Newsletter
Newsletter

Bienvenido el Ratón Pérez




Miércoles, 4 p.m., busco a retoñas en la colonia. Hago primer plano de la más chica y ella responde a mis morisquetas como digna hija mía. Busco visualmente a la mayor, que tiende a ser bastante menos demostrativa en esa circunstancia (sabiéndose mirada por otros, ¡por otras!), seguramente convencida de que su madre es una exagerada... pero no. China salta del piso y avanza rápido hacia mí, con una sonrisa enorme, generosa:
Y me tira:
-¡Se me mueve un diente, ma!
Escuchar esa frase fue escuchar algo que rechina, me resultó impresionante. Si hubo un sueño que padecí fue aquel en el que se me movían los dientes (incluso llegaban a caerse).
El caso es que China tenía tal emoción que no pude sino felicitarla.
-¡Qué bueno, Chi!
La felicité, le abracé, la besuqueé. Ahora bien, entre nos, a los 10 minutos llegué a decirle lo que muchas veces ella me dice a mí cuando me pongo repetitiva:
-Ya me lo contaste 20 veces.
-¿Cuál diente se me mueve? -se preguntaba a sí misma-. ¿Éste o éste? A ver. Éste. Éste se me mueve. ¿Ves? ¿Sabés que a Magalí ya se le cayó un diente? Y a Clara también. Mañana, cuando vaya a lo de Maga, le voy a contar.
(Silencio)
-¿Sabías, mamá, que se me mueve un diente?
-Sí, Chi.
¿Me emocioné como mi hija cuando un diente se me movió por primera vez? ¡No recuerdo! Yo, la gran memoriosa, no tengo esa escena disponible en la memoria. A ver, a ver, googleando... ¡Los Lagartos! Ah, sí. Fue en aquella casa, la primera casa de mi vida, en Los Lagartos. Casa de techo azul, y una habitación chiquita, al frente. Sí, fue ahí. Sólo recuerdo que fue ahí. No recuerdo exactamente cómo viví el episodio. Sí tengo una foto posterior a ese momento de un alhajero de mi madre con un par de dientitos (¿mi mamá hacía eso?). Y el otro dato que sobrevivió -a todos estos años- es un cuento. Un cuento de un Fulano al que se le movía un diente, y a quien se lo habían atado de un hilito que, a su vez, estaba atado al picaporte de una puerta... ¡y zas! ¡Chau, diente! Qué cuento espantoso. ¿Para qué me lo habrán contado? ¿Por qué le habrán hecho eso a Fulano?
En fin, mis recuerdos son vagos, ah, no, no. Esperen. Sí recuerdo la emoción por el Ratón Pérez. Confieso que me gustaba eso de recibir un regalo en dinero; me haría sentir "importante" o adulta o qué sé yo qué. Tener un sobrecito con billetes. ¿Cuánta plata me regalarían mis padres? ¿Y cuánto dinero se supone que uno debe regalarle a una nena de 6?
Mi hijas, ambas, por supuesto, ya tienen esto bien presente. ¿Será por eso que China se puso así? ¿O será que se siente creciendo y se emociona con cada signo, con cada paso?
Y su mamá también. Ah, sí, a mí también me emociona su crecimiento (¡Me impresiona!). Y no sólo lo celebro, sino que por momentos quisiera detenerlo. Detener el tiempo, guardarnos a las 3 en formol en un eterno juego madre-hijas, ellas peinándome el pelo y enloqueciéndome con estupideces, y yo, entregada a ellas. Perdidamente.
¡Bienvenido el Ratón Pérez!
Y ya que cuestionamos a Papá Noel y a las princesas de Disney (las cuestionamos hace unos años), ¿por qué no con el Ratón Pérez? ¿De dónde viene esta tradición? ¿Ustedes la sostienen? ¿Tienen algún recuerdo de cuando se les cayeron los primeros dientes?
PD: Como foto del diente de China no tengo, voy a ver si encuentro alguna mía con "ventanitas". Prometo subirla.
PD2: Y como siempre, para contactarse por privado o por taller (a distancia), me encuentran en: Ine Sainz ¡Muy bien fin de semana!

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP