A veces, lo mejor que podés hacer para cambiar tus hábitos sexuales es abrir bien los ojos. Chequear qué te está pasando con tu cuerpo, con tu placer, puede ser tan orientador como un balance de fin de año o una buena charla con tu amiga más honesta. Plantearnos si
estamos disfrutando de nuestra sexualidad es pedirle a nuestro GPS interno que nos marque el punto del mapa vital en el que nos encontramos. Y es que, aunque la inercia, el aburrimiento o la indiferencia pueden aparecer en cualquier aspecto de nuestra vida, la cama suele ser la primera delatora de que
algo en nuestra energía se está estancando. ¿Cómo nos reinventamos? ¿Qué otra vuelta le podemos dar a lo que ya conocemos?
Tomate un tiempo para chequear el estado de situación. ¿Cómo venís? ¿Tomás siempre la iniciativa vos o preferís esperar a que el otro arranque? ¿Repetís las mismas posiciones? ¿Variás la iluminación o estás confinada en la oscuridad? ¿Y de lugares? ¿Cuánto hace que no salís de la cama? ¿Estableciste rutinas inconscientes? ¿Qué te impide romperlas? Rever lo que está seteado, lo que hacés por default, es el primer paso para empezar a mover las estructuras a las que te estás atando sin darte cuenta. No es que tener rutinas sea malo, es que volver los encuentros demasiado predecibles envenena el erotismo. Un panorama claro de lo que estás haciendo puede darte la perfecta respuesta sobre lo que aún te queda por explorar.
El mundo actual nos ofrece
formatos nuevos para fantasear, y no siempre los aprovechamos.
Existe algo de la posibilidad de chatear constantemente, mandarse fotos y compartir ideas que tiene un potencial erótico enorme y puede hacer de un simple día laboral una fiesta en tu cabeza. No podés hablar todo el tiempo por teléfono y tal vez no llegues a contarle ni la mitad de las cosas que te atreviste a pensar, pero ¿y si al final del día le mandás un mail? ¿Y si en ese mensaje compartís la escena que querés recrear? ¿Si le das detalles de lo que tenés ganas de probar? ¿No es esa una forma de empezar a vivir el encuentro? Dejar de fraccionar el sexo a una partecita de la rutina y esparcirlo por todos lados hoy es muy fácil. Aprovechalo.
No mucha gente sabe para qué sirve un sexólogo. Casi todos esperan a ir cuando la intimidad se vuelve un problema. Pero especialmente para nosotras, son personas con las cuales podemos hablar “a calzón quitado” todas esas cosas que no nos atrevemos a decirles ni siquiera a nuestras amigas. Podemos pedir consejos y saber que su feedback no va a estar flojo de papeles. No hace falta “encarar” terapia ni que estés dispuesta a mantener continuidad. Simplemente con que haya algo que te esté rondando por la cabeza y no tengas con quien hablarlo alcanza. Te sorprendería descubrir hasta qué punto temas como inseguridades corporales, desconexión con la pareja o falta de deseo pueden destrabarse con un par de charlas.
Contrario a lo que se cree, cuando una pareja se elige a raíz de una fuerte atracción sexual, se considera que tiene una base prometedora. A esta base se la suele denominar “un lugar al que volver”. Este lugar imaginario que alguna vez supieron crear juntos tiene información preciosa para cualquiera que quiera sacarse la rutina de encima. A ese lugar se vuelve a través de preguntas: ¿qué amabas hacer con quien es tu compañero ahora?¿Qué cosas los encendían? ¿Desde dónde y cómo se encontraban? Individualmente, recuperar tu esencia sexual a partir de recuerdos es una buena idea. ¿Cuáles son tus principales fantasías? ¿Acaso algo que hacías y ya no hacés te hacía sentir sexy? La experiencia es siempre la mejor brújula.
Cuando la alarma de “me estoy achanchando” suena, la mayoría caemos en plantearnos lo sexual como otra obligación pendiente. Sacar turnos en telos, comprar velas, ponerte un disfraz de “algo”, no debería estar en tu agenda. Todos esos consejos cliché que tanto nos saben dar por todos lados no hacen más que sumarnos presión. Recuperar la dimensión sensual de la vida es una cuestión de suavizar actitudes. Si te gusta armar planes, agendá fiestas, exposiciones, picnics al sol, un vinito blanco en el parque. Agendá una comida en la terraza, un trago en un after perdido en la ciudad, pero no agendes sexo. Pocas cosas deserotizan más que programar un golpe de pasión. Buscá planes hermosos y que lo demás llegue solo.
¿Estás segura de que sabés todo lo que tus manos pueden crear? ¿Y qué onda repetir una y otra vez la misma pose sexual? Olvidate de los manuales y los textos llenos de consejos y googleá los “porn tutorials”. Es difícil no sorprenderse con la cantidad de data que podés llevarte de los canales XXX, no solo para encontrarles la vuelta a cosas que ya sabés hacer, sino también para enterarte de todo lo que te falta por aprender. La lista incluye masajes suecos, bondage, técnicas de caricias asombrosas y cosas que ni tu amiga más zarpada te podría explicar. Hay tutoriales serios, auspiciados por marcas, otros mucho más audaces, a cargo de aficionados, y otros que van directo a la banquina. Lo importante es que de todos se aprende algo.
Por Marta Rajtman, nuestra sexóloga
Cuando me preguntan qué pequeñas cosas pueden hacer grandes cambios, les recomiendo a las mujeres aprender más sobre sus cuerpos. A cualquier edad y por más claro que parezcamos tenerlo, hay mucho por descubrir. Por ejemplo, pocas mujeres saben del enorme poder que tienen sus músculos más íntimos. Esos músculos que ayudan a pujar para que un bebé salga tienen también un enorme poder para dar placer, a nosotras y a nuestros compañeros. Cuando hablamos de
los músculos Kegel, lo más común es pensar en los ejercicios que se supone que debemos hacer a solas antes o durante el sexo. Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes es el poder que tienen de precipitar el placer durante los encuentros. Cualquier posición usual puede volverse nueva si sumamos esta fuerza interna contrayendo los músculos rítmicamente. Lo mismo sucede cuando aprendemos a localizar el punto G. A veces, no se trata de conocer más sino de conocer mejor.
Experta consultada: Lic. Patricia Faur, psicóloga especialista en parejas.