*Texto escrito por Guadalupe Borsa (Lupita15) en el marco del taller de expresión escrita a distancia, bajo la consigna "la carta a la madre".
Mami, mi querida mamá, Teresa, Teresita para casi todos. ¿Dónde andará vagando tu alma? ¿Estará descansando en el Cielo, como vos creías? ¿O ya habrá renacido en un nuevo ser?
Hacia donde estés arrojo estas palabras, estos retazos de nuestro pasado juntas. Mientras escribo suenan los Beatles. Siempre contabas cuánto te gustaban, y cuántas peleas tenías con tu mamá por eso. Siempre creí que justamente por eso eran tus ídolos. Por tu afán característico de rebelarte a lo que fuera que quisieran imponerte.
Así hablabas de vos misma, así te definías en tu niñez y juventud, rebelde, llena de energía, hasta irreverente.
Sin embargo, si bien muchos de esos rasgos permanecieron en vos, y salían a la luz cuando ya eras mi mamá, te recuerdo frágil.
De hecho, el primer recuerdo que aflora al pensar en vos es de cuando yo tenía alrededor de cinco años. Estabas embarazada de Lucila, y te diagnosticaron esclerodermia sistémica progresiva. Una enfermedad entre tantas. "La enfermedad" que fue parte de nuestras vidas de ahí y para siempre, para nosotros como familia.
Sí, la enfermedad atraviesa todos los recuerdos que tengo de vos. Etapas mejores, donde renacías casi, y hacías mil cosas. Nos dejabas jugar con cualquier cosa de la casa, incluso sacando todo de las alacenas. Festejábamos los cumpleaños con muchísimos amigos y la fiesta continuaba hasta tarde con amigos de la familia. Y luego, casi sin aviso, así como se habían ido, volvían los dolores, esos dolores que te dejaban en la cama. Que te despertaban llorando de noche. Que hacían que el leve roce de uno de tus dedos lastimados con algún elemento de uso cotidiano te hiciera "ver las estrellas".
Frágil, mami, te recuerdo frágil. Añorando tu fortaleza de antes, enojándote y rebelándote contra el universo por ya no ser la que habías sido. Preguntándote tantas veces por qué, hasta cuándo.
¿Cuántas veces me despertó tu llanto y deseé con todas mis fuerzas que eso terminara? Que el dolor lo tuviera yo. Que se acabara tu sufrimiento.
Cuán poco te entendí después, en la adolescencia, y aún después en mi juventud. Tuve que ser madre yo, e incluso creo que tuve que verte morir, para poder comprenderte. Para poder sentir todo tu miedo, tu soledad, tu fragilidad, tu desconcierto.
Hubiera sido lindo que me vieras madre, que conocieras a tus nietos. Ellos traen tantas respuestas, si es que existen. Cierran un círculo imaginario, donde por un rato es posible creer que todo es perfecto. Que todo tuvo que ser así. Vos engendrándome, para que yo muchos años después pudiera engendrarlos a ellos.
Quiero abrazarte, quiero acariciar tu cara y tomar tus manos, aunque no pueda recordarlas sanas, y decirte cuánto te quise, cuánto te quiero. Cuánto siento a veces que tengo que pedirte perdón. Por tanta lejanía, o incomprensión en su momento. No pude mamá, ¿sabés? No pude estar de otra manera para vos. Recién ahora puedo dimensionar cuánto fue para mí el haber crecido con esa enfermedad día a día. Cuánto miedo reprimido, cuánta fortaleza construida y tomada como real. Cuánta fe, de esa que parecía que alcanzaba para todo, que era inquebrantable, pero que no lo fue. Que no alcanzó y que también un día se extinguió.
Te quiero, Teresita Suárez de Borsa, como siempre te hiciste llamar. Sí, de papá. Por siempre de ese papá que tanto amaste y que tanto sentido y contención le dio a tu dura vida.
Te quiero por haber sido mi mamá. Por hacerme gran parte de lo que soy. Pero principalmente por enseñarme, quizás sin haberlo elegido, claro, cuán frágiles somos. Cuánto necesitamos de los demás. Del amor, de la familia y amigos, formando esa red que nos contiene, y que por instantes nos hace olvidar de nuestra soledad. O al menos la hace más llevadera.
"Ya llega el sol, ya llega el sol. Y yo digo que está todo está bien" (Los Beatles).-
¿Qué le escribirías vos a tu mamá? O para hacerla más fácil: si tuvieras 1, 2 o 3 palabras que decirle en este momento, ¿cuáles serían?
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