si su hija o hijo quiere hacerse un piercing o tatuaje?
PD: ¡Buen arranque de semana! Padres que quieran escribir, pueden contactarme a elespaciodelpapa@gmail.com . Para contactarse por privado o por taller: inessainz@msn.com o por FB.

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