Ayer transpiré al enviar el texto y ni hablar cuando, segundos después de cliquear "send", se me dio por entrar al FB y poner en el buscador el nombre y apellido del que les jedi. Oh Dios, ¿no era que el pasado sólo "estaba adentro nuestro"?
Sentí vergüenza. Pensé: madre santa, si este hombre, padre de familia, madurado digamos (imagínense que de los 30 a los 45 hay mucho cambio) se topa con mi crónica y con las palabras "desastre", "tosco", "ensimismado"...¡Pecado!
En fin.
En otro orden de cosas y ya que mañana voy a dedicarle el día a celebrar los 3 años de blog, quiero contarles que estoy tocada por el fallecimiento de la abuela Herminia (abuela de marido). No hay dolor, sí una cuota de shock. Siempre me sucede; por muy preparado que uno esté, como era el caso, observar ese tránsito (me) conmueve.
Recordarnos finitos... y tener que bajarle esa información a nuestros hijos.
-Chini, papá se fue a despedir a la abuelita Herminia –le dije, y luego agregue- se fue al cielo.
-¿Y no está más?
-No acá. Está en el cielo.
-¿Pero todas las viejitas enfermas se van? –preguntó ella.
-Bueno, no todas... pero sí, a los viejitos, más tarde o más temprano, les toca irse.
Y en eso, muy preocupada, me tira:
-¿Y yo voy a ser viejita?
"Ah, que h d p", pensé. "No puede estar preguntándome con tanta claridad, no puede ser que tenga tal consciencia de lo que también a mí (sí, sí, también a mí) me aterra".
Y bastó que le responda "sí" (¿y qué le voy a responder?) para que en milésimas de segundo su rostro se transforme en la más pura expresión del miedo. Y, al igual que un berrinche por una estupidez, entrara a llorar, sin parar de repetir: "no, no quiero ser viejita, no quiero irme".
"Mi cielo, qué difícil, qué puedo yo decirte, tampoco tengo consuelo. Y tampoco quiero irme", pensé para mí. Y entonces le largué: "siempre vamos a estar juntas" (Nota mental: tendré que fortalecer mis poderes espirituales para, llegado el momento, podar hacer realidad ese texto) y luego le abrí y cerré más de 10 veces las dos manos, diciéndole: "faltan todos esos años... Es mucho. ¡Vas a cansarte de tener cumpleaños!".
Y no sé si la convencí pero por suerte justo cayó marido con unos bizcochos de grasa, unos chocolates "que había dejado la abuela para las niñas" y el cartelito de los Payamédicos. Y China se distrajo.
Chau, Herminia, te queremos y que en paz descanses. Un agradecimiento especial a todo el personal del Hospital Alvarez y al grupo de Payamédicos, que le robaron las últimas sonrisas antes de viaje.
¿Cómo digerir la muerte de otros, cómo asimilar la propia? ¿Cómo comunicarles todo esto a los niños?
El cartelito de los Payamédicos para Herminia. Para ella, sus bisnietas y su hijo
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