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Carolina




La violinista en el balcón

La violinista en el balcón

A sus 2 años Carolina pidió un violín. Tuvo la suerte, si puede llamarse suerte, de conectar con un deseo que trascendía el mero capricho y de que sus padres acusaran recibo. De que registraran, como dice su mamá, "que ella todo lo convertía en un violín". Tuvo la fortuna, además, de que a los 4 años sus padres finalmente cedieran, obsequiándole el instrumento y buscando un profesor con un método apropiado para ella.
Ahora bien, si lo anterior fue de alguna manera "dado", a partir de allí todo fue mérito. A partir de allí lo aprendido fue y es fruto de un trabajo. De un trabajo paciente, no por ello menos disfrutado.
Y sus vecinos de la cuadra se lo agradecen. Cada vez que Carolina ensaya, desde el balcón de su departamento (ritual que repite casi religiosamente hace 5 años), la música impregna, interviene el escenario urbano con una delicadeza que obliga a los transeúntes levantar sus cabezas. Es común verlos agudizando la vista y enarcando las cejas al descubrir que la ejecutora de esa obra de música clásica es una niña. Una niña, ya hoy preadolescente, de 12 años, que convirtió su balcón en refugio de su práctica.
Sí, la historia de Carolina es la de una chica común, y sus padres lo subrayan. De alguien dando rienda suelta a su deseo... Pero en una infancia tan atravesada por la moda y por referentes musicales exitistas, cuando menos sorprende que una nena se dedique con tanta pasión y respeto al hecho musical, acaso el único protagonista.
¿Cómo fue que nació ese deseo?
CAROLINA: De chica escuchaba mucha música clásica. En mi casa se escuchaba música clásica. Una vez fui a un concierto y me quedé fascinada. Desde ese día todos los días la pregunta era: "¿puedo tocar un violín?" Y dos años después, a los 4, me lo compraron.
(A la mamá) ¿Recibía algún estímulo en particular?
MAMÁ: Música en casa siempre hubo mucha. Porque disfrutamos de la música, de cualquier música. Pero no tenía una imagen en relación a ese instrumento. La escuchamos y dijimos: "bueno, vamos a esperar a ver cómo sigue esto". Para una Navidad recibió una guitarra de regalo, chiquitita, pero ella la usaba de violín. Averiguamos si había alguna manera de aprender que fuera para su edad, y ahí fue que supimos de su profesora actual de violín, que usa el método Suzuki. Y recién a los 4 empezó a tomar clases. Pero esos 2 años ella sostuvo su pedido. De distintas maneras. Se hacía un violín con cualquier juguete o con una percha. Ella todo lo convertía en un violín. En una posibilidad de ese instrumento.
A los 4 años. Con su primer violín

A los 4 años. Con su primer violín

¿De qué se trata de este método?
CAROLINA: Es un método que avanza por libros. Cada libro tiene canciones cada vez con más dificultad. Y los primeros años un papá o una mamá te ayudan con la tareas, con las canciones, con las posiciones.
MAMÁ: En el método Suzuki está el docente de violín y un adulto con el chico, cualquier adulto que se comprometa a acompañarlo en la clase, todas las clases. Es el que toma la parte responsable del aprendizaje. Anota y ayuda al niño a practicar. En el caso de Carolina fue el papá el que asumió ese rol.
¿Cuál es el objetivo de la incorporación del adulto?
MAMÁ: Por la experiencia que nosotros tuvimos, eso ayuda a que el chico pueda conectarse con la música, con el sonido, sin tener que tomar una parte de responsabilidad. El aprendizaje del violín, por ejemplo, implica todo un trabajo previo en relación a la postura del cuerpo que es difícil de pasar para un chico. De este modo, lo transitan con más naturalidad. El adulto colabora con esa parte. Y también los ayuda en la casa. A que toquen 5 minutos por día.
Y este año se dio un cambio importante para ella. Ella necesitó dejar al padre-Suzuki. La profesora dijo que por la edad ella debería continuar con el papá, pero por la circunstancia particular, por cómo ella vive la música, dijo que perfectamente podía prescindir de él. Ella ahora tiene que aprender a tocar sola. No tiene al papá corrigiéndole.
¿Por qué elegiste el balcón para ensayar?
CAROLINA: Porque me siento más cómoda, me siento más fresca, me gusta estar al aire libre. Es un lugar de la casa que a mí me gusta mucho.
¿Qué devolución recibieron de los vecinos?
CAROLINA: En general a los vecinos les gusta escucharme, a veces me dicen algo en el ascensor o en el pasillo. Una vez un señor tocó el timbre para averiguar dónde estudiaba porque quería mandar a su hijo.
MAMÁ: Los fines de semana, que hay mucha gente, se escucha que algunos dicen: "hay alguien tocando el violín, y es chiquita". Y ahí nomás se detienen. En la situación en la que se vive hoy, no es poco que alguien quiera detener su marcha para escuchar tocar un instrumento.
¿Qué es para vos el violín? ¿Qué sentís cuando estás tocando?
CAROLINA: Cuando estoy tocando, me siento otra persona. Si tuve un día malo o triste, empiezo a tocar y ya me siento bien de nuevo. En general es algo que me alegra.
MAMÁ: Quizás le sirva para acomodarse emocionalmente y después resolver lo que tenga que resolver.
¿Ana, tuviste temor a que Carolina se exigiera de más en algún momento?
MAMÁ: No tuve miedo pero estuve atenta. El papá y yo tenemos muy en claro que el camino de la presión no es el camino. El camino de la presión es anti-aprendizaje. Si en algún momento la cosa se fue un poquito para ese lado, por ella misma, porque quería hacer las cosas bien, porque quería entrar a la orquesta (desde hace 2 años integra la Orquesta Infanto Juvenil Scherzo del Collegium Musicum), mi tarea como mamá fue justamente distender esa exigencia. Esa exigencia, en general, viene de los padres. Y nosotros no tenemos la expectativa de que llegue a determinado lugar. Lo que más nos gustaría es acompañarla adonde ella quiera llegar. Vamos detrás de ella.
¿Dejás de salir con tus amigas para practicar?
CAROLINA: No. Alguna que otra vez sí prefiero quedarme practicando y no salgo, pero no pasa siempre.
MAMÁ: Tiene vida de niña. El violín es parte de la vida. Como el colegio, las amigas, el skate, los cumpleaños.
¿Qué te gusta dar o transmitir con la música?
CAROLINA: Yo disfruto mucho la música, y quiero que a la gente le pase lo mismo que a mí. No soy la chica virtuosa que toca perfecto cada nota, a veces me equivoco, pero sí me gusta transmitir placer, felicidad, tranquilidad.
Por último, ¿qué le dirías a un chico que no se decide a estudiar un instrumento porque cree que es difícil?
CAROLINA: Yo le diría que mientras el instrumento le guste y le guste la música y le pone ganas, no va a ser muy difícil. Hay cosas que sí, tienen su dificultad, pero si te está gustando lo que hacés, no te resulta difícil. Difícil en el sentido de que te supere. Si hacés lo que te gusta, si lo hacés porque querés y sentís placer con lo que estás haciendo, difícil no va a ser nunca.
Ensaya viernes y los fines de semana

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"No se puede ir de vacaciones sin el violín”, cuenta su madre. A orillas del Nahuel Huapi

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¿Tuvieron ustedes de chica un deseo o pasión semejante al de Carolina? ¿Sus hijos?
PD: ¡Buen miércoles!
PD2: Padres u hombres que quieran aportar su punto de vista, pueden escribirme a elespaciodelpapa@gmail.com Por otro lado, se abrieron 2 vacantes en taller a la distancia (Un cuerpo que dicta). Para info, pueden escribirme a inessainz@msn.com o por FB.

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