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Cinco películas que mirás cuando te parten el corazón

Una selección de clásicos románticos y no tanto para ver cuando ya no tenés más ganas de nada y necesitás un parche para la desazón




Lola Dang Bay
Especial para RevistaOHLALA.com
El amor es un capítulo aparte. La percepción del mismo también. Todas queremos lo que no tenemos y creamos mundos paralelos donde el príncipe sigue existiendo y la princesa espera ser rescatada. Pero como todo cuento cuando roza la realidad se rompe, muchas veces las historias no llegan al término que deseamos/planeamos. Y cuando sentimos que no hay luz, que no podemos soportar otra decepción, que la vida no para de reírse de nosotras, que malgastamos nuestro tiempo en alguien que no tiene ningún tipo de interés; cuando estamos hartas, degastadas, atrapadas en una red de desesperanza, algo hay que hacer. No hay nada peor que sentir que te pusieron un torno en el alma y que ya no hay lágrimas para superarlo, ni sangre.
Más allá de de quién sea la culpa, de cuánto le hayas puesto a una historia de realismo mágico, de que sepas que él no es EL, de que desde el primer día que lo viste percibiste que era un amor imposible; más allá de todos los peros y/o contras que encontrabas en la relación, más allá de todo... lo cierto es que cuando una historia se termina un agujero negro, oscuro y profundo se aposenta sobre tu corazón, sobre el pecho, se contrae, se vuelve un lugar punzante, se agrieta, se rompe y hay pocos remedios que puedan colaborar para que no se pudra en su misma desazón. Algunas hacen abuso de chocolates, otras se vuelven adictas al gimnasio y muchas corren a internet y buscan una película que les haga pensar por un par de minutos que el mundo puede ser distinto, que el amor existe, que Cenicienta es real, que ninguna decepción es definitiva, nada, que todos podemos ser amados. Más realismo mágico, por supuesto, pero al menos un poco de esperanza en el medio de la opacidad.
La elección: ¿cuáles son esas películas?

La solterona torpe


Una escena inmortaliza todo. Convierte la realidad de Renée Zellweger, con varios kilos de más, en la persona más universal del planeta. Son esos primeros minutos, con "All by my self" de fondo y ella entre desesperada y patética sangrando las estrofas de ese himno a la soledad. Automáticamente un viaje a una casa, a una familia que más que ayudarte te hunde, y un hombre que se perfila como la auténtica nada. Después las peripecias de una treintañera espástica con ganas de encontrar el verdadero amor. El hombre equivocado... otra imagen freezada: una corrida por la nieve y el beso que nos da esperanzas, que nos muestra que hasta a ella le llega su momento de retribución.

La amiga que pierde a su gran amor


Cómo no llorar cuando Julia Roberts le pide perdón a Michael. Le dice que es una oruga, que se merece morir por haber complicado su casamiento. Son amigos y tienen una promesa: si al cumplir los 27 están solteros, se van a casar. Cuántas veces ante la soledad la gente trastabilla con ese amigo de siempre (la confianza, amor, historias hacen que la cercanía confunda) y se pregunta qué pasaría si... El problema es cuando llegamos tarde. Cuando ella descubre que lo ama, él sólo la quiere. No hay final feliz, lo que sí hay es una banda de sonido memorable, sobre todo cuando cantan en la mesa "I Say A Little Prayer" junto a la familia de la nueva novia. Julia se queda sin Michael.

El amor para siempre


Un amor que traspasa barreras. Ese amor que todas queremos vivir. Diferencias sociales, un chico pobre, una mujer rica. El eterno ceniciento que cambió el caballo blanco por una sonrisa perpetuada en la retina de cualquier adolescente en busca de la perfección. La familia de ella no lo aceptó y él entendió que nunca podría darle lo que merecía. Por eso eligió el exilio, volverse un ermitaño y renunciar al amor hasta el fin de sus días. O al menos eso es lo que las espectadoras sollozas creímos entre lágrimas incontenibles. Él le escribe cartas, la madre de ella las esconde, los quiere separar pero ninguno de los dos se olvida totalmente del otro. El final que sólo puede expresar una verdadera historia de amor: dos cuerpos ancianos yaciendo juntos, muriendo juntos. Pasan los años, ella tiene alzheimer, él le cuenta la historia de Allie y Noah, dos personas que vencieron. Un reencuentro frente a la casa que habían planeado tener, un beso apasionado. La lluvia.

La reglas básicas


Cada persona, tenga la patología que tenga, se va a sentir mínimamente personificada en alguno de los personajes de esta historia. Está Gigi ( la Bridget Jones de la posmodernidad), una chica que nunca se cansa de intentar estar bien con alguien; sale con todo el que se le cruza y no entiende porqué no la vuelven a llamar, mira el teléfono para que suene, pero simplemente no pasa. Después está la que tiene la vida perfecta: casada con el hombre ideal, tan preocupada por el orden, por su casa, y por otras banalidades que no se da cuenta de que su marido ya no la ama (la negadora); la que necesita sumarse al deber social y tener el anillo a pesar de que tiene la mejor relación del mundo; la que sólo se puede comprometer con el imposible y Gigi de vuelta. La felicidad a la vuelta de la esquina, la historia simple, aprender a leer la realidad. Todo es más sencillo de lo que parece, por eso está él. Alex termina cayendo en su propia trampa, y encuentra en Gigi la excepción de sus propias reglas. Si Gigi pudo, ¿por qué yo no?

El romance de otros tiempos


Lizzy es una chica de una clase media inglesa del siglo XVIII .Vive en una época donde lo único que importa es casar a las mujeres (y eso tenía que suceder antes de que se acabara la dichosa edad fértil), pero ella es distinta, tiene otros propósitos. Esta película, basada en la novela de Jane Austen, es una clásica historia de amor y malentendidos. Pero el amor, cuando una de las partes es terca, aparece con más fuerza. Sin buscarlo, esta niña rebelde se topa con Darcy, un tipo más orgulloso que ella y de una clase social mucho más elevada. Se odian pero se aman, pelean en cada oportunidad en que se encuentran pero la realidad es otra, detrás de todo aquello hay otro tipo de emoción. Entre vestidos, bailes y desencuentros ambos terminan cediendo y hay un beso de esos que se congelan, en el medio de una campiña. Nunca se tutearon, la rebelde tiene caballero.

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