No importan los motivos (ahorrarse un alquiler o cumplir el sueño de dormir todas las noches juntos), la convivencia se plantea al principio como un ideal. Al fin elegimos con quién queremos vivir y todo está por construir. Pero no todo es color de rosa, y si bien esta frase suena a la de una prima divorciada y resentida, puede ser la base realista necesaria de un "comieron perdices y vivieron felices por siempre".
La primera semana
Podría suceder que en los primeros días o meses de convivencia quieras demostrarle que sos la mujer perfecta, aquella que le plancha las camisas y le lleva el desayuno a la cama. Error: guardá esta energía para el futuro. La primera etapa de la convivencia se construye de a dos. Es muy normal que las mujeres hagamos esfuerzos sobrehumanos para que todo funcione, pero es importante que el otro se haga cargo de su parte, y en estos primeros días es cuando se establecen los roles. Si hay algo maravilloso de vivir con otro, es el trabajo en equipo.
Flexibilidad
Palabra mágica si las hay. Si de entrada se prometieron que el viernes sería el día de peli y comida romántica, y él se aparece con un cumpleaños de hombres solos o si tiene la manía de dejar las remeras tiradas: flexibilidad. Charlar, claro. Las grandes peleas, la mayor parte de las veces, se encienden con pavadas.
Tener vida propia
¿Una obviedad? No lo parece. Esta es la llave para la felicidad eterna, lo que sucede es que a veces la perdemos, como a cualquier otra llave. Tener espacios propios es lo que enriquece a la pareja, lo que genera temas de conversación una vez en casa, lo que te nutre a vos como persona para estar contenta. Muchísimas veces, las propias insatisfacciones se convierten en críticas hacia el otro.
Cita obligada
Es muy lindo que cada uno tenga sus momentos, pero también hay que crear otros para compartir, para volver a ser novios de alguna manera. Quizás ir a comer a algún lugar lindo o simplemente improvisar una comida gourmet con lo que haya en la heladera. Los espacios de pareja son los que auguran el sexo, porque la convivencia convierte el sexo en algo que está dado por sentado.
Aceptarlo tal como es
Hay algo más allá de tener flexibilidad con el otro, es la aceptación. Con la convivencia sobrevuela una fantasía: genial, más tiempo para hacerlo a mi imagen y semejanza. Bueno, no es así. Si hay un momento en que el otro es como es y no como quisiéramos que fuera, es en la convivencia. No hay tregua. Todos podemos cambiar, seguro, pero no cambiamos cuando nos lo piden. En definitiva, si el otro fuera el que imaginamos, ¿nos hubiéramos enamorado?
Por Soledad Simond
Experta consultada: Lic. Sofía Facal
Experta consultada: Lic. Sofía Facal
Mirá más:
En esta nota: